—Busque huellas en la banqueta y en la puerta de la cocina —le indicó—. Es muy probable que se haya marchado saltando por aquí.

—Por supuesto.

Se quedó observando con atención cómo el forense echaba un polvillo oscuro sobre la banqueta para luego levantar las huellas dactilares. Yeonjun dudaba que alguna de ellas perteneciera al asesino, pero, aún así, no podían dejar pasar nada por alto. Cometería algún error y, entonces, finalmente, lo atraparían.

—¿Quieres un poco? —Yeji le ofreció un vaso de té helado.

—No, gracias. Sabes que detesto el té —gruñó Yeonjun desde su escritorio.

—Si bebieras un poco menos de café y probaras mi delicioso té verde no tendrías ese humor tan —levantó la vista al cielo raso y busco un adjetivo que no ofendiera a su compañero— especial.

—Sabes que no puedo vivir sin mi ración diaria de cafeína —replicó e intentó esbozar una sonrisa—. Será mejor que nos pongamos a trabajar.

—Sí, será lo mejor. — Acercó su silla al escritorio de Yeonjun y comenzó a leer unos papeles que sacó de una carpeta.

—He revisado una y mil veces el caso de la muerte de Sunoo Kim y, cada vez que lo leo, me aterran las coincidencias con la muerte de Jungwoon Yang —dijo y lanzó un suspiro.

—¿Qué fue lo que te dijo la amiga de Jungwoon?

—Que comenzó a preocuparse cuando faltó a su cita sin avisar y luego no respondía al teléfono. —Sacó su libreta de anotaciones—. Según ella, llegó a su casa cerca de las siete y treinta, como Jungwoon no respondía, tomó la llave que él misma le había dado y entró a la casa, el resto ya lo sabes.

—¿Te dijo algo del aspecto que tenía Jungwoon cuando la encontró? — quiso saber.

—Sí, me comentó que le extrañó muchísimo verlo vestido así y peinado con rizos. Según ella, Jungwoon nunca usaba esa clase de ropa, y rara vez usaba rizos.

—Lo que tenemos, entonces, es que ambas víctimas tienen cierto parecido a alguien que pertenece a su mundo. Su fantasía consiste en hacerlos parecer lo más parecidas posible a ese alguien a quien busca representar una y otra vez.

—Tal vez, la clave sea descubrir quién es ese hombre —comentó Yeji mientras arrojaba su libreta sobre las carpetas.

Yeonjun asintió en silencio. Sus ojos azules se habían clavado en la pizarra ubicada detrás del escritorio en donde iban registrando los pormenores del caso. De repente, dio un respingo y saltó de su silla.

—¡Por Dios, Kim! ¿Quieres matarme de un infarto o qué?

Él ni siquiera la escuchaba; su atención estaba en las fotografías de ambas víctimas.

Yeji se le unió y se cruzó de brazos.

—¿Y bien?

—Hay algo familiar en ellos —dijo y frunció el ceño. Recorrió ambos rostros, una y otra vez, mientras buscaba algo que le dijera que no estaba equivocado.

—¿Qué quieres decir?

—Yo he visto antes a ese hombre, Yeji —aseveró y la miró.

—¿Te refieres al hombre que el asesino quiere revivir en su fantasía?

—Sí, sí. —Cruzó la oficina como una tromba y, a grandes zancadas, dejó el pasillo atrás.

Yeji corría detrás de él, pero sabía exactamente hacia dónde se dirigía su compañero. Bajaron las escaleras que llevaban al sótano y, cuando Yeji logró alcanzarlo, él ya estaba revisando uno de los expedientes abandonados en un viejo fichero de metal. Yeji echó un vistazo a lo que se había convertido en la oficina de casos no resueltos.

Serial Killer (Yeongyu)Where stories live. Discover now