Capítulo 28.

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—¿Es cierto lo que me dijiste?

Allan levantó el rostro al escuchar la voz de Debby. Ella estaba recostada del marco, entristecida. Su aspecto lo conmovió. Le confirmó sus palabras con la cabeza y volvió a posar la mirada en el suelo.

Después de un profundo suspiro, ella entró en la habitación y se sentó en la cama, a su lado.

—La conozco desde hace cuatro años. Jamás pensé...

—¿Qué hace tu esposo?

Debby se giró hacia él y lo observó confundida.

—¿Brian?

—¿Hay otro? —El sarcasmo de Allan no fue bien recibido, ella frunció el ceño y alejó su mirada de él.

Cansado de tantos juegos, Allan se acercó tomándole una mano y entrelazando los dedos.

—Es Contador Público —respondió ella sin mirarlo y apretó su agarre.

—¿Jimena trabaja con él?

—No. Su hermano y su esposo. Ella trabaja conmigo, tenemos una sociedad que se encarga de organizar fiestas y eventos para pequeñas empresas.

—¿Fue con ella que él te engañaba?

Debby bajó los hombros en señal de derrota.

—No que yo sepa. Jimena era quien se enteraba de las andanzas de Brian por su hermano y me lo decía para que me separara de él. Nunca le gustó como me trataba.

—¿Y tienes cómo comprobar lo que ella te decía?

—Solo una. La mujer que había sido novia de Brian antes de casarnos. Cuando lo conocí estaba enredado con ella, pero su madre no la aceptaba porque era una libertina. Él inició una relación conmigo para quitarse la molestia de su madre de encima, pero quedé embarazada y... nos tuvimos que casar.

Allan no decía nada, solo mantenía la mirada implacable fija en el suelo mientras la chica continuaba su narración con los ojos inundados de lágrimas.

—Después de mi accidente, retomaron la relación. Jimena quería que los enfrentara, pero yo sabía que no podía hacer nada. Fui yo la que se interpuso entre ellos. Luego, tuvieron una hija. Pensé que me dejaría y se iría con ella, pero no fue así. Ni siquiera se atrevió a reconocerla.

—¿Qué hizo Jimena cuando se enteró de la niña?

Debby lo miró confusa y se encogió de hombros.

—¿Qué va a hacer? Ella discutía con él por ese asunto. Sabía que yo sufría, tanto por la pérdida de mi hijo, como por la traición de él. Además, su madre seguía interponiéndose. Él se dejaba dominar por ella.

—¿Y cómo fue tu accidente?

Debby bajó el rostro al suelo. Le dolía recordar.

—Jimena me llamó para ir de compras. Tenía que reunirme con ella en un centro comercial de la ciudad. Fui en Taxi y cuando nos detuvimos en un semáforo, apareció otro vehículo que había perdido el control de los frenos, e impactó contra el auto donde iba... de mi lado.

Allan se irguió y pasó una mano por su cabello, comenzaba a llenarse de furia. Debby dirigió el rostro hacia él, se limpió un par de lágrimas que tenía sobre las mejillas y le acarició la mandíbula para que le diera la cara.

—¿Por qué quieres relacionar a Jimena con mis problemas?

—Porque no es sincera. No lo fue conmigo y estoy seguro que tampoco lo es contigo. Necesito saber por qué demonios te envió a la cabaña. ¿Sabía algo de mí y quería confirmarlo? ¿O fue simple casualidad? —Él se llenó los pulmones de aire. Debby no dijo nada, no sabía qué decir. La situación la tomaba por sorpresa. Cómo siempre—. Ella y su hermano están implicados en mi asesinato. Su esposo forma parte del equipo de trabajo de uno de los senadores que estuvimos a punto de denunciar. Si lográbamos desenmascararlos, ellos perdían su mayor fuente de ingresos. El imbécil de Brian debe formar parte de ese mismo equipo, aunque debe ser tan estúpido que ni cuenta se da, o está involucrado hasta el cuello y buscan controlarlo manipulándote a ti y a la madre de su hija.

Allan se incorporó para quedar frente a ella. Envolvió sus manos entre las suyas y las frotó para darles calor.

—Esa gente ha cometido una cantidad indescifrable de delitos. Son como una mafia. Nadie puede salir de ese círculo y entrar es igual de difícil. Mi padre y yo avanzábamos en la investigación porque hallábamos a miembros que estaban hartos de sus exigencias y buscaban un medio para salir. Era riesgoso, porque si nos descubrían, tanto nosotros como los testigos estábamos muertos. No tienes idea de lo que son capaces de hacer para obligarlos a mantener la boca cerrada.

El temor le recorrió el cuerpo a Debby. Allan le tomó el rostro con una mano y la envolvió con una mirada tierna.

—Puedo jurarte que el maldito miserable de tu esposo era muy consciente de lo que hacía y te utilizó para proteger lo que realmente, amaba, valiéndose de la excusa de su madre para ocultar su cobardía. —Las lágrimas de Debby comenzaron a brotar. Allan se empapó el dedo pulgar con ellas y endureció el rostro—. Ya no tendrá más oportunidad de lastimarte. No se lo permitiré.

Ella posó la cabeza en su pecho y se abrazó a su torso, pero no quiso seguir llorando. Apretó la mandíbula y se dejó invadir por la rabia. No estaba dispuesta a seguir llorando por alguien que nunca supo valorarla.

Allí se quedaron por un buen rato, ajenos a lo que sucedía afuera. Poco a poco llegaban aves de diversidad de especies y se posaban en los árboles que rodeaban la cabaña.

Lo que oculta tu corazón (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora