No me hice mucho del rogar, pues en el fondo sí deseaba quedarme. Yo quería cambiar la opinión que Mario tenía de mí. ¿Por qué? Todavía me lo pregunto. A la reunión se unieron cuatro amigos más, dos hombres y dos mujeres, de los cuales a tres les caí bien, al cuarto no tanto. Después me enteraría, por el mismo anfitrión, que a los primeros les gusté, al último le desagradé por celos; Claudia no cesó sus atenciones para conmigo, y a él eso le molestaba. Pero mi total atención estuvo con Mario todo el tiempo. Entonces se terminó el vino, o los hielos, algo faltaba; decidí ir a la cocina por lo requerido y escuché una conversación entre Claudia y Mario. "¡Güey! Le gustas. ¡Estoy segura!", dijo ella. "¡No mames! ¡Estás pendeja! ¿¡Cómo vas a creer?! Sólo es amable", le respondió entre pausas. "Amable soy yo, él es encantador. Si no fuera el novio de tu prima, ya le hubieras dado entrada", insistió aquella. "¡Ya güey! No me descompongas la poquita cordura que me queda", confesó aquél.

Aunque deseaba seguir enterándome de más detalles, ya no pude demorar mi entrada. Les pedí lo que faltaba con tono suave, pretendiendo no haber oído nada. Sin embargo, por dentro estaba extrañamente feliz. Los otros dos estaban sorprendidos y nerviosos, apenas me dieron lo solicitado, dejé la cocina y volví a la sala. Mi hermano sí se percató de mi cambio de ánimo, no obstante, omitió preguntarme las razones; y como si quisiera ayudarme, le pidió a su nuevo amigo le permitiera recostarse por unos instantes, pero se quedó profundamente dormido, el vino lo había relajado bastante.

Al final de la velada sólo quedaron Claudia y el amigo celoso, quienes se encerraron en una de las tres habitaciones "para platicar"; Rodrigo dormido en la otra y sólo quedó la de Mario. Mi hermano estaba acostumbrado a dormir solo, y con el tema de su discapacidad, prefería no perturbarlo y me quedé en la sala. Mas la noche era fría, Mario salió a darme una almohada y una cobija, pero su amiga apareció para pedir una también. "Déjenme ésta y mejor duérmanse juntos", dijo llevándosela y dejándonos a cambio una picara sonrisa llena de complicidad. Los dos estábamos nerviosos, a él le costaba ocultarlo, incluso temblaba.

Nos acostamos, pero fue imposible conciliar el sueño. Los dos estábamos muy nerviosos. Mi corazón latía rápidamente. De pronto, sus pies chocaron con los míos; ¡los tenía helados! Salté al sentirlos. Mario se apartó con rapidez y brusquedad, pidiéndome una disculpa. Le respondí que sólo me había tomado de sorpresa, que no había mayor problema. Momentos después lo escuché castañear los dientes. Le pregunté: "¿Tienes frío?". Él respondió un poco molesto que por eso "le cagaba" venir a la Ciudad de México, por su "pinche clima mierda y voluble". Le pedí se acercara de nuevo, no me agarraría desprevenido esta vez. Me agradeció, pero se negó. Entonces yo tomé la iniciativa y me fui arrimando despacio hasta quedar detrás de Mario. Apenas sintió mi cuerpo próximo al suyo, se levantó aterrado y apresurado.

Por más que hizo para disimularlo, le resultó imposible; me percaté de la tremenda erección que experimentaba, pues su miembro cabe decir es enorme. Cuando se enteró que yo me había dado cuenta de todo. Agachó la mirada y empezó a disculparse otra vez. Enseguida me puse en píe, lo tranquilice diciéndole: "No hay por qué darle mayor importancia", pues aquello era lo más "natural" y "normal". "Nunca imaginé tener a un vato como tú en la cama", me confesó. "¿Cómo yo?", le cuestioné. "¡Sí! ¡Al chile estás bien mamalón, bien cuero! Eres un pinche sueño vuelto realidá para mí". Su honesta declaración me ruborizó, sentí una punzada en el vientre bajo, la cual recorrió mi cuerpo entero. "¿Ah sí?", contesté acercándome hasta quedar frente a él. Mario temblaba, sin embargo, no se desdijo.

En un impulso acerqué mi cara a la suya, sus labios rozaron los míos. No pensé más e inicié el beso. No demoró en corresponderme, lo hizo y con mucho anhelo. Todo fue tan rápido. Al instante estábamos completamente desnudos. Él siguió estando duro, y yo no tardé en ponerme en igualdad de condición. No razoné mis acciones, me dejé llevar muy cañón. Mario me tocaba con sobrado deseo, pero también con cierto afecto; sus manos me apretaban y su boca me degustaba de una singular manera. Descubrí puntos de placer que no conocía de mi cuerpo, las axilas, por ejemplo; con las cuales, entre que me olfateó y lamió, me hizo estremecer. Luego se volcó sobre mi pecho lengüeteando mis pezones, succionándolos e incluso, mordiéndolos; dándoles una atención que nunca habían recibido. La punta de su lengua recorría mi aureola hasta tensarla para después absorber todo cuanto pudiese al interior de su boca. El placer que recibí con este atendimiento no puedo describírselo en palabras, sólo decirle fue un auténtico gozo.

Estaba demasiado lubricado y excitado cuando Mario comenzó a descender por mi anatomía hasta llegar a mi miembro, al que prestó una esmerada dedicación y entrega. Lo veía chupándomelo apasionadamente, lo metía y lo sacaba de su boca con tal gusto, que llevé la mirada al techo porque sabía que lo rellenaría pronto con mi semen. Pese a tener ocupación, entre los chupetones, comenzó a expresarme su regocijo con lascivas palabras. En respuesta, arremetí mis caderas contra su rostro enloquecido por su afán. Me fue imposible resistir más, le advertí sobre mi inevitable advenimiento; pero él rogaba porque yo le otorgase "mi leche", aumentando su demanda con un aceleramiento en sus movimientos. Eyecté con fuerza para satisfacer su pedido. Él tragó todo sin derramar ni una gota.

Mi razón comenzó a volver. Mario aún me continuaba atendiendo cuando me alejé con ligera brusquedad y torpeza. Un miedo y una culpa terribles me invadieron. Busqué mi bóxer, me lo puse rápidamente, luego me senté en la cama. Estuve fuera de mí, no sé con exactitud cuánto tiempo, hasta que sentí las manos amorosas de Mario sobre mi pecho, me besó el cuello y me susurró dulces palabras al oído. Me limite a sonreír. La verdad en aquel momento no deseaba tenerlo cerca. Me contuve para no propinarle un empujón. Yo sólo quería irme de ahí. No obstante, le correspondí con un beso en la mejilla y me puse de pie para dirigirme al baño. Le dije que la cena, junto a la emoción, me habían hecho un "corto circuito". Entonces pude tener pretexto para vestirme y abandonarlo sin sospecha alguna. Él no merecía un trato tan infame después de lo ocurrido, después de una situación que yo mismo propicié.

Estuve en el baño pensando en cómo salir de ahí sin lastimar a Mario. No sé si Dios o el diablo me ayudaron, pero de pronto se escuchó una discusión entre Claudia y el amigo celoso, la cual terminó en gritos y haciendo que todos dejáramos nuestras habitaciones. Mario no se sorprendió de aquello, al parecer era bastante "normal" esas riñas entre ellos. Mientras el anfitrión trataba de calmar a sus amistades, mi hermano confesó que tenía frío y necesitaba su cama, me pidió si podíamos irnos en ese mismo instante. "¡Gracias!", musité al cielo. No tuve que dar explicación alguna, Rodrigo se encargó de todo. Le di la mano, aunque no lo deseara, al primo de Mayte. Él me miraba con tanto sentimiento, sin embargo, yo estaba muy descolocado en ese momento.

Al llegar a casa tomé una larga ducha, me percibía sudoroso, asqueroso; me tallé hasta tres veces el cuerpo. Bajo el agua pensé en dejar a Mayte, sin importarme perder los beneficios de nuestra relación. La verdad, yo nunca me enamoré ella; la mayoría del tiempo me desesperaba, hasta me llegaba a caer mal. Al salir del baño, miré mi celular para saber la hora, tenía un mensaje de una de sus amigas, "para que abras los ojos" decía; era un video donde Mayte estaba fajándose con un tipo, ambos se veían muy comprometidos en disfrutarse. Esa "amiga" ya me había dejado bien claro que quería conmigo, y me estaba dando la justificación para "liberarme de mis ataduras" y así tener "nuestra oportunidad". Dejé el celular a un lado y me eché a dormir. No podía reclamar nada, yo había estado tonteando con el primo y acabé aplicando el popular dicho, al dejar que me hiciera sexo oral. Aunque esto, de cierta manera, lo había incitado aquella.

Luego de estos sucesos, evité encontrarme conMario. Tuve la fortuna de obtener una vacante en el despacho del LicenciadoMendoza, quien había sido mi profesor en la carrera. Fueron semanas deexhaustivo trabajo. Ni él ni Mayte tuvieron espacio en mi cabeza durante eselapso. El primo finalmente se fue. Regresé a la soltería justificado en miorgullo de "macho herido", y apoyado por mi familia. Sigo demasiado confundido.El próximo martes inicio la terapia para tratar de entenderme. Tengo unainvitación a una boda en McAllen, pero aún no estoy seguro de asistir. No deseolastimar a nadie. Ni siquiera sé si quiero cambiarme de banqueta o no. Eltiempo lo dirá. Gracias por considerarme y espero que mi historia no lo hayadecepcionado. Abrazos.

Por InboxDonde viven las historias. Descúbrelo ahora