[01] Colegio

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01.

Colegio

El chillido de la alarma de mi celular tintineaba sobre el buró sin cesar, era la tercera vez que la había pospuesto. A nadie le vienen mal cinco minutos extra de sueño un miércoles por la mañana, aunque se corre el riesgo de que al abrir los ojos ya hayan pasado diez, incluso veinte.

Con los ojos aún cerrados deslicé el brazo fuera de la cama para alcanzar el teléfono. Pasé la mano a mi rostro, con pereza, intentando cubrir un poco del hilo de luz que atravesaba la cortina e iluminaba molestamente mi cara. Quedaban 30 minutos para las 7:00 a.m. y parecía que alguien se saltaría el desayuno. Ese alguien indudablemente sería yo. Aún debía vestirme y alcanzar el bus, o resignarme a correr hasta el colegio.

Acelerada y aturdida, me levanté de la cama y fui corriendo hasta el baño para lavar mi rostro y cepillar mis dientes. Después corrí al armario y luego de vestirme colgué a mi hombro derecho mi mochila. Antes de salir de la habitación me detuve frente al espejo unos segundos. Tomé mi cabello y lo até en una sencilla cola de caballo, pinté mis labios, arreglé mis pestañas y entonces bajé al primer piso a toda velocidad.

Al cerrar la puerta de la casa noté que había llovido, quizás toda la madrugada. El ambiente tenía un olor peculiarmente agradable; tierra húmeda o, "petricor", según mis clases de Ciencias.

De pie en el pórtico alcé la mirada hacia la carretera, el autobús venía a lo lejos. Entonces levanté la cabeza hacia el cielo. Allá, en lo alto, el sol brillaba entre algunas nubes grises, iluminando los charcos y el pasto con delgados rayos de luz.

Crucé el patio intentando no mojarme los tenis con el agua encharcada. Sentía un cosquilleo en el estómago y una pequeña presión en el pecho que me hacía sentir incómoda. Como si me faltara el aire, quizás por el frío, o la presión de llegar tarde, nervios tal vez.

Era mi cumpleaños, el día en que al fin había alcanzado la mayoría de edad y, ciertamente temía por el futuro. Por el atemorizante "¿Qué será de mi?". Ver por mí misma jamás había resonado en mi cabeza tanto tiempo, mucho menos como una advertencia. Aún prevalecía en mi mente una vaga idea de la Universidad que elegiría o el rumbo que tomaría mi vida después de la preparatoria, y eso me frustraba un poco.

Una vez en la banqueta, miré a ambos lados para cruzar la calle. De pie, frente a la fachada de mi casa, todo se sentía tan gris. Me transmitía cierta tristeza... A los dueños no les molestaría en lo absoluto que yo iniciara mi vida independiente, están tan ocupados desde, bueno... toda la vida.

Anette y William Smith, mis padres, empresarios empedernidos. Han pasado sus días enteros en el trabajo desde que tengo memoria, llegando a altas horas de la noche a casa y retomando su jornada laboral en la madrugada. Han estado a cargo de un proyecto importante y reconocido desde hace varios años en las minas de Centralia, Pennsylvania, el pueblo en que he crecido.

Y aunque algunos fines de semana los pasan en casa, no hablamos demasiado. La burbuja sobre su cabeza contempla negocios, dinero, orden, Scarlett en casa y no dejar a nadie entrar, en ese orden de importancia.

¿Aburrido? Sí.

Al menos para mi.

Si bien, este hogar no tiene carencias superficiales, es tan pobre en unión, que transmite vacío.

Y, si alguna vez fue difícil afrontar esa falta de atención, hoy hasta me resulta cómodo. Nadie me presiona, nadie me molesta, nadie me escucha, a veces solo soy yo, aquí siempre soy solo yo.

Rojo Escarlata | · En restauración ·Where stories live. Discover now