—¡Necesitamos un médico con urgencia! ¡Este muchacho se está muriendo! —gritó e irrumpió en la sala de emergencias.

Dos enfermeras se acercaron a él y lo guiaron hasta un pequeño cuarto rodeado de cortinas blancas.

—Por favor, señor, recuéstelo sobre la camilla y retírese —le pidió una de las enfermeras.

Burt la colocó con sumo cuidado sobre la camilla fría y, antes de dejarlo allí, le apretó la mano.

—Señor, debe retirarse.

—Sí, sí. —Retrocedió unos pasos y, a través de las cortinas entreabiertas, pudo observar a los médicos abalanzarse sobre él con agujas y unos estetoscopios que colgaban de sus cuellos. Con una pequeña linterna esculcaban las pupilas de sus ojos.

Escuchó palabras que no alcanzó a comprender, mientras una de las enfermeras le ponía una máscara de oxígeno que le cubría casi todo el rostro. Otra enfermera se acercó nuevamente a él para ordenarle que se marchase de allí. Echó una última mirada a aquel joven que parecía estar librando una batalla, en clara desventaja, contra la misma muerte. Salió y se reunió con su familia para hacer lo único que estaba a su alcance, orar y esperar que todo saliera bien.

—¿Señor Paddington? —Un sujeto desgarbado y de cabello negro se detuvo frente a él.

—Él mismo —respondió Burt y se levantó de su asiento.

—Soy el comisario SeokJin Kim. Tengo entendido que usted y su hijo han encontrado a un joven moribundo en los bosques que rodean el lago Big Bear. —Extendió la mano.

Burt se secó el sudor acumulado en la palma de su mano debido a los nervios y a la angustia de la espera, y respondió a su saludo.

—Así es, esta mañana, mi hijo Tommy —señaló al pequeño, que dormía sobre el regazo de su madre cerca de ellos— había salido a poner algunas trampas, y ha sido entonces cuando lo ha encontrado. Ha corrido a alertarnos y me ha llevado hasta el lugar donde lo había visto. Estaba muy mal cuando lo encontré. Sin perder tiempo, lo hemos traído hasta Loma Linda y estamos aquí esperando que nos den alguna novedad —explicó.

—Está bien. —Le sonrió afable.

Burt Paddington se dejó caer en su asiento, pero se puso de pie al instante.

Un médico atravesaba el pasillo y caminaba raudamente hacia ellos.

Burt lo reconoció como uno de los que había atendido al joven en la sala de emergencias.

—¿Los señores son familiares del joven que ha ingresado esta mañana?

—No, doctor —respondió Burt—. Nosotros lo hemos traído, pero ni siquiera sabemos quién es.

—Doctor, soy el comisario Kim —intervino el policía—. Alguien de su hospital nos ha llamado.

—Sí, es evidente que el joven ha sufrido alguna especie de tortura. Tiene varias laceraciones en las muñecas, presenta también un deterioro general, además de desnutrición y deshidratación aguda—indicó con seriedad—. Este joven ha recorrido un largo trayecto antes de ser encontrado, sus pies están muy lastimados.

—¿Se va a poner bien? —Burt hablaba por él y por el resto de su familia que se había unido a la conversación para ponerse al tanto de las novedades.

—Deberá permanecer un tiempo internado, pero el pronóstico es bastante alentador. —Palmeo el hombro de Burt—. Si no lo hubiesen encontrado, no habría resistido otro día más en aquel bosque.

Burt Paddington no era un hombre que se emocionara con facilidad, pero aquellas palabras le provocaron un nudo en la garganta. Asintió y se quedó en silencio mientras apretaba la mano de su esposa.

Serial Killer (Yeongyu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora