✨ Delphinus ✨

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Caminabas con calma por el laboratorio, el eco de tus pasos sobre el suelo encerado se mezclaba con el sonido suave del cepillo que usabas para limpiar los restos óseos frente a ti. Tenías el cabello atado de forma desordenada, algunas mechas sueltas caían por tu rostro, pero ni siquiera las apartabas; estabas demasiado concentrada. Frente a ti, el doctor Roald Foreman examinaba con paciencia otra sección del esqueleto, y por un momento ambos trabajaban en silencio, como si entendieran que las respuestas se escondían justo ahí, entre las fracturas del tiempo.

—¿Y estás completamente segura de que quieres ir por Bioarqueología ahora? —preguntó él sin mirarte, aunque sabías que una sonrisa se formaba en sus labios—. Apenas acabas de terminar tu segunda maestría, Lau.

Levantaste la vista apenas, manteniendo el cepillo firme en tu mano enguantada. Lo miraste con una expresión tranquila, casi divertida.

—No me gusta quedarme quieta —respondiste, volviendo a enfocarte en el hueso—. Además, si me dedico solo a eso, lo termino en un año. Tal vez menos.

Lo escuchaste reír con suavidad, ese tono que Foreman solo usaba cuando algo genuinamente le causaba gracia o ternura.

—Eso ya lo sé —dijo, dejando el cúbito sobre la bandeja metálica—. Me pregunto si hay algo que no puedas hacer en esta vida.

—Sí, bailar en público —murmuraste con una pequeña sonrisa, sin dejar de trabajar.

—¿Y qué dice la facultad? ¿Te van a dejar correr también esta vez?

—Sí. Revisaron mis notas y me aprobaron saltearme el examen final —explicaste con naturalidad—. Dicen que ya lo tengo cubierto por los trabajos anteriores. Solo debo presentar la tesis.

—¿Y ya pensaste tema?

—La conservación de esqueletos en suelos volcánicos. Estoy revisando materiales de casos en Sicilia y algunas tumbas en Indonesia —comentaste, mientras cambiabas de herramienta con fluidez.

Foreman asintió despacio, con expresión aprobatoria. Se quedó observándote en silencio durante unos segundos. A sus ojos, seguías siendo esa chica que apareció por primera vez en el laboratorio a los dieciocho, con los ojos llenos de preguntas y esa forma de morderte el labio inferior cuando leías algo interesante.

El zumbido de tu celular sobre la mesa metálica te hizo bajar la mirada. Lo reconociste al instante.

Spencer.

Sonreíste sola, ya anticipando lo que venía. Y sí, ahí estaba el mensaje: Negaste con una sonrisa de lado, tecleando rápido la respuesta:

"Este fin de semana: maratón. Llevo té. Prepara los rollos de canela. Dead Poets Society otra vez, no acepto quejas."

"Obvio, Spen. Están en la lista de compras."

—¿Algo importante? —preguntó Foreman sin dejar de revisar un hueso de la pelvis.

—Spencer. Está armando un maratón de películas para el fin de semana.

Foreman alzó una ceja con ligera curiosidad.

—¿Otra vez Dead Poets Society?

—Tiene algo con esa película —murmuraste entre risas suaves—. Le gusta citar a Keating cuando alguien se toma todo demasiado en serio. Siempre dice que hay que sacar la médula de la vida y no sé qué más...

—Ah, el de las servilletas llenas de cálculos y teorías —dijo con una sonrisa divertida—. Me cae bien. Cerebritos así no se encuentran todos los días.

Interwoven lines - Spencer ReidWhere stories live. Discover now