unique

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"Las personas destinadas a estar juntas están conectadas por un hilo invisible que puede estirarse o enredarse, pero nunca romperse.

Todas sus experiencias pasadas, incluidas las relaciones fallidas y los desafíos, las llevaron a su encuentro. Ciertos lugares y eventos en sus vidas estaban misteriosamente vinculados, sugiriendo que todo tenía un propósito y que estaban destinadas a conocerse. "

૮₍ ⸝⸝ › ̫ ‹ ⸝⸝ ₎ა

Tzuyu nunca imaginó que su vida cambiaría por una ruptura amorosa. Tenía diecisiete años cuando su primer amor terminó de forma abrupta. Se sintió rota, como si una parte de ella se hubiera perdido. Las promesas que compartieron se rompieron, y los recuerdos felices se convirtieron en memorias tristes. Se preguntaba constantemente qué hizo mal o en qué momento las cosas comenzaron a ir mal.

Sin rumbo y buscando consuelo, comenzó a visitar una pequeña heladería cada domingo, siempre pidiendo helado de fresa y sentándose junto a la ventana para observar a las personas pasar. Era un lugar donde podía perderse en sus pensamientos sin que nadie notara su tristeza.

Observaba las risas de parejas que caminaban de la mano y de familias que compartían momentos de alegría, preguntándose por qué su historia no pudo tener un final feliz. Se sentía ajena al mundo que la rodeaba, como si estuviera atrapada en una burbuja de melancolía que no podía romper.

Detrás del mostrador, Sana trabajaba sirviendo helados, ahorrando para un viaje que soñaba hacer algún día. Sus días transcurrían de manera monótona, repitiendo las mismas palabras de bienvenida y despidiendo a clientes satisfechos. Pero siempre esperaba con ansias los domingos, cuando la chica de mirada cálida y melancólica aparecía y se sentaba en la misma mesa, con los ojos perdidos en el horizonte.

No podía evitar notar a la chica triste que se sentaba semana tras semana en aquella mesa mirando a las personas de afuera por la ventana. Observaba cómo sus ojos reflejaban una tristeza que no lograba comprender. Se preguntaba qué historia habría detrás de esa mirada vacía y por qué nunca sonreía. A veces pensaba en acercarse y preguntarle por qué parecía tan herida, pero nunca encontró el valor para hacerlo; no quería parecer entrometida. Así que se conformaba con observarla desde la distancia, esperando que algún día esa tristeza desapareciera.

En ocasiones, añadía una pequeña decoración con chocolate o una cereza en la parte superior, esperando que eso lograra sacarle una sonrisa. Se esforzaba por hacer el helado más bonito posible, deseando que al menos pudiera alegrar su día de alguna manera. Pero Tzuyu nunca lo notó. Su mirada siempre estaba fija en el exterior, ignorando todo a su alrededor.

Estaba demasiado ocupada lidiando con su dolor como para ver más allá de su reflejo en la ventana. La rutina se repetía domingo tras domingo: llegaba a la misma hora, se sentaba en el mismo lugar y se perdía en sus pensamientos, ignorando todo a su alrededor, incluida la chica que secretamente deseaba acercarse a ella. Sana no tenía una razón específica, simplemente sentía el impulso de hacerlo.

Con el tiempo, el dolor comenzó a desvanecerse y dejó de ir a la heladería. Sana también dejó su trabajo poco después, buscando nuevos caminos y sueños. Sin estar conscientes, dejaron de ir a aquella heladería casi al mismo tiempo. Sus vidas siguieron adelante, cada una cargando sus propios sueños, sin saber que sus caminos ya estaban conectados.

Ninguna sabía que sus vidas ya estaban entrelazadas, que estaban destinadas a cruzarse de nuevo. No importaba lo lejos que pudieran estar, aquel hilo jamás se rompería.

Pasaron los años y sus caminos siguieron conectados sin que lo supieran. Coincidieron en los mismos lugares, caminaron por las mismas calles e incluso compartieron una clase en la universidad, aunque nunca se hablaron. Siempre estuvieron cerca, pero nunca lo suficiente, siempre al borde de encontrarse, pero jamás ocurrió...

Jamás ocurrió, hasta aquel día en la cafetería de la universidad.

Sana buscaba un lugar para sentarse con su café, distraída leyendo un mensaje en su teléfono. Al alzar la vista, vio una mesa vacía al fondo y se dirigió hacia allí, chocando accidentalmente con alguien.

—¡Lo siento mucho! —exclamó rápidamente, inclinando la cabeza con vergüenza.

—No te preocupes. —respondió una voz suave, llena de amabilidad.

Cuando sus miradas se encontraron, el tiempo pareció detenerse. Aquella chica sonrió, una sonrisa brillante que parecía iluminar la habitación entera. Sana sintió algo en el estómago, una extraña sensación de familiaridad. Era como si la hubiera visto antes, aunque no podía recordar cuándo ni dónde.

—¿Nos conocemos? —preguntó Tzuyu, ladeando la cabeza con curiosidad.

—No... no lo creo. —respondió Sana, aunque en el fondo sentía que sí. Había algo en esos ojos cálidos que le resultaba increíblemente familiar.

Desde aquel día, comenzaron a verse con frecuencia. Coincidían en la misma cafetería, tomaban algunas clases juntas y hasta tenían amigos en común. Al principio, sus encuentros eran casuales y las conversaciones breves, pero poco a poco se hicieron más largas, las risas más sinceras y las miradas más significativas.

Ambas notaron lo fácil que era estar juntas. La compañía de la otra se sentía extrañamente familiar, como si hubieran compartido miles de momentos antes de conocerse. Ninguna mencionó esa sensación, tal vez por temor a sonar extrañas, o quizá porque aún no comprendían esa conexión que las unía.

Una tarde, mientras caminaban por el parque, comenzó a llover inesperadamente. Se refugiaron en una heladería cercana. Al entrar, Tzuyu tembló ligeramente por el frío y sintió una ola de nostalgia al mirar el lugar.

Sana notó el temblor y, sin pensarlo, rodeó a Tzuyu con sus brazos, acercándola a ella. La diferencia de altura era notable, pero se sentía inesperadamente cómodo.

—¿Sabes? Ahora que lo pienso, sí te conocía desde antes. Estar aquí me recuerda a años atrás... Venías todos los domingos por un helado de fresa. —dijo Sana, mirando las gotas de lluvia en la ventana.

—Sí, venía todos los domingos, pero no recuerdo haberte visto. —Tzuyu sonrió, sus ojos recorriendo el lugar.

—Yo también estaba aquí todos los días... Trabajaba detrás del mostrador. —Sana la miró de reojo, esperando su reacción.

Tzuyu abrió los ojos con sorpresa.

—¿En serio? —

—Sí. —Sana rió suavemente. —Siempre pedías lo mismo y te sentabas junto a esa ventana. Te veías tan triste... Siempre quise hablarte, pero nunca me atreví. —

Mientras caminaban de regreso, Sana tomó la mano de Tzuyu, entrelazando sus dedos suavemente.

—¿No es lindo pensar que siempre hubo un hilo invisible atándonos la una a la otra? —murmuró Sana, sus ojos brillando bajo las luces de la calle.

Tzuyu sonrió.

—Siempre estuviste destinada a ser mi final feliz. —

—Y tú el mío. —

Sus labios se encontraron en un beso suave bajo el cielo estrellado.

No eran solo coincidencias, siempre estuvo destinado que fuera así.

" One single thread of gold tied me to you. "

〰️

holaa, espero ke les guste este one shot, fue algo ke se me ocurrió de repente entonces perdón si no es de lo mejor, lo escribí en un solo día, pero hice mi mayor esfuerzo y espero ke les guste

gracias por leerme :3

invisible string | satzuWhere stories live. Discover now