21 Fantasmas para espantarlas

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Al fin lo había logrado. Cumplí con el plan que Destello me encomendó. Se Sentía increíble haber cumplido con mi palabra de reencarnarlos con éxito. Ahora podía permitirme mantener la calma, ya que el tiempo me daría nuevas tareas por realizar. Era preciso esperar el crecimiento de Destello y Resplandor para que en un futuro no lejano pudiesen amarse.

Yo me quedaría al lado de Destello para verlo crecer. Me quedaba observándolo todo el día. Era entretenido ver su inocente interés por las sonajas que su mamá le había comprado. En ocasiones él me miraba y sonreía. Siempre se encontraba calmadito, ya que no lloraba escandalosamente, ni le hacía berrinches a su mamá para que lo cargue todo el día.

Para mí Destello era un bebito tranquilito, pero parecía que para su mamá no lo era, porque ella daba vueltas por toda la casa. Caminaba de habitación en habitación a cada rato. Salía de la oficina hacia el cuarto de Destello como un fantasma, después se iba a la cocina, volvía donde estaba Destello y nuevamente regresaba a su computador. Ella se fijaba constantemente en una pequeña cámara de vigilancia que tenía instalado en el cuarto de Destello. Bastaba una pequeña queja de su bebe para que ella dejara de trazar los planos en su computadora.

Su amiga, la señora que ahora tenía un demonio en su vientre, notó el corre y corre de la madre de Destello. Para ayudarla, según ella, decidió ofrecerse como niñera. Fue lo peor que pudo pasar para mí, aunque para la ex mujer de Esteban la propuesta fue la mejor. Gracias a ese ofrecimiento, la señora Cielo podía estar todo el día frente a la computadora; en cambio Destello tenía que estar condenado a su nueva nana, quien no dejaba de humedecer sus sensibles mejillas con los constantes besos que le daba. Para ayudarlo a dormir lo arrullaba con su voz chillona sin percatarse de las quejas de Destello. No podía soportarlo, era todo una locura.

No entendía por qué su mamá estaba de acuerdo en dejar a su bebe en manos de una nana. Como madre ella debía ocuparse de las necesidades de Destello, pero no, ya que al parecer quería evadir su responsabilidad de madre. Oro me regañó con lo de siempre, diciéndome que era mi culpa por dejarlo sin padre y que por eso su madre ahora tenía que dejar los cuidados de Destello a otra mujer. No era justo. No me importaron los regaños molestosos de Oro, porque, a pesar de todo lo que él me decía sobre la difícil vida de una madre soltera, yo nunca iba a estar conforme con el remplazo que ella le imponía a Destello.

Elaboré un plan con el fin de espantar a la mujer excéntrica de la casa. Lo que hice fue sostener en mis manos un cuento frente a la amiga de la madre de Destello. Pensé que ella saldría corriendo de la habitación, pero no lo hizo. Esa mujer solo se quedó estática, mirando con interés el libro que flotaba frente a sus narices. Cuando tuvo la oportunidad la excéntrica mujer le contó a la madre de Destello actividad paranormal que presenció. No perdió la oportunidad de ofrecer con algarabía otra limpia en la casa.

No me iba a dar por vencido. Alejaría los malos cuidados de esa mujer. Afortunadamente no esperé mucho para lograrlo, ya que ella no se mostró dispuesta de cuidar bebes ajenos poco después de que el demonio se apoderara de su vientre. La señora se quejó de extraños malestares que su cuerpo empezó a sufrir, el cual Oro atribuyó al mismo demonio. "Pobre mujer", me dijo Oro. No me interesaba en lo más mínimo los males demoniacos que esa mujer sentía, ya que ella no formaba parte de mis intereses.

Suspiré aliviado. Nuevamente la madre de Destello se ocuparía de las necesidades de su bebe como tenía que ser. Fue una victoria corta. Al día siguiente muchas mujeres empezaron a desfilar en la sala de la casa con sus buenas referencias de haber cuidado niños pequeños. La madre humana de Destello las entrevistaba sin despegar su mirada de las sonrientes mujeres.

Era en vano a cuantas aprobaba. Ninguna era digna de cuidar de la reencarnación de un espíritu celestial. Mi desaprobación era suficiente para echarlas de casa con el fin de que no pusieran sus sucias manos sobre Destello. En cuanto una pisaba la casa para cumplir su deber como nana, yo la espantaba moviendo cosas por toda la casa. La imaginación les hacía creer que un fantasma penaba en la casa, por eso salían corriendo despavoridas.

UNA ESTRELLA ENAMORADA |1ra parte|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora