—Yo también te deseo.

—Entonces, podemos tomarnos el día libre y buscar los diarios. O podemos irnos a la cama. Juntas.

A Camila se le encogió el estómago. Sabía que no sería para siempre, pero le gustaba Lauren. Y ya estaba medio enamorada de ella.

—He esperado meses para encontrar esos diarios. Creo que puedo esperar unos minutos más.

—¿Minutos? Me subestimas, esposa mía.

Camila tuvo que sonreír.

—Demuéstramelo.

Lauren la tomó en brazos para salir de la cocina y el corazón de Camila dio un salto por lo romántico del gesto.

—Lauren, no puedes subir la escalera conmigo en brazos.

—Claro que puedo. ¿Quieres apostar algo?

Se encontraron al ama de llaves bajando la escalera.

—Martina, no nos pases ninguna llamada. Mi mujer y yo no queremos que nos molesten.

—Muy bien, señora Jauregui —sonriendo, la mujer se alejó a toda prisa.

Cuando llegaron a la habitación, Lauren la dejó en el suelo, tomó su cara entre las manos y la besó. Rabiosamente.

Camila deslizó los dedos por su pecho, sobre los fuertes latidos de su corazón, al compás de los suyos. Equivocada o no, había tomado la decisión de desatar la pasión que había mantenido sujeta durante tanto tiempo y ahora estaba deseando desnudarla.

Tiró de la camisa para tocar la suave piel de su vientre, admiraró el sujetador negro que escondía sus pechos y disfrutó del calor de su piel. Cuando la camisa cayó al suelo deslizó los dedos por encima de aquella incomoda prenda para quitársela, pero Lauren besó sus manos y las colocó a los lados para quitarle la blusa. Inclinándose, inhaló el perfume de su sujetador de color lavanda y luego bajó las tiras por sus brazos, aprisionándola en una camisa de fuerza de encaje, doblando las copas para exponer sus pechos desnudos a su hambrienta mirada.

Sus pezones se habían endurecido y sus músculos internos se contrajeron de anticipación. Pero Camila contuvo el aliento mientras Lauren inclinaba la cabeza para pasar la lengua por una de las aureolas, chupándola, mordisqueándola. Luego enredó los dedos en su pelo y lo sostuvo allí hasta que la espera resultó insoportable y tuvo que echar las manos hacia atrás para quitarse el sujetador. Necesitaba acariciarla. Ansiosa, bajó la cremallera de sus pantalones y metió la mano para tocarla. Suave, caliente, humeda... Desnuda.

—No llevas ropa interior —murmuró, sorprendida.

—Una pequeña sorpresa —contestó ella, quitándose zapatos y pantalones.

Lauren se quito su sostén para dar libertad a sus senos, grandes, suaves, con sus pezones erectos, pero Camila no pudo admirarla durante mucho tiempo porque Lauren empezó a quitarle la falda, dejando al descubierto una braguita a juego con el sujetador.

—Muy bonita —murmuró, tirando de ella hacia abajo. Luego inclinó la cabeza cerca de su intimidad y respiró profundamente—. Tu olor me vuelve loca.

Cuando la tumbó sobre las sábanas de algodón egipcio, la tela le pareció muy fresca en contraste con las ardientes manos femeninas que le quitaban las bragas... dejándole las sandalias puestas.

Lauren se puso en cuclillas para mirarla a placer.

—Eres preciosa.

Camila había oído antes esas palabras, pero en los ojos de Lauren podía ver que lo decía de verdad. No estaba halagándola para conseguir lo que quería. La deseaba a ella, no sólo sexo. No a cualquier mujer, a ella.

Y, de repente, se dio cuenta de que aquello no era el sexo torpe y sin sentido de su adolescencia. Aquello era... más. Y eso la preocupaba, porque «más» no era parte del acuerdo que tenía con Lauren Jauregui.

Lauren empezó a acariciar sus piernas desde los tobillos, acercándose cada vez más al centro pero desviándose en las rodillas o en el interior de sus muslos hasta que por fin, por fin, estaba donde la quería.

Camila levantó las caderas ante el contacto inicial de sus dedos, pero Lauren se inclinó para poner la cara donde tenía las manos. Entonces hundió la lengua y el grito de éxtasis resonó por todo el dormitorio. Estaba llevándola al orgasmo, pero se detenía a tiempo, repitiendo el asalto una y otra vez hasta que, tensa y desesperada, Camila se agarró a sus hombros, suplicándole con acciones más que con palabras.

—Ahora, Lauren...

Los ojos verdes, cargados de pasión, la mantuvieron cautiva durante un momento. Pero luego se apartó y Camila estuvo a punto de gritar de frustración... hasta que se dio cuenta de lo que estaba haciendo.

¿Quería hacerla suplicar? Pues ella podía devolverle el favor. Con un rápido movimiento quedo como la dominante, sonriendo, pasó suavemente las uñas por sus espalda, su abdomen, sus caderas y, por fin, sus dedos llegaron a su intimidad. Su gemido ronco, la contracción de sus músculos y lo mojada que estaba Lauren se combinaron para excitarla aún más. Cuando creyó que no podía esperar, con manos seguras empezó a masajear su punto de placer.

Pero antes de que pudiera continuar, Lauren la había tumbado de nuevo. Tenía los muslos entre sus piernas y sus dedos rozando la entrada de su húmeda cueva. Lauren la levantó un poco para con las manos, enterrarse en ella y Camila dejó escapar un grito.

—¿Camila?

—No pares, por favor.

—Eres tan estrecha... ¿No serás...?

—No, no, es que ha pasado mucho tiempo. Pero me gusta.

El brillo travieso volvió a sus ojos, aunque la preocupación no se había borrado del todo.

—¿Sólo te gusta?

Camila levantó las caderas, apretándose más contra los dedos de Lauren.

—Me gusta mucho, muchísimo. No puedo esperar...

No tuvo que repetir el ruego porque Lauren volvió a empujar una y otra vez, llevándola al orgasmo más rápido y más profundo de su vida. Un orgasmo que fue como un tornado y que la dejó sin aire, agotada. Pero ella no había terminado. Lauren la convenció para un segundo y un tercer asalto de diferentes formas, antes de reunirse con ella, llenando la habitación con sus gritos de placer.

Y luego cayó sobre Camila, cubierta de sudor. Saciada por completo, Camila cerró los ojos mientras acariciaba su pelo.

Sus aventuras adolescentes no la habían preparado para aquello. No estaba sólo un poquito enamorada.

Estaba total, completamente enamorada de Lauren Jauregui.

Una mujer que sólo tenía relaciones temporales.

No había roto la promesa que se había hecho a sí misma de esperar a la mujer de su vida. Pero había elegido a una mujer que no podía amarla.


Estoy que pido lo siento por el capítulo tan subido de tono jajaja bueh espero que les haya gustado y ¡Por fin! Se han quitado las ganas...  Nuevamente, gracias a todos por sus comentarios, algunos me han hecho reír bastante y por los consejos también, espero y trabajaré para no volverlos a cometer. Sin más, nos vemos en el próximo capítulo. 

The ProposalWhere stories live. Discover now