Cuando creyó que finalmente desfallecería, una puerta apareció ante sus ojos. Había llegado. En aquel lugar, él lo mataría. Lo sabía.

***

En la comisaría se había organizado un importante grupo de hombres para comenzar la búsqueda. Todos sabían que sería como buscar una aguja en un pajar, pero contaban con el recurso humano y la tecnología suficiente para lograrlo.

Yeonjun, junto con Yeji y su jefe, organizaba todo desde la oficina.

Él habría preferido lanzarse a las calles y buscar a Beomgyu hasta encontrarlo, pero su compañera lo había convencido de que lo mejor era que se quedara allí. No era bueno que actuara bajo aquella presión emocional.

Estaban revisando el expediente de Soobin Franklin Massey para encontrar un dato que pudiera guiarlos hasta el lugar al que se había llevado a Beomgyu; sin embargo, Yeonjun se sentía más impotente que nunca.

—Deberíamos haber sido más inteligentes que él —murmuró mientras revisaba unos papeles.

—No te lamentes, Jun —le dijo Jimin—. Nadie lo pudo prever.

—¿Por qué diablos habrá salido con él? —despotricó Yeonjun y cerró de un golpe la carpeta—. ¡Hacía las entrevistas en el loft, nunca se movían de allí!

Yeji lanzó un suspiro. Conocía a Yeonjun y sabía que la desesperación lo estaba aniquilando.

—Ha debido engañarlo con alguna cosa.

Yeonjun movió la cabeza de un lado a otro. ¡Maldito bastardo! Había sacado a Beomgyu de un sitio seguro para llevarlo a su territorio; un territorio que desconocían por completo.

Jimin Park se sentó en la esquina del escritorio del hijo de su mejor amigo.

—¿Qué has encontrado en su expediente?

Yeonjun abrió una vez más la carpeta y comenzó a leer.

—Soobin Franklin Massey, nació hace veintinueve años en Tulsa, Oklahoma. Su padre abandonó a su madre antes de que él naciera y cuando tenía seis años su madre, una alcohólica, lo envió a vivir con unos tíos en San Bernardino, a 450 kilómetros de Fresno. Al parecer, sus tíos eran un matrimonio extremadamente religioso y tuvo adaptarse a vivir bajo sus reglas. —Frunció el ceño—. Aquí dice que lo castigaban y lo encerraban en el sótano de la casa cada vez que cometía alguna falta. Lo dejaban allí durante días hasta que se aseguraban de que había aprendido la lección.

—¡Por Dios! —exclamó Yeji.

—Asistió a un colegio exclusivo para varones hasta terminar la secundaria. Cuando cumplió la mayoría de edad sus tíos lo echaron de casa.

—¡No puedo creer que exista gente así todavía! —comentó Yeji, indignada.

—Sigue leyendo —pidió Jimin.

—Consiguió un empleo en una gasolinera y luego se mudó a Fresno.

—¿Qué pasó con sus tíos? —preguntó Yeji.

Yeonjun buscó en el expediente alguna información más sobre ellos.

—Su tío murió de cáncer hace seis años y su tía sigue viviendo en la misma casa. —Volvió al punto en donde había dejado de leer—. Al parecer, la universidad cambió su visión de las cosas. Fue arrestado un par de veces por disturbios y peleas; cuando ingresó en la fraternidad Delta-Omega, su vida pareció dar un vuelco total. Fiestas, descontrol y su educación de pacato religioso se fue por la borda.

—Allí conoció a Beomgyu Choi —acotó Jimin.

Yeonjun asintió.

—Él estudiaba periodismo y, al parecer, tenían clases en común. En algún momento, la vida de ese miserable se cruzó con la de Beomgyu y allí comenzó su pesadilla. —Volvió a clavar la mirada en la carpeta—. Todo comienza a encajar, de un modo patético, ahora.

Jimin Park frunció el ceño.

—¿A qué te refieres con exactitud?

—Las escenas de los crímenes, los mensajes que dejaba. Todo. — Esbozó una sonrisa amarga—. Olvido: eso es lo que no pudo soportar. La idea de que Beomgyu lo hubiera borrado de su mente fue demasiado para él. Ha sido ignorado y menospreciado durante toda su vida, y Beomgyu se convirtió para él, quizá, en el único motivo importante para seguir adelante. Su obsesión por él solo alimentó el mundo de fantasía en el que vivía inmerso; un mundo en donde alguien, al fin, lo amaba.

—Una obsesión mortal —musitó Yeji. Comenzaba a entender las motivaciones de aquel sujeto. Después de haber vivido bajo el yugo de sus tíos, el mundo nuevo que se abría ante sus ojos debía de haberlo deslumbrado, hasta el punto de no saber distinguir entre la realidad y la fantasía.

Yeonjun asintió.

—Se sentía insignificante y necesitaba hacer algo grande para no ser olvidado. Por eso, las flores durante el cautiverio de Beomgyu eran una forma de pedirle que no lo olvidara. Podía soportar todo, pero no que él no lo recordara.

—Y por eso decidió recordarle a Beomgyu el tiempo que habían pasado juntos y recreó la misma escena con cada una de sus víctimas —acotó Yeji—. Para no ser ignorado nuevamente debía dejar una huella, se valió de los tatuajes para ello.

—¿Y qué hizo durante el tiempo en que Beomgyu estuvo desaparecido?—preguntó Jimin.

—Cuando fue secuestrado estaba terminando el semestre, por lo que nadie notó sus ausencias prolongadas. —Hizo una pausa—. Estaban en época de vacaciones.

Jimin Park los observó a ambos.

—¿Dónde creéis que lo habrá llevado?

Yeonjun se pasó una mano por la cabeza y se reacomodó unos mechones de pelo en su lugar.

—La casa de su tía está demasiado lejos; además, no creo que quiera regresar allí. Aquella no fue una época muy feliz para él. —Centró su atención otra vez en el expediente—. La cabaña ya no es un lugar seguro.

—Tampoco la ha llevado a su casa, hemos enviado un par de hombres al lugar y está vació. De todos modos, pondremos vigilancia permanente por si decide volver —dijo Yeji.

—No lo hará. Es demasiado astuto como para arriesgarse a ir hasta su casa.

—¿Entonces, adónde puede haberla llevado?

Yeonjun se puso de pie y caminó hacia la ventana. Observó hacia el exterior con las manos dentro de los bolsillos de sus pantalones.

No lo sabía. Desconocía la respuesta a aquella pregunta crucial y eso lo estaba volviendo loco.

Fuera, el bullicio y el ajetreo de Fresno seguían su curso. Mientras tanto, en algún lugar de aquella ciudad, Beomgyu luchaba por su vida.

Serial Killer (Yeongyu)Where stories live. Discover now