—Sigue todavía sin recordar —dijo Yeonjun y apretó la mandíbula.

—Es una pena, estoy seguro de que si pudiera recobrar la memoria nos ayudaría a cerrar su caso y a detener los crímenes.

—Lo sé, Jimin. Le he propuesto que consulte a algún especialista; le sugerí que probara con la hipnosis, pero no quiero presionarlo demasiado. Lo que menos desea es recuperar el calvario que debió de ser su vida durante esos tres meses.

—Espero que logremos algo de él, antes de que otro joven inocente se convierta en la cuarta víctima del Asesino de las Flores.

Yeonjun asintió, pero no le confesó que su temor más grande era que Beomgyu fuese el próxima en su lista.

Beomgyu jugaba con el arroz bañado en queso dentro de su plato. No tenía apetito. La imagen de la cabeza ensangrentada de Otelo no desaparecía de su mente. Sabía que le costaría dormir esa noche y que, si no recurría a las «pastillas mágicas» de Kai, se quedaría despierto y recrearía en su mente, una y otra vez, el momento en que había abierto la caja.

—No tienes hambre. —Kai estaba sentado junto a él y tampoco había probado bocado.

Beomgyu negó con un ligero movimiento de cabeza.

—No logro dejar de pensar...

—Shh, ni siquiera lo digas. —Le tocó el hombro—. Sé que no es fácil, pero trata de olvidar lo que ha pasado.

—Si lo lograse con solo desearlo. —Clavó sus ojos castaños en los ojos verdes de su amigo—. Pero no puedo.

—¿Por qué no te recuestas e intentas dormir? Puedo darte un tranquilizante para que logres conciliar el sueño.

Beomgyu miró el desorden de la cocina.

—No te preocupes, yo ordeno todo, sabes que mi manía no me permitirá irme a la cama a sabiendas de que la cocina está hecha — observó alrededor— un pequeño desastre.

—Lo siento, quería preparar el risotto con queso, porque creía que Taehyun se quedaría a cenar.

—No tienes que justificarte, Beomgyu. —La ayudó a levantarse—. Vamos, te vas a dar un baño caliente que te relaje y luego te meterás en la cama. Después, te llevo el tranquilizante y si ves que no puedes dormir, te lo tomas.

Beomgyu asintió sin protestar y dejó que su amigo cuidara de él, al menos por esa noche.

El timbre de la puerta le impidió dar un paso más.

—¿Quién será a estas horas?

—Deja que yo vaya.

Beomgyu miró a su amigo caminar hacia la puerta con cautela y espiar a través de la mirilla antes de abrir. ¿Quién insistía en tocar a esas horas de la noche?

—Es el detective Kim —le anunció antes de abrir.

Efectivamente, Yeonjun Kim estaba plantado junto a la puerta de su casa con una amplia sonrisa enmarcando su rostro.

—Disculpe que me aparezca a esta hora, pero necesitaba hablar con el señor Choi. —Dirigió la mirada hacia Beomgyu que no le había quitado los ojos de encima desde que su amigo había abierto la puerta. La luz que alumbraba el porche iluminaba solo parte de su rostro y el brillo que emanaba de sus ojos azules hacía destacar aún más la profundidad de su mirada. Llevaba el cabello húmedo y unos mechones caían en desorden sobre su ancha frente. Los ojos de Beomgyu bajaron por la línea de su mandíbula y recorrieron la nuez que se acentuaba en su garganta cada vez que respiraba. Un poco más abajo, piel pálida se asomaba a través de la camisa en tonos grisáceos que llevaba puesta.

Serial Killer (Yeongyu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora