Primera Impresiones

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Los grandes jardines parecían extenderse hasta el horizonte en donde el sol nacía, en Constantinopla, el amanecer siempre era tardío, las mañanas eran frías, el viento era cantor y la neblina era ligera, a los ojos de Arya, aquel palacio era lo mas similar dentro de la tierra y sus confines, al paraíso que jamás vería.

Similar a aquellas historias del cielo Cristiano que alguna vez escuchó de su difunto señor.

La joven gitana estaba fascinada con las vistas, y a raíz de aquella fascinación por los paisajes nació un ligero sentimiento de incredulidad. Pues, su hermana había podido disfrutar de esto tanto como quisiera, pero en cambio, ésta prefería vivir encerrada en sus aposentos, lamentándose por algo que ella simplemente no podía solucionar.

Arya no era capaz de comprenderlo, pero tampoco cuestionaría el sentir de su hermana en voz alta, no bajo el riesgo de ser reprendida por su madre.

—'Si yo viviera en este hermoso palacio, rodeada por este bonito jardín,  no me importaría perder un hijo... Y mucho menos si tengo otro en mi vientre' —reflexionó.

Una parte de ella se sintió terriblemente mal por aquel pensamiento, pues era obvio que su hermana sufría terriblemente el luto previo a la pérdida de su primer hijo, pero a ojos de Arya,  Jade siempre había sido demasiado apegada a las personas.

La joven aún recuerda el llanto desconsolado de su hermana él día en que su antiguo dueño falleció. Ella también había llorado, pues sabía que sus privilegios serían revocados una vez que el funeral se llevase a cabo, sin embargo, Jade no  era consciente de esto, su hermana solo lloraba por mera tristeza, lo que solía ser a menudo.

La tristeza en el rostro de su hermana había sido tan común, que si lo pensaba con detenimiento, Arya realmente no es capaz de recordar un momento en el que Jade hubiese sonreído con una felicidad genuina.

Verla deprimida ahora, no era algo que le sorprendiera, mas sin embargo, eso siempre le había molestado, la interminable mueca de congoja y pena en un rostro tan bonito, era simplemente un desperdicio.

Hermana, ¿Cuándo conoceremos a tu marido? —preguntó tratando de llevar su mente por otro camino.

No lo sé —respondió en un tono sosegado, entre sus manos había una taza a medio tomar y tras su asiento, un cortejo de mujeres permanecían paradas a esperas de una orden o un pedido por parte de su hermana.

¿Como alguien podía ser infeliz teniendo a sus pies tales cuidados? 

Arya era incapaz de entenderlo.

¿Cuándo podremos ver a tu hijo? —preguntó su madre en un tono dulce, sosteniendo la mano de Jade.

Los grandes y hermosos ojos de Jade parecieron llenarse de lágrimas que no corrieron, despues de soltar un suspiro profundo, la Sultana respondió— Como te he dicho antes madre, se me ha prohibido visitar a mi hijo por el bien de mi salud, así que no podría darte una respuesta aunque quisiera.

Su madre solo asintió.

Arya admitía que eso  era un poco triste, pero al fin y al cabo ¿De qué servía pararte en el lecho de muerte de tu hijo? A su parecer, alejar a Jade era la opción mas lógica, pues no valía la pena arriesgar a un nuevo príncipe en nombre de otro que ya está moribundo. 

Repentinamente, el aire pareció congelarse, las sirvientas de inclinaron, bajando la cabeza y fijándola en el pasto, el guardia que había acompañado a su hermana desde la distancia, aflojó, por primera vez el agarre del mango de su arma y al igual que las mujeres se inclinó, por ultimo, su propia hermana, con una dificultad tortuosa para cualquiera que la viera, se levantó de su asiento dispuesta a seguir el ejemplo de su servidumbre.

El Sultan - Mi LeonWhere stories live. Discover now