2. Una idea imprudente

25 3 0
                                    

Leo despertó aquella mañana algo aturdido. Por un momento, pensó que estaba en su casa, pero al poco rato recordó dónde se hallaba. A su lado descansaba su peluche. Había llorado durante casi toda la noche sin que nadie más se enterara. El día anterior, cuando llegaron a la casa rural, Leo se sentía tan triste que no pudieron realizar ninguna actividad, y se quedó encerrado jugando en su cuarto, solo.

Desde la cama contemplaba su dormitorio. No era tan grande como el de sus padres, pero tenía algo que le hacía sentirse a gusto. Se levantó y abrió las persianas para que la luz entrara. Desde la ventana se veía el hermoso paisaje boscoso, que, por un lado, le atemorizaba y, por otro, llamaba su atención. A Tommy no le habría dado miedo entrar en ese bosque, con lo curioso que era. Recordó las grandes aventuras que habían vivido juntos; miró el peluche y una idea le vino a la mente.

—Buenos, días hijo mío, veo que estás despierto. —Entró Andrea por la puerta. Llevaba su cabello negro recogido en dos coletas; a Leo le divertía que su madre se pusiera el pelo así. Sus ojos castaños reflejaban preocupación por él, aunque tratara de ocultarlo con su apariencia.

—Hola... —murmuró Leo.

—Ven, el desayuno está listo —dijo con cariño.

Leo fue con su madre a la cocina. Su padre había preparado zumo y algunas tostadas. Raúl tenía el pelo y los ojos como su hijo. Antes, Leo imaginaba que cuando fuera mayor se parecería a su padre, y eso le enorgullecía, pero ahora esas cosas le importaban poco.

Los padres de Leo parecían muy contentos con todos los planes que tenían preparados para ese día. Querían hacer senderismo por el bosque y tal vez recolectar algunas setas. Eso sí, junto a Xabier, que conocía la zona. A Leo todo le daba absolutamente igual, salvo la idea que rondaba por su mente desde hacía varios minutos. Acarició al peluche y se esforzó en comer algo. Necesitaría fuerzas para llevar a cabo lo que se le había ocurrido.

Al terminar el desayuno le dijo a sus padres que se quería duchar. Se llevó su ropa y se vistió en el baño. Sus padres también se prepararon. Cuando ya se había vestido, encendió la bañera para que creyeran que se duchaba y se dirigió a la cocina sin que nadie le oyera. Metió en una mochila un par cuentos, algo de fruta, una botella de agua y chocolatinas. Con sigilo, salió de la casa dispuesto a adentrarse en el bosque junto a su peluche. Como sabía que a Tommy le hubiera gustado explorar la arboleda, pensó que sería una gran idea hacerle ese homenaje en compañía del peluche que tanto le recordaba a su gato, y superar el miedo que le producía ese misterioso lugar.

* * *

—Leo, ¿te queda mucho? —llamó su madre a la puerta del baño, al notar que su hijo llevaba ahí más de media hora.

Al no recibir respuesta Andrea abrió la puerta. Leo no se hallaba en ningún lado a pesar de que el agua estuviera cayendo, lo cual le produjo una gran sensación de angustia. Llamó a su marido nerviosa. Ambos comprobaron si Leo se escondía en algún rincón de la casa rural o del jardín. Al no encontrarle en ningún sitio se temieron lo peor: que su hijo se hubiese adentrado en el bosque. Fueron directos a buscar a Xabier para que los ayudara a encontrarlo.

...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora