Capítulo XXXIV

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«Es posible salir adelante, no importa qué tan difícil parezca»

— Nicholas Spark.

🥀🥀🥀

Julietta.

Había demasiada oscuridad en aquel lugar, con la palma de mi mano podía sentir el frío apoderarse de las paredes rocosas. Escuché risas de niños, después de un recorrido logré asomarme al lugar en donde provenía. Había fuego, varias personas preparando alimento y los infantes corrían de un lado a otro disfrutando de la fresca noche.

—¿Qué haces? —la voz madura de un sujeto a mis espaldas me hizo voltear.

Estaba sentado en lo más oscuro de la cueva, cerca de donde había venido. Tenía entre sus manos una piedra blanca con algunos destellos azules.

Las iris de sus ojos eran de un marrón demasiado claro, podría confundirse con el anaranjado de un atardecer. Era lo único que podía distinguir, el resto estaba oculto debajo de un manto oscuro con el que se cubría.

—Solo miraba—musité como respuesta.

—No es a lo que me refiero—guardó la piedra entre sus prendas—. Conoces la verdad, ¿qué harás al respecto?

Su voz me era demasiado conocida, pero había algo más en el sentido de sus palabras.

Observé a los infantes jugando, el viento sopló levemente, todo se sentía demasiado real. Pero no era solo un recuerdo, se estaba comunicando conmigo a través de esa ilusión.

—¿Por qué aparece ahora?

Aunque los detalles de su apariencia eran escasos, el brillo de las luciérnagas que nos acompañaban me indicaban aquella posibilidad.

—Creí que me buscabas—levantó una vez la mirada para verme directamente—. Aunque, no es el mejor momento.

Era el hombre que robó mis recuerdos. Los insondú me lo estaban confirmando con el brillo tan insistente. Podría ser suficiente para sentir una furia incontrolable, para exigirle que me los devolviera.

Aun así, había algo en sus palabras que me hacía detenerme. Era una confianza demasiado absurda, pero intentaría encontrarle el significado.

—Necesito su ayuda.

Pocas veces había pronunciado aquellas palabras. El hombre no despegó su mirada. Se incorporó hasta acercarse, luego se agachó quedando a mi estatura y colocó una mano sobre mi hombro.

—No es cierto, puedes hacerlo tú misma.

Cuando desperté, una amarga sensación me recorrió. Hasta un punto era decepcionante.

Nadie más podría apoyarme en esto. Era algo entre Adelaide y yo. Pero, no podía negar el temor que eso me causaba, aunque Corolla dijo que no podría regresar, el Suus podría encontrar la manera de traerla devuelta.

Pasé el resto del día pensando en aquella conversación. El lugar también me parecía familiar, quizás estaba basado en algo de mi pasado que ignoraba. La existencia de aquel sujeto podría depender de mis propias posibilidades para encontrarlo y recuperar lo que había osado en arrebatarme.

Pero, no era lo primordial.

Habían pasado al menos cinco días estando al cuidado de Corolla, brindando mi apoyo en sus responsabilidades, indagando en los libros de aquella habitación y sumergiéndome en mi propia mente. La última actividad tuve que abstenerme después de que Corolla lo considerara como algo demasiado arriesgado, Adelaide siempre me retenía en alguno de sus recuerdos y cada vez me era más difícil volver.

Era decepcionante, sin embargo, tenía razón. Podría estar creando alguna oportunidad para hacerla volver y era mejor evitarlo.

Para el anochecer salí del refugio. El aire fresco era reconfortante y la oscuridad a mis alrededores estaba tranquila, sin presencias abrumadoras fuera del campo protector de la ninfa oscura. Pequeños destellos aparecieron casi de inmediato, extendí una mano en donde se posaron un par de ellos.

La tranquilidad que me producían era asombrosa, los dejé continuar volando, pero una permaneció sobre uno de mis dedos.

Su destello era parpadeante, pronto observé algo a través de su brillo. Unas montañas rocosas, un seco arbolado con tonos grises. Se acercaron a un árbol más alejado del entorno en donde había una figura, reconocí de inmediato sus facciones. Había pasado un tiempo desde que vi sus ojos abiertos con esos destellos azules.

Volteó hacia el destello por donde lo observaba, luego saltó del árbol y la imagen desapareció. La luciérnaga se alejó de mi mano.

—Parece que ya tienes algo en mente, querida—la repentina voz de Corolla ya no me sorprendió.

Todavía no lograba acostumbrarme a sus inesperadas apariciones. Quizás era demasiado distraída o siempre me encontraba en los momentos más decadentes.

Los insondú me lo estaban indicando claramente.

—Más bien, algo concluso.

Formó una sonrisa.

—Quizás tengas más probabilidades que ese mestizo.

—No quiero interferir en su camino—era algo que decía con sinceridad—. Aunque ya hay gran distancia.

—Puedo ayudarte con eso.

Volvimos al refugio oculto tras aquel árbol. Los insondú me habían mostrado las cosas por alguna razón, solo podía confiar en lo que me indicaban. Era algo arriesgado y debía tener algo en mente que, de ser necesario, enfrentaría a Denrek una vez más.   

Destello Nocturno ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora