EPISODIO FINAL - MI QUERIDA SHEREZADE

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Me senté sobre el pasto, dejando mi bolso a un costado, el lo aparto y se sentó dejando reposar su cabeza sobre mi hombro.

- léeme algo mi querida sherezade - me dijo en voz baja mientras me pasaba el libro de cuentos.

-de acuerdo mi adorado sultan- le recibí el libro y empece a pasar los dedos sobre las hojas en busca de un cuento- acomódese bien.

El estiro su cuerpo en el pasto y dejo caer su cabeza sobre mi regazo mirando hacia el cielo.

- ahi va- le dije mientras nos mirabamos y el me sonreia

Tenia que apartar mi vista o nunca llegaria a leer el cuento

-el espiritu del agua- dije aclarando la voz y apartando mi vista. Al fin.

- prosige mi sherezade - me dijo con una sonrisa leve

-y asi comienza la hisyoria- aclare mi voz una vez mas y prosegui -

Una noche en un antiguo palacio de Japón rodeado de un gran jardín, un hombre se tumbó en la terraza a dormir pues en el interior hacía mucho calor. Por fin concilió el sueño, pero al rato oyó unos pasos ligeros y se despertó. Junto a él había un hombrecillo que se acurrucó a su lado. El hombre no se movió, fingiendo estar dormido y el hombrecillo extendió una mano y empezó a tocarle la cara. Tenía los dedos fríos y mojados y el hombre se quedó aterrorizado. Por suerte el hombrecillo se levantó y se marchó lentamente, siguiendo el sendero que llevaba al viejo lago.

La noche siguiente el hombre ordenó a sus criados que montaran guardia. Quería ver si el pequeño personaje aparecía de nuevo, y sobre todo quería saber quién era y de dónde venía. El criado, que era fuete y no tenía miedo, se tumbó en la terraza con una cuerda gruesa junto a él y esperó, fingiendo que dormía, pero manteniendo un ojo abierto y otro cerrado.Sin embargo, a media noche se quedó dormido de verdad y no se despertó hasta que algo frío le rozó la cara: eran los gélidos dedos del hombrecillo. Entonces el hombre se puso en pie, atrapó al intruso y le ató con una cuerda a la barandilla antes de que pudiese decir ni media palabra.

Luego llamó a los demás, que llegaron con antorchas en la mano. Por fin se descubrió que el prisionero era un viejecito tan pálido que daba miedo, con aspecto enfermizo, vestido con una larga túnica amarilla mojada, como si acabara de salir del agua.

Le hicieron un montón de preguntas, pero él les miraba extrañado y nos respondía.Al final, sin embargo preguntó:

-¿Podríais traerme un cubo de agua, por favor?

Aunque no entendían para que lo queria, se lo llevaron y el hombrecillo primero se puso a mirar el reflejo de su cara en el agua, y después se tiró de cabeza en el cubo, derramando el agua.Del viejo no se encontró ni rastro. Parecía que se había disuelto en el líquido y lo único que flotaba en el agua era la cuerda.

Al final todos entendieron que el misterioso visitante debía de ser un espíritu del agua que de vez en cuando daba un paseo por el jardín y FIN.


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