3 - Cállate, que estoy creando algo grande

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Taylor

Me despierta el calor infernal que me está aferrando el abdomen y me hace sudar. Es entonces cuando abro mis ojos buscando la fuente de todo ese calor y lo veo. Veo el cuerpo del jodido roquero sobre el mío, sus brazos envolviéndome y su cara directamente sobre mi cintura con una fuerza que hace bastante difícil que pueda moverme, como si estuviese en un naufragio y yo fuese su tabla salvavidas.
Apenas se filtra la luz que entra perezosa por la ventana, lo que me hace deducir que el sol debe de estar bastante alto; deben ser al menos las tres de la tarde pero no estamos tan a oscuras como para no entrever su cuerpo. O su pelo despeinado sobre mi pecho. O el pendiente de su oreja.
Suspiro y me llevo la mano a mi frente; que jodido calor y eso que estamos en enero. Apoyo mis dedos en el puente de mi nariz y me dispongo a intentar pensar en cómo salir de esta situación, intentando obviar el dolor puntilloso de mi cabeza derivado al inicio de resaca que amenazaba por romper de un momento a otro.

Joder, y es que me tiene tan encarcelado entre su cuerpo y el colchón, que ni siquiera sé cómo colocar mis brazos sin tocarle. ¿En qué momento había acabado yo en esta tesitura?

Estoy a punto de intentar moverme para salir de su abrazo cuando lo noto. Lo noto y lo siento en cada puto centímetro de piel de mi cuerpo. Incluso siento como el vello de mi nuca se eriza. Siento su roce hasta la punta de mis pies. Y es que, ¿cómo no iba a sentirlo si Galitzine se había despertado y estaba dejando un camino de besos en mi abdomen?

De pronto su boca, húmeda y cálida, comienza a darme besos suaves por el centro de mi esternón, bajando hacia mi tripa en dirección a mi ombligo. Y yo soy un tío, joder. Y un tío muy gay.

Y no soy de puta piedra...

- Joder... - lo escucho susurrar sin dejar de besarme.

Vale, entendido. Debe de creer que soy mi amiga, es sólo eso. Seguro que sigue lo suficientemente colocado como para creer que el abdomen que está besando es el de mi amiga y no el de un tío, a pesar de que entre mis calzoncillos comienza a despertarse algo. De puta madre, si.

- Eh, tú; te estás equivocando del uno al diez, un total de veinte - le digo con la voz ronca, acabo de darme cuenta de que estoy algo afónico.

Entonces Constantine, o Galitzine - o el puto roquero de lo cojones - detiene su avance al segundo en el que me escucha, pero no se aparta. Ni siquiera levanta su boca de la piel de mi ombligo. Tan sólo ha parado la marcha de besos, algo que ayuda a que mi erección no despierte, pero que tampoco resuelve demasiado el problema en el que me encuentro. Y cuando estoy a punto de volver a llamarle la atención, levanta su mirada y me mira e incluso así, sigue sin dejar de tocar mi piel con su boca.

Y por primera vez me doy de bruces con sus verdadera mirada. Unos ojos que ya no están pintados ni cuyas pupilas están dilatadas debido a las drogas. Y me encuentro de pronto con unos ojos preciosos que son una mezcla perfecta de marrón con una leve veta verdosa cercana a su iris. Y ahora si que me impacta de verdad lo guapísimo que es. Entrecierra su mirada y su entrecejo acerca tanto sus cejas que parecen una sola; puede que se haya dado cuenta por fin de que soy un tío y no mi amiga Oli. Aunque no estoy seguro de que sea eso lo que lo tiene así.

- Tú... - murmura - yo a ti te conozco. Tú eres el soplapollas de ayer.

- El único soplapollas aquí eres tú, literalmente hablando, por si no te has dado cuenta - alcé mis cejas mientras le señalaba con mi barbilla la cercanía con la que su boca seguía de mi entrepierna.

- ¿Taylor Zakhar Perez, verdad? - pregunta con una sonrisa - ¿Cómo has acabado en mi cama?

Me cago en mi puta calavera. No sólo le resulta graciosa esta jodida situación, sino que encima se piensa que he caído en sus redes como si a mí este tipo me gustara. Y me sonríe y me dedica una sonrisa donde puedo verle todos los dientes y... vale, tiene una sonrisa preciosa, pero en este momento se la quiero borrar a base de hostias. Así, de buena mañana.

My own symphony || TAYNICK || Taylor Zakhar y Nicholas GalitzineWhere stories live. Discover now