Afinidad

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El continente conocido es amplio y variado en su geografía, y aunque existen muchas regiones, cinco son las más grandes e importantes.

Desde las inmensas llanuras de Mindabal al este, donde las criaturas que ahí viven son pacíficas y amables, con un gran amor por la tierra y una disposición siempre presente para ayudar; en general, evitan los conflictos. Predominan los armadillos, conejos y ratones, cuyos ojos reflejan una serenidad que calma el alma y cuyos corazones laten al unísono con la tierra que veneran.

Al oeste, un pequeño desierto colinda con el Mar de las Lágrimas. La leyenda cuenta que las serpientes que lo habitan, antaño con extremidades, lloraron tanto al perderlas que sus lágrimas formaron el vasto mar que ahora baña las arenas del lugar. Son seres muy reservados y poco sociables, cuya soledad parece tan infinita como el desierto mismo, y cuyos suspiros de añoranza se confunden con el viento que barre las dunas.

Al sur, el Bosque de los Árboles Cantores adquiere su nombre gracias al sonido que hacen sus copas cuando las agita el viento. Se sabe que es hogar de enormes y peligrosas criaturas, por lo cual nadie en estas tierras se atreve a acercarse siquiera. Y justo ese es el lugar donde Raobeon, con una mezcla de determinación y aprensión, intentaría adquirir aliados para apoyarnos en la guerra. Su corazón, aunque firme, no puede evitar la inquietud ante la incertidumbre de lo que encontrará en esa espesura silenciosa.

El centro del continente cuenta con pequeños bosques divididos entre sí por suaves arroyos. La mayoría de sus habitantes son ciervos y jabalíes, cuya existencia tranquila se ve amenazada por la sombra de la guerra. Es la parte más habitada y el hogar del gran ejército central que hoy defiende el continente de la invasión cardobiana, sus soldados con miradas cargadas de esperanza y resolución.

Al norte se encuentran las Montañas de Sicarion, hogar de los guardianes y el primer lugar en ser atacado por Ázazel y su ejército. Las montañas, testigos silenciosos de la valentía de sus defensores, se alzan imponentes, sus cumbres tocando el cielo como si buscaran consuelo en las nubes.

Más allá del Gran Bosque de la Alborada se encuentra el territorio cardobiano, donde cada criatura posee un instinto primitivo característico, además de una predisposición al salvajismo. O al menos, eso era así antes de conocer el nombre de Xemaliel, un nombre que ahora susurra promesas de cambio y destrucción.

Raobeon, Coeni, Tenami con sus cuervos y yo guiábamos la peregrinación del pueblo de Mindabal, invadido solo dos días después de haberlo abandonado. La tristeza de la partida aún pesaba en nuestros corazones, pero la urgencia de la supervivencia nos impulsaba hacia adelante.

No fue fácil para los mindabitas dejar su territorio, pero no había otra opción. Afortunadamente, logramos convencerlos después de la aparición de mi padre y de las noticias que traía aquel zorro azabache que llegó con él. La confianza y el alivio que su presencia trajo fueron un bálsamo para las heridas del espíritu de aquél pueblo.

La noche que mi padre apareció, festejamos junto a los habitantes del lugar que, gracias a los comunicativos ratones, se enteraron de nuestro triunfo. La alegría desbordante de esa noche se reflejaba en cada rostro, en cada risa, en cada paso de baile bajo el cielo.

A la luz de las estrellas, que en esa precisa noche brillaron con una intensidad que parecía celebrar con nosotros, algunos mindabitas bailaban, otros cantaban y otros más contaban historias sobre las aventuras de Tenami, quien hacía ya un par de años se encontraba viviendo en los alrededores. Según escuché, Mavane curó las lesiones de uno de sus cuervos que se encontraba lastimado, y la gratitud de Tenami era tan profunda que no le permito marcharse sin pagar su deuda.

Cuando terminó la fiesta, nos reunimos para discutir lo importante, así que el zorro del color del ébano que se camuflajeaba perfectamente con la oscuridad y que hasta ese momento se había encontrado alejado de todos, se acercó a mi padre. Su andar era cauteloso, pero en sus ojos brillaba una chispa de curiosidad y un atisbo de esperanza.

Valor y fuerza Where stories live. Discover now