Minji se encontraba ahí, sentada en el regazo de Yoohyeon, observando con ojos desérticos a dos mujeres intentar quitarse la vida mutuamente mediante golpes. Su respiración era pausada y sus labios estaban húmedos por la cantidad de besos que Yoohyeon había dejado en ellos; salados y devotos. Cada beso cargado de deseo y lujuria, profusos de sal. Apretaba una mano en el muslo de Yoohyeon sin apartar la vista de las peleadoras. Todo su cuerpo cubierto por una capa de sudor perlado debido al calor que consumía el Under esa noche. Yoohyeon lamía su nuca, repasando con sus manos vendadas los suaves brazos de Minji. Vio como una de las mujeres caía al suelo, su cabeza cubierta en sangre. Cerró los ojos e inclinó la cabeza hacia atrás, apoyándose en el hombro de Yoohyeon. La ladeó dejando expuesto su cuello para que su dueña lamiera y mordiera a gusto.
—Me enferma cómo te miran. —Susurró Yoohyeon lamiendo el lóbulo de su oreja.
—¿Quién me mira?
—Todas. —Minji esbozó una leve sonrisa. Los celos de Yoohyeon eran algo que no iba a cambiar. En ese punto, ya no quería que cambiaran—. Tengo que quebrar unos cuantos huesos y después nos largamos a nuestra celda, Tokki.
—Sí.
—Hoy voy a lamer cada parte de tu cuerpo. Voy a comerte con mi boca.
—S-sí, lo harás, ¿verdad? —Susurró para sí misma. —Vas a devorarme...
Minji llevó sus ojos a las luces del techo y gimió ante las caricias de Yoohyeon. Esa noche, todo se veía borroso. Silent Night consumía sus días, sus vidas, pero para Minji no era más que un tiempo aislado; una dulce pesadilla de la cual no quería ser despertada. Era la tercera vez que visitaba aquel antro de muerte. Era la primera vez que realmente quería estar ahí. Vio de reojo a Siyeon, sentada sobre un sofá con una morena montada en su regazo, balanceándose como una puta profesional ante un sultán. Sua se encontraba a poca distancia, vociferando junto a Gahyun mientras miraba la pelea, ignorando por completo a la princesa y su descarada infidelidad. La mano de Yoohyeon se cernió sobre su abdomen, posesiva y firme, sacándola de su pequeño trance. Sollozó de placer cuando Yoohyeon comenzó a recorrer su sexo, despojadas de cualquier escombro de pudor. ¿Cuántos porros había fumado? No lo recordaba con exactitud, pero habían sido los suficientes para aligerar el peso de su alma. Estaba perdida, había sido arrasada por la corriente hasta el escondrijo del pecado. Cegada por una necesidad enfermiza de tener a su dueña con ella. Con el miedo como una bestia hambrienta, carcomiéndole las entrañas. Ese día se había enterado de la fosa y una parte de su cordura se había perdido. Había sido Sua quien le había contado sobre aquella macabra entretención que organizaban los capos de Europa. Minji se negó a creerlo e ingenuamente le pidió a Yoohyeon que no participara. Tan patética, abrazándose a ella como si su vida hubiera dependido de ello.
"No puedo hacer eso, conejita. Sabes que no puedo... pero lo que sí puedo hacer es destrozar a cada hija de puta y volver aquí pronto para amarrarte a la cama y que gimas como gata en celo mientras te hago mía."
Su dueña iba a participar en aquel combate, en aquella denigrante pelea donde sería expuesta como bestia de sacrificio para el deleite de aquellos con dinero y poder. Un juego sórdido donde solo una mujer podría ser coronada como vencedora. Solo una sobreviviría y el resto terminaría pudriéndose bajo tierra, comidas por gusanos. Y ahí estaba, tragándose cada sobrante de humanidad solo para tener los brazos de Yoohyeon a su alrededor un poco más. Observando a las peleadoras de prueba, una distracción burda realizada por Mingi para encender a los posibles inversores de apuestas. ¿El verdadero motivo?, presumir a la emperadora de Silent Night, a la leyenda urbana de la que se contaba en los ghettos penitenciarios.
—¿Qué te parecen las nuevas? —Minji levantó la vista.
Mingi se encontraba de pie, una mujer colgaba de su brazo. Curvas prominentes y sonrisa falsa. Devoraba con los ojos a su dueña.
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P R I S I O N E R A (Jiyoo)
FanfictionCuando Kim Minji escuchó la sentencia del jurado, el mundo se desmoronó ante sus fanales vidriosos e índigos, condenada a cinco años de prisión por una negligencia médica que no cometió, fue trasladada hasta una prisión de máxima seguridad, tenía su...
