Murdoc, ineptamente, intentó salir del agua aferrándose a unas rocas, pero pareciera que el lago le tragaba.

La ninfa náyades observó desde el lejano al pobre sátiro, empapado y con algas encima; le pareció de lo más entretenido. En consecuencia, de su boca escapó la más pura e inocente risa.

-¿Quién sois?-. Preguntó con ojos inquietos pero melozos. Habían descubierto al sátiro.

-Ha de disculparme-. Dijo el azabache apenado con los colores subidos a la cara. ¡Si era un deleite ver a la bella ninfa de lejos, nuestro sátiro se sentía la mínima cosa a su lado!

-No se disculpe, ¿Quién es?-. Stella salió del agua y sin dejar su pregunta al aire, remarcó su intriga.

-Imposible, mi bella señora, que usted no me conozca-. Dijo al saber que su mala reputación corría por todas partes. Murdoc fijó su mirada a los ojos de la ninfa: eran de un color hipnotizantemente negro. -Murdoc, un honor en conocerle-. El sátiro se acerca, se inclina ante ella y besa su mano con reverencia. -En verdad me siento apenado, oh divina ninfa, por haberme dejado llevar por vuestra hermosura. No se enfade conmigo.

La doncella reveló una sonrisa de sonrojadas mejillas. -Gracias, Murdoc, por tu honestidad-.

-Por favor, déjadme saber vuestro nombre-. Murdoc tomó de las manos a la ninfa, ella, insegura, se alejó un poco pero aún manteniendo su comprensiva sonrisa.

-Stella, ninfa náyade elegida para proteger este lago-. Pronunció la bella sin titubear, devolviendo la reverencia. -Nunca le había visto antes, ¿Por qué?-. Preguntó. No es normal que no sepa de los sátiros de la zona.

Los dos se sentaron a la orilla del lago.

-Verá, mi especie me menosprecia a causa de mi mala suerte en la cacería. Mi padre no es de tener el mejor prestigio, y es por eso que no salgo del hogar-. Observó al suelo abatido.

-¿Qué ha hecho vuestro progenitor?-. Preguntó inocente al sátiro mientras lo hechizaba con sus largas pestañas.

-Lo malo más que lo bueno- Sentenció. -Mirad a los ojos y decidme, ¿Cree usted que sea la ruina de mi gente?-. Proclamó sincero.

-Devoto sois a tu gente, pues eso es lo que yo creo. Los ojos son la ventana a el alma-.

-¿Qué puede saber usted, mi doncella?-. Dijo el sátiro de orejas gachas de la vergüenza.

-Dejadme decir, y cambiad vuestra visión, pues yo creo que usted posee un corazón puro y sacro-. Insistió la musa de rostro perfecto. -He de saber que usted es un buen ser, en este poco tiempo, me lo ha demostrado-. Murdoc observó el lago con tal vergüenza, se sentía mal al compararse con la bella dama. -No estéis afligido, ¿Qué ocurre?-. Preguntó con un leve toque de hombro.

-Los sátiros que me conocen, se alejan. A mí padre no le fue de importancia, pero a mí, que no soy como él, me inculpan injustamente de todas sus antiguas quejas-. Esbozó una leve sonrisa que se transformó en una mueca.

-¿Ha sido castigado?-.

-Definitivamente, pero aún así creen que soy igual a él. Por esa razón, es que no salgo de mi refugio. Creen que soy un haragán porque no me va bien la cacería, pero dígame usted, ¿Es malo sentir piedad?. Porque para mí, todos los sátiros la sienten; pero a mí se me es imposible matar hasta por la misma necesidad.

-Me impresiona tu valentía, Murdoc-. La ninfa sonrió mientras posaba la palma de su mano en la contraria. -Nunca he oído hablar de un sátiro con la empatía que vuestro corazón tiene-. El rostro del sátiro se sonrojó mientras miraba a la ninfa.

ᎷᎧᏒᏋ ᏖᏂᏗᏁ ᎷᏋ  [2Doc]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora