-¿Por qué sois así?. Preguntó con franqueza.

-Sois de admirar-. Los ojos de la ninfa tomaron un tono blanquecino, contrastando su bella túnica traslúcida y encantando al por mayor al pobre sátiro. Rió sutilmente mientras que Murdoc veía sus ojos bicolor reflejados en los contrarios. -Las demás ninfas dicen que soy extraña- Metió su mano en el lago y de esta nacieron bellos lirios de agua. -Se separan de mí y mantienen falso respeto. A algunas les desagrada que esté "intacta"-. Dijo la ninfa, la cual resaltó esa palabra que el sátiro comprendió a la perfección. -Muchas dicen que nadie debería acercarse a mí, me llaman bruja- Sollozó. -Cuando ni siquiera he mantenido una conversación de 5 minutos con un macho-.

-¿Bruja?, déjadme decir que se equivocan, pues lo que veo es que ninguna la conoce ni ha de tener la libertad de decir que sois mala-.

Stella río enternecida, sonrojada. -Ahora sois capaz de entender lo bueno que veo en vos, así como usted lo ve en mí- Sumergió sus pies. -No nos conocemos, sin embargo, no me fue de gran esfuerzo saber que usted... - Tomó las manos del sátiro mientras ella se acercaba a el agua. -...Es una criatura bondadosa y considerada-. Y sin decir más, la ninfa se sumergió en el lago.

-Pero sois más que yo...-. Susurró el sátiro a su amada ya ausente.

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Durante 10 días y 10 noches, el sátiro iba a contemplar a la bella ninfa, se contaban cosas mutuamente, compartían gustos y conocían sentimientos nuevos juntos. Jugaban y bailaban, cantaban y tocaban, reían y susurraban; Murdoc tocaba su aulo mientras que la bella Stella cantaba a la luz, fuera del sol o de la luna.

Habían aprendido a amarse, a explorar cada rincón de los primerizos sentimientos que tenía Murdoc y que fueron correspondidos inocentemente por la bella náyades. Pasaban largas horas en el lago, observando los animales y comiendo frutos silvestres que a la ninfa le encantaban.

Stella le había enseñado a quererse, a sacar en cara su verdadero ser y demostrarle a los demás sátiros que todo lo malo que inventaran de él era incorrecto. Así fue que Murdoc logró reconciliarse y aliarse con demás sátiros que aborrecían a su padre. También, aprendió de algunos compañeros a ser mejor cazador y a conseguir mejores frutas y alimentos silvestres.

Murdoc le enseñó que, así como ella daba, recibía, que tenía que hacerse respetar por las demás ninfas. Gracias a esto, Stella había logrado a hacerse amiga de algunas ninfas náyades que la aceptaban como era y que le acompañaban cuando se encontraba sola.

Uno para el otro: juntos se ayudaban, juntos se complementaban.

Sin embargo, su amor se fue conociendo por el bosque. Los sátiros que mantenían aún su rivalidad contra Murdoc, no dejaron pasar de largo el hecho de que mantenía una relación con una de las más bellas ninfas náyades. Es por esto que, junto a aquellas ninfas envidiosas que aún detestaban a Stella, idearon un atroz plan.

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Un día lluvioso, en el cual el verdoso sátiro caminaba por el bosque, decidido a ir a visitar a su casta ninfa, un grito le llamó la atención. Con solo su arco y algunas flechas a su espalda, cambió de rumbo hacía el grito desgarrador y femenino que se oía a lo lejos.

La voz le llevó a una cueva, en la cual, dudoso, decidió entrar, ajeno al peligro que le acechaba en las sombras.

El grupo, que era conformado por dos ninfas y tres sátiros, escapó del lugar, no sin antes haber cubierto la única salida de la cueva con una roca de gigantesco tamaño y haberse asegurado que no se hallara ninguna fuente de alimento dentro de la caverna.

En la cueva profundamente oscura, Murdoc sufrió un lento martirio, azotado por el hambre y las infecciones, hasta que su cuerpo y mente se rindieron. Pero incluso en el abismo de su desesperación, Stella siempre permaneció en sus pensamientos, como una llama que ardía en su corazón, iluminando los rincones más oscuros de su alma. Y en su último latido, Murdoc sintió la presencia de Stella, su amor, su luz, su guía, y supo que incluso en la muerte, su espíritu estaría unido al de ella, para siempre.

En el exterior, Stella aguardaba con el corazón lleno de esperanza, sin saber que la oscuridad había reclamado ya al amor de su vida. Sus ojos, como estrellas en la noche, brillaban con la luz de la fe, esperando que Murdoc regresara a su lado, que su risa volviera a resonar en sus oídos y que su calor volviera a envolverla.

Pero el tiempo pasaba, y el silencio se hacía cada vez más profundo, y así, se quedó allí, esperando, los días se convirtieron en años, en eternidad, y su cuerpo se desvaneció en la sombra, pero su espíritu nunca se rindió, y su corazón siguió latiendo con la memoria de su amor, en un susurro eterno que solo ella podía escuchar...

Desdichada la jóven e inocente pareja, la cual solo consistía en palabras cariñosas, abrazos, mimos y que durante toda la relación solo habían dado un beso...

El primer beso.

ᎷᎧᏒᏋ ᏖᏂᏗᏁ ᎷᏋ  [2Doc]Where stories live. Discover now