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Cuando vuelvo a ser consciente, caigo en la cuenta de que todo lo anterior fue solo una horrible pesadilla. Me encuentro temblando, y no es hasta que las manos de alguien me agarran de los hombros y sacudieron mi cuerpo insensible que soy capaz de calmarme un poco y apaciguar los nervios.

—¡Skylar! ¡Skylar despierta! —exclama mi hermanastro. —¿Qué haces tirada en el jardín?

Michael se agacha a mi lado y pasa su pulgar por encima de mi mejilla, limpiándome las lágrimas que no sabía que había derramado. Intenta cogerme en peso, pero le cuesta, sus gruñidos al andar lo confirma.

—¿Dónde...? —intento preguntar, pero mi voz sale a duras penas. —¿Dónde estoy?

—En el jardín, durmiendo en medio de la nieve que se quedó estancada en el porche.

—¿Cómo he... llegado al jardín?

—Eso mismo me estaba preguntando yo —confiesa. —Está bien, ahora después tengo que irme a trabajar, así que llamaré a Ashton para que él se ocupe de ti mientras yo estoy fuera.

Quiero seguir hablando, pero una punzada de dolor me cruza la garganta al más mínimo esfuerzo. Quiero decirle a Michael que no llame a Ashton, que estoy bien, pero eso no sería creíble ahora aún cuando ni he sido capaz todavía de abrir un poco los ojos o intentar acurrucarme a mi manera en el sofá en el que me ha dejado recostada, tapada con una vieja manta de franela.

Cuando por fin el frío abandona mi cuerpo, el sueño comienza a luchar contra mi mente de nuevo, pero esta vez no le dejaré ganar la batalla. Atraigo la manta más a mi cuerpo cuando veo a un Ashton despeinado entrar por la puerta, obligándome a dejar de temblar, pero parece ser que el frío se ha instalado de tal manera en mi organismo que no atiende a mis órdenes.

Cuando mi mejor amigo se sienta a mi lado —el en el suelo a la altura de mi cabeza y yo recostada en todo el sofá –, mi hermano toma la ocasión como una señal para poder marcharse. Un beso en la frente por parte de Michael es lo último que recibo antes de verlo marchar y el característico ruido metálico de la cerradura al echar la llave me hacen saber que ya se ha marchado.

Pasados dos minutos y cuarenta y nueve segundos —aproximadamente —Ashton gira su cabeza y nuestras bocas se quedan a penas a unos centímetros de distancia, pudiendo oler el chicle de menta que lleva en la boca. Tensa los músculos de su espalda y se coloca de rodillas frente a mí, elevando su anterior posición. Me sonríe y coloca sus labios sobre mi frente, manteniéndolos ahí unos segundos de más de lo que viene a ser políticamente un beso. Noto sus labios terriblemente fríos contra mi piel y un escalofrío me sacude la nuca en el mismo momento en el que los separa de mi frente.

—Creo que tienes fiebre Sky, vamos a acostarte en la cama —intento negar ante su propuesta, pero él hace caso omiso de mis palabras.

Con ayuda del reposabrazos del sofá y Ashton consigo al fin ponerme de pie, callando mentalmente a mis músculos doloridos mientras subo —malamente —las escaleras que separan el comedor de las habitaciones y al llegar a la mía, me tiendo en la cama.

—¿Cómo has acabado durmiendo en el jardín? —pregunta Ashton mientras busca en mi armario alguna manta con la que arroparme.

- Yo... —intento explicar, dando las gracias al caramelo de menta que he comido antes por calmar la picazón en mi garganta —la verdad es que no lo sé. Estaba durmiendo y... no lo sé, no sabría decirte ni el cómo ni el cúando.

—Sabía que eras rara Skylar, pero cada día me sorprendes más —ríe Ashton, a lo que yo le respondo con una leve sonrisilla. —Voy a ir a por algo para intentar bajarte la fiebre, espérame aquí.

Asiento y él me acaricia la coronilla, se pone de pie y en dos zancadas cruza mi angosta habitación y se marcha a investigar por mi casa. Escucho sartenes cayéndose al suelo, algún que otro golpe con un armario y un "maldigo a toda tu estirpe" por parte del chico de ojos ambarinos al que yo considero mi mejor amigo. El familiar sonido de unos tablones de madera crujiendo al ser pisados me informan de que Ashton está subiendo de nuevo las escaleras, aunque al llegar a la altura de mi habitación, me guiña un ojo y sigue con su marcha. Abre el grifo para a saber qué y unos minutos después, corta el chorro del agua.

Apenas unos segundos después, lo veo aparecer con un cubo de agua helada y unos cubitos dentro flotando en una mano, y unas toallas pequeñas en la otra. Vuelve a acuclillarse a la altura de mi rostro y nuestros ojos vuelven a encontrarse, aunque parece ser que yo he vuelto a ganar esta batalla de miradas porque no soporta más de tres segundos mirando a los míos.  Dirige su vista al cubo y sumerge una toalla en él, empapándola con el agua helada, para que instantes después, la saque goteando. La escurre con fuerza y del mismo impulso cae del culo al suelo, alejándose unos centímetros más de mí.

—Ten, póntelo, te ayudará a bajar la fiebre.

El  contraste entre el frío del paño y el calor que emano es notable. Musito un "gracias" ante sus molestias y él me corresponde con una sonrisa dentada.

- Duerme, estaré en el salón esperando a tu hermano por si lo necesitas, pero debes descansar.

No por favor, no quiero volver a dormir. No es agradable soñar que crees que has muerto, y cuando vas a salvarte, envejeces alrededor de cincuenta años de golpe y una jauría de lobos te devora. Pese a mis suplicas para que no se vaya, él hace caso omiso y se marcha dejándome sola.

Pasa el tiempo y yo me limito a luchar contra el sueño, pero la fiebre no da tregua.  Al final, acabo perdiendo la batalla con Morfeo y termino sumergida de nuevo entre lo que serían mis peores pesadillas.

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⏰ Last updated: Aug 04, 2016 ⏰

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Last night [l.r.h.]Where stories live. Discover now