De cuando a una le sangra la nariz

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Sangre, sangre, sangre. Se había bajado así del 71 y así, sangrándole la nariz, vino a mi casa. Su blusón se había manchado terriblemente, y la rodilla de su pantalón pitillo se había rajado. Apenas entró, le di un algodón para frenar un poco la hemorragia y le pregunté qué le había pasado.

—El tarado de las mudanzas, eso pasó —dijo con voz gangosa—. El muy bruto descargaba los muebles como si la vereda fuera de él. Doblé la esquina corriendo porque se me iba el colectivo y me lo llevé puesto. Encima ni perdón me pidió, como si la culpa la tuviera yo, ¿viste?

—¡Qué imbécil! Mirá que hay tipos poco caballeros en este mundo...

—La verdad, tenés toda la razón... Pero bueno, la cosa es que en este estado, preferí venir acá, que está más cerca; imaginate que si iba a casa me desangraba en el camino. Espero que no te moleste, pero fuiste la primera persona en quien pensé —Y miró por la ventana cómo bajaba el sol.

—¿Cómo me va a molestar? Juli, yo sé que entre nosotros no quedó todo re bien, pero ya te aclaré que yo estoy, sigamos o no juntos... Además sería muy forro de mi parte verte así lastimada y no dejarte pasar. No me gusta verte mal, ¿sabés?

Julia se dio vuelta y pareció como si la luz rojiza del atardecer se hubiera anclado en su rostro. No pudo soportar mi mirada, porque bajó los ojos. Luego, se palpó la nariz; la sangre se le había coagulado alrededor del orificio izquierdo y le dolía un poco, pero en lo demás ya estaba bien. Se quitó el algodón ensangrentado, fue hasta una esquina de la habitación y lo tiró en el cesto. Después, volvió a ponerse frente a mí y me dijo que se iba, que gracias por todo y que perdón por la molestia; y todavía con el ocaso en el rostro, se fue con su blusón manchado y su pantalón pitillo a tomar el 71.

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⏰ Última actualización: Jul 20, 2015 ⏰

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