En un mundo donde la supremacía de los alfas es incuestionable, Jungkook se ve obligado a huir a Inglaterra, donde se verá involucrado con Kim Taehyung. Líder de una de las mafias más peligrosas de Turquía.
Premade hecha por : @ethereal-mxxn
adaptac...
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La Isla Mara, un remanso de historia y tradición, se alzaba majestuosamente en medio del Océano Índico. Ni siquiera su ubicación figuraba en los mapas convencionales, manteniéndola oculta y protegida de cualquier alcance externo. Como un tesoro ancestral de los Kim, la isla permaneció envuelta en un velo de secreto incluso para las familias miembro de La Roja. Jungkook se enteró que, tras el colapso del Imperio Otomano y el exilio de la familia real, la Isla Mara se convirtió en un santuario para sus descendientes, un refugio seguro después del establecimiento de la República de Turquía en 1923. Aquí, en este rincón olvidado del mundo, descansaban los restos del último sultán otomano, Mehmed VI, en un majestuoso mausoleo que se alzaba en el corazón de la isla. Nunca falleció en San Remo, Italia, y la tumba en Damasco era solo una falsificación elaborada.
Sin embargo, a pesar del resplandor dorado de la arena y las costas vírgenes que rodeaban lo que sería el segundo palacete principal y la propiedad más exuberante del clan, a sus ojos, seguía representando lo que fue creada para ser: un refugio, un bálsamo inútil para consolar la pérdida. No se sentía cómodo al pensar en que los restos del último sultán otomano estuvieran tan lejos de su tierra natal, y tampoco encontraba gratificante enfrentar la muerte en un lugar tan distante de su patria. Jungkook sabía, en su interior, que Taehyung tampoco podría soportar estar en las paredes que solo exhalaban añoranza y melancolía.
A pesar de ello, la isla representaba el fuerte más impenetrable de los Kim, un lugar seguro en medio de la incertidumbre. Dadas las amenazas que la ausencia de Taehyung provocaba, estar ahi era la mejor opción para garantizar la seguridad de la familia.
—Retirense —su voz sonó extraña, ajena a él mismo cada vez que entraba en esa habitación. Las criadas, acostumbradas a la rutina, obedecieron sin demora, despidiéndose formalmente con un "Bienvenido, Hürrem", al que apenas logró responder con una sonrisa falsa.
Cuando los suaves susurros de conversación que llenaban el aire se desvanecieron por el pasillo, cerró la puerta con el pestillo. Sus ojos vagaron por los arcos de medio punto que se alzaban sobre la estancia, sosteniendo el techo abovedado decorado con elaboradas molduras y adornos dorados. Luego, su atención se posó en las paredes, decoradas con intrincados diseños de azulejos de cerámica, con motivos florales y geométricos que siempre le hacían desviar su mirada hacia los cuadros que había traído de su estudio personal en Turquía. Durante un tiempo prolongado, se quedó mirándolos, en un vago intento de apartar los ojos de la cama, cubierta con ricos tejidos y almohadones que se cambiaban con frecuencia.
Después de un tiempo—demasiado largo—decidió caminar hacia la cama con pasos lentos. Luego, apartando las cortinas que rodeaban el mueble, se sentó. El aroma a jabón llenaba la habitación, y el goteo de los trapos sobre los cuencos de agua no dejaba espacio para el silencio. Debía sentir una atmósfera de tranquilidad y serenidad, pero no lograba relacionar ninguno de sus días de las últimas semanas con tales sentimientos.
Con un suspiro, finalmente desvió su atención hacia el lugar que evitaba, sintiendo su corazón hundirse de inmediato por la palidez del rostro que le saludaba, contrastando siempre con el rico tapizado que lo rodeaba. La respiración de Taehyung era tan tenue que apenas era perceptible.