Cap.2 -Un Pelirrojo

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                Cuando era pequeña, una vez mi padre me dijo que todas las personas tenían una estrella en el universo. Le creí. Solía mirar el cielo por las noches antes de dormir, las luces impactantes, el silencio reconfortante y la magia reflejada. Pensar que el cinturón de Orión eramos nosotros tres. Una estrella para cada uno. Mamá, papá y yo.

Lamentable crecí y las cosas hermosas e interesantes que te parecen en un principió, son irrelevantes. Tan fugaces como la niñez, tan dolorosa como el resto de la vida.

        No pasaba de las cinco de la madrugada cuando comencé a escuchar gritos por toda la casa. Con las luces prendidas y dos mujeres preparándose para salir, era un completo caos.

          —¡No encuentro mis botas nuevas! —Escucho gritar a alguien desde arriba. Probablemente la sala. —¡Es que no puedo ir a París sin mis botas nuevas!

          —Yo no estoy para tonterías, si no estas lista en diez minutos nos iremos sin las botas ¿Me escuchaste?

Los gritos cesaron y me abrí paso a un nuevo sueño, hoy era mi día libre. Griselda se iría a París un mes antes del inicio de clases y Marry la acompañaría. Solo tendría que aguantar al pesado de Dylan pero ese no era un problema mayor.

Cuando creí que iba bien. Dos seres se entrometen en mi cuarto olímpicamente. Una discusión había iniciado y si no fuera por el hecho de escucharlos hace unos minutos antes, juraría que eran un par de ladrones tratando de someterme a un asalto injustificado. ¡Horroroso!

       —¡Mis botas son más importantes Dylan! ¡Tengo diez minutos antes del desayuno para encontrarlas!

       —¿Te parece el único problema? ¡No quiero ir a Motleys con Ellie!

       —Mis botas son mucho mas importantes.

       —Claro que no.

       —¡Que si!

       —¡No!

       —¡Si!

       —¡Griselda!

       —¡Dylan!

Esto es un infierno. Ridículo, atroz, dejen de reprimirme en su odio y dejen dormir. ¡Por el amor de Atenea!

        Me paro del sillón donde duermo, con firmeza para llamar su atención. Pero soy muy pequeña para ellos que ni notan que existo. Mi única alternativa es tocar sus hombros logrando que se callen y volteen a verme.

        —Tus botas se encuentran debajo de tu cama —Le señale a Griselda. Quien produjo un oh mudo y se echo a correr fuera de la habitación. Luego me dirigí al castaño: —Ayer hable con tu mamá. Lo siento, tampoco me hace mucha gracia pero tendré que acompañarte.

ELLIE CORRE ¹ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora