Beomgyu comenzó a caminar de un lado a otro por la sala, presa de los nervios. Él lo seguía a una corta distancia. Después de un momento de silencio, por fin habló.

—No me pida eso. —Se cruzo de brazos, un escalofrío le recorrió la espalda cuando el sudor frío entró en contacto con su pecho—. No puedo ayudarle, lo siento.

Yeonjun comprendía perfectamente cómo se sentía. Debía tener toda la paciencia del mundo si quería lograr algo de él. Podía ser un hombre muy persistente si se lo proponía.

De pronto, lo sujetó del brazo y lo obligó a girarse, él lo miró con desconcierto.

—Lo necesito, Beomgyu. Necesito que me diga lo que recuerda para poder detener a ese bastardo.

Beomgyu habría querido correr y desaparecer de la vista de aquel hombre y del mundo entero, de ser posible, pero la manera en que él la estaba mirando le impidió moverse siquiera un milímetro.

—¡No puedo! ¡Déjeme en paz! —le suplicó.

—¡Usted puede detenerlo! —le repitió e hizo un esfuerzo por no levantar la voz y asustarlo aún más.

—¡No! —Intentó soltarse, pero su mano grande le rodeaba el brazo con fuerza.

—Solo dígame lo que sabe.

—¡No puedo! —Se mordió los labios temblorosos—. ¡No recuerdo nada! ¡Nunca recuperé la memoria! —gritó.

Yeonjun entonces lo soltó. No estaba preparado para lo que él le había dicho. Sabía que, cuando había reaparecido tres meses después de su secuestro, no recordaba nada de lo sucedido durante su cautiverio, pero tenía la esperanza de que, después de cuatro años, hubiese recuperado la memoria.

—Sigue sin recordar —dijo con desánimo.

—Sí —murmuró—. El tiempo que estuve desaparecido se borró por completo de mi memoria, los recuerdos de lo que me pasó, simplemente, se desvanecieron.

—Creía que, en estos años, tal vez.

—Creía mal, detective. —Se alejó de él y caminó hacia la puerta—. Como le acabo de decir, su viaje hasta aquí ha sido en vano. No podrá obtener nada de mí, porque no tengo nada para decirle.

Yeonjun no podía marcharse de allí sin obtener ningún resultado.

—¿Ha intentado con alguna terapia regresiva, tal vez con hipnosis?

—No —se limitó a decir mientras abría la puerta—. Si me disculpa, necesito darme una ducha antes de ir a trabajar.

—¿Lo intentaría? —debía usar cualquier recurso para obtener información de él. Estaba seguro de que la solución de su secuestro y de los crímenes estaba enterrada en algún rincón de sus recuerdos.

—¿Usted piensa que deseo recordar? —Sonrió con tristeza—. Lo que menos quiero es traer a mi mente lo que me pasó durante esos tres meses.

—Sería de gran ayuda si lo hace, Beomgyu. —Avanzó hacia él y, cuando quedaron frente a frente, clavó sus ojos azules en los de él.

Beomgyu contuvo el aliento un instante. Notó que no solo había preocupación en ellos, algo más parecía ensombrecerlos.

—Lo siento, detective. —Se hizo a un lado y esperó que él finalmente saliera por la puerta para ya no regresar.

—Esta es mi tarjeta, en caso de que cambie de opinión.

Él no dijo nada mientras le dejaba la tarjeta sobre una mesita.

Luego, salió de la casa sin siquiera volver a mirarlo. Beomgyu cerró la puerta tras de sí y se apoyó contra él. Cerró los ojos con fuerza y respiró profundamente mientras sus manos se abrían y cerraban a los costados de su cuerpo.

—Beomgyu, ¿estás bien?

No escuchó a su amigo que se acercaba hasta que lo tuvo casi a su lado. Abrió lentamente los ojos y, tras mirarlo por un momento, asintió con la cabeza.

—¿Qué quería el guapo?

—Remover el pasado y reavivar viejas heridas —respondió al avanzar hacia la escalera que conducía a su dormitorio—. Pero le he dejado bien en claro que no estoy dispuesto a hacerlo.

—¿No vas a contármelo? —preguntó demasiado intrigado como para dar por terminada la conversación.

—Ahora no, Kai. —Le dio la espalda—. Voy a llegar tarde a la editorial. Hablaremos de ello cuando regrese.

—¿Lo prometes?

—Lo prometo.

Se acomodó la parte delantera de la gorra de béisbol que llevaba y se levantó el cuello de la chaqueta. Hacía casi dos horas que estaba esperando estacionado frente a la jefatura de policía. Sabía que, en cualquier momento, lo vería aparecer detrás de la enorme puerta de cristal erguida junto a las escalinatas que conducían al interior del lugar.

Lo sabía porque lo había visto entrar un rato antes, y estaba dispuesto a esperarlo hasta que volviera a salir.

Al verlo bajarse de su Lexus, supo que estaba de mal humor. Desde la distancia que los separaba, pudo percibir la expresión furibunda en su rostro. El detective ni siquiera había notado su presencia. Se había asegurado de estacionar su viejo automóvil a una distancia prudencial, la suficiente para poder observarlo y, al mismo tiempo, pasar desapercibido casi por completo.

Sonrió satisfecho. Estaba seguro de que él lo conduciría hasta su amado.

Sin saberlo, el detective la pondría nuevamente cerca, al alcance de sus manos una vez más. Y esa vez, las cosas serían muy diferentes ya no volvería a escapar. No le daría esa oportunidad, porque no se la merecía.

Aquella vez el final sería diferente, más radical, más trágico. Solo había una forma de que ambos estuvieran juntos para siempre y él lo conocía mejor que nadie.

Subió un poco más el cristal de la ventanilla y luego se frotó las manos en la tela rugosa de sus vaqueros. Estaba a punto de encender el tercer cigarrillo de esa mañana cuando lo vio salir. Iba acompañado por una mujer pelirroja. «Su compañera», supuso, mientras los observaba subirse al automóvil de él.

Sin titubear encendió el motor y asió con fuerza la palanca de cambio.

Agachó la cabeza cuando el Lexus gris plata pasó junto a él. Segundos después, lanzó un vistazo al espejo retrovisor y se puso en marcha.

Serial Killer (Yeongyu)Where stories live. Discover now