Capítulo 1:

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Me quedé observando a lo lejos el pueblo de que escapaba. No se crean que acaso soy una asesina o quien sabe que, yo solo soy una mujer si me puede seguir llamando así.



De lo que yo escapo es de James, o como todo el mundo lo conocía, Alfa. Él no era un Alfa que quiera ni un poquito a su Luna. Bueno si el amor se mídase en puñetazos y moratones, el sería el mejor de todos ya que jamás vi una rosa suya después de entregarme a él.



Me maltrataba física y psicológicamente. El solo me quería como útero para engendrar a su heredero. De otra forma no. La verdad dolía aunque no tanto como las cotillas o huesos rotos con los que alguna vez acabé. Dolía que no me quisiera como yo a él ya que a pesar de todo yo le amaba.



El aparecer no porque cada noche iba al prostíbulo de mujeres lobo para tener relaciones sexuales con alguna de las putas que trabajaban ahí. A mí solo me tocaba una vez a la semana íntimamente, yo a él no porque no me dejaba.



Me quedé embarazada tres veces y esas tres veces las perdí gracias a las palizas que me daba sin sentido alguno. Si al menos pudiese decir que le enfade o algo. Pero no, llegaba enfadado a casa y me golpeaba, llegaba borracho a casa y me golpeaba, llegaba bien a casa y me golpeaba. Cualquier cosa que hiciese bien o algo mal acababa llena de moratones y heridas.



Yo sufría en silencio. Un silencio asesino y suicida. Pero jamás pensé en eso. Jamás pensé en quitarme la vida. Solo sufría y lloraba mis penas en los ratos a solas mientras Alfa iba a cazar o algún sitio que ya no recuerdo. Y a veces lo que más me dolía era sonreírle después de que me hubiese pegado para demostrarle que no me dolía cuando en realidad quería aullar de dolor y llorar. Pero si lo hacía sabía que sus brazos jamás me rodearían ni por una milésima de segundo o que al menos me dijese "Tranquila, lo siento".



Esas eran las únicas palabras que yo quería oír. Me conformaba con un simple "Lo siento" dicho de corazón. Puede que si alguna vez lo hubiese dicho mi corazón seguiría entero aunque estuviese magullado y herido. Pero en mi pecho ya no había un corazón. Solo había un agujero negro lleno de miedo, ira, rencor. Aunque en el fondo, muy en el fondo de mi ser, le amaba de la forma más sincera que podía amar muy a mi pesar. Quería dejar de hacerlo pero sobre se sentimiento no se manda. Solo se siente y a veces llega a doler tanto o más qué una daga de plata clavada en el pecho.



Aguanté y aguanté por cuatro horribles años pero mi paciencia se había agotado al igual que mi resistencia a sus golpes. Al principio dolían poco y sanaban al siguiente día. Pero poco a poco fui sintiendo más dolor y las fracturas tardaban más en sanar. Y eso no era bueno ya qué a mis huesos no les daba tiempo a soldarse ya que el volvía a golpearme de forma más brutal qué la última vez.



El último día que me pegó fue anteayer. Me golpeó de tal forma y con tanta brutalidad qué hasta qué no le rogué llorando, con la cara llena de sangre, que parará no lo hizo. Y el muy sádico dijo que debía curarme ya que nadie debía ver mi cara así ya qué era su Luna y debía estar radiante ante el pueblo.



Me curó el pero mientras lo hacía podía ver en sus ojos un brillo siniestro al ver lo que había conseguido hacerme. Un brillo qué me hizo temer por mi vida más que nunca por eso decidí marcharme de ahí.



Sabía que me conseguiría encontrar ya qué yo estaba marcada y su olor permanecía en mi presencia alejando a cualquier hombre con otras intenciones ocultas de mí. Aunque no le sería tan fácil. Al haber recogido toda mi ropa de ahí, mi olor prevalecía en ellas así qué las utilizaría como cebo y trataría de despistarlo mientras huía de aquella bestia que era mi mate.

Huyendo del AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora