- SYLITH 1 -

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    Sylith se levantó sobresaltada. Su habitación estaba vacía. Estaba a oscuras, y una brisa invernal entraba por la rendija de la ventana. Su marido Ben aun no había llegado. Sylith había estado esperando hasta altas horas de la noche. Esperaba que su marido llegara de Villaverde sano y salvo.

     Se levantó de la cama y se puso una capa de piel que permanecía colgada de una silla de madera. Se la puso sobre sus hombros y se recogió el largo y rubio pelo en una trenza. Se acercó a la ventana y la abrió de par en par. Un viento gélido la azotó la cara. Vio el gran Lago Gris helado, las altas colinas en las que se situaba la capital, Camino de Plata, y a la derecha del Lago y de la capital el Bosque de los Susurros, rodeado por una espesa niebla.

-¿Dónde estás, Ben?

Sylith se había quedado dormida esperando a Ben, pero su marido aun no había aparecido. Algo no iba bien.

Sylith se quito el camisón de dormir que llevaba y caminó desnuda hasta el gran armario de madera de su habitacion. Lo abrió de par en par y cogió los primeros ropajes que encontró. Se los puso rápidamente y se puso la capa de piel por encima.

Salió al exterior. Hacia mucho frió. La nieve caía lentamente del cielo, pegándose en los ropajes y en el pelo de Sylith. La mujer empezó a caminar dificultosamente por la gruesa capa de nieve. Se dirigía a Villaverde, el pueblo donde había estado su marido el día anterior. Para llegar allí, tendría que cruzar el Bosque de los Susurros. Y una densa niebla se cernía ahora sobre él.

Entonces vio unas huellas en la nieve. Huellas que salían de ese bosque y que iban hacia la capital, Camino de Plata. Las huellas tenían el tamaño de los pies de Ben, de eso no cabía duda. Sylith se cubrió con la capa y desvió su rumbo hacia la capital del reino.

Sylith continuó caminando durante varios minutos. Al cabo de media hora, el sol empezó a brillar. La niebla fue disipándose y el camino se hizo más visible. Las huellas estaban empezando a desaparecer a medida que la nieve caía, así que tenia que darse prisa antes de perder el rastro. Caminó lo más rápido que pudo, esquivando troncos caídos en el suelo e intentando no hacer mucho ruido, ya que había muchos lobos por esos bosques.

Llegó un momento en el que las huellas dejaron de ser huellas: las pisadas dejaron de existir, desapareciendo en la capa de hielo del Lago Gris. En la capa de hielo había montoncitos de nieve, un montoncito cada medio metro: eso quería decir que si su marido había sido el que había dejado las huellas en la nieve, probablemente había cruzado el lago helado y se había dirigido a Camino de Plata.

Anduvo por la capa de hielo lentamente, siguiendo los pequeños montones de nieve, durante varios minutos, y cuando se quiso dar cuenta, se encontraba en el puerto de Camino de Plata. Había muchos barcos amarrados en el puerto, estancados en el hielo, inmóviles, con miles de cuervos sobrevolándolos y sujetándose en sus mástiles y en sus cubiertas.

Sylith siguió los montoncitos de nieve, que cada vez eran mas escasos, y vio que desaparecían junto a las escaleras de uno de los barcos. Era un gran navío de cuatro mástiles, negro como la noche. Sylith se agarró a la escalera y empezó a subir lentamente hacia el barco.

Cuando llegó al castillo de popa, se encontró con un gran saco de patatas tirado sobre la fría cubierta.

RECUERDOS DE ESCARCHA - PRIMERA PARTE DE LA HISTORIA DE KAILOMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora