Capítulo 8

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Shaula había hecho las paces con su tristeza. Pero su corazón renunciaba a la agonía cuando miraba a Isamar Merak. Latía con la urgencia de un águila buscando escapar de una tormenta.

No olvidaba el vistazo a su abdomen, o la curvatura de su espalda apenas le quitaron el corsé.

Al salir de la bodega, supo que estaban cada vez más cerca de esa boda.

No sabía cuánto más podría soportar ver a la dueña de sus pulsaciones caminando asida a un compromiso político que no le traería más que infelicidad e inconformismo; destinada a un hombre que es reconocido por su desmedida crueldad.

Así que, en cuanto todas abandonaron la bodega y cada una se disponía a marcharse a sus habitaciones, Shaula no se contuvo y se abalanzó hacia Isamar con fingida indignación.

Agarró su brazo con fuerza, como si estuviera a punto de regañarla. Isamar levantó la mirada, sorprendida, y sus ojos encontraron los de la princesa. Entonces tuvo que luchar contra la satisfacción que se abría paso por su rostro.

—¿Todo en orden, princesa? —preguntó Altair en lugar de su hermana.

—Tú vienes conmigo ahora mismo —espetó Shaula a la menor—. Hay algo que debes explicarme de inmediato.

—Ella ya no es su doncella, alteza —discutió Altair.

—Ni tu responsabilidad, así que esto francamente no te incumbe.

Sin esperar respuesta, tiró de Isamar hasta que llegaron a un punto lo bastante recóndito para que ambas accionaran un pasadizo. Solo entonces la princesa soltó el brazo de Isamar, corriendo escaleras abajo pretendiendo ser perseguida.

—¡Shaula! —se quejó Isamar entre risas mientras intentaba mantenerle el ritmo—. Estoy usando tacones.

—Como cada mujer en el castillo —se burló la princesa, descendiendo los escalones con todavía más premura.

Al llegar al pie de la escalera, Shaula empujó lo que sería un tapiz al otro lado, dando acceso a ambas a un cuarto remoto, oscuro y sucio por el desuso, con algunas estatuas desechadas, y un piano arropado por las telarañas.

Shaula se despojó de su calzado, tirándole a un lado del depósito olvidado, justo cuando Isamar la alcanzaba y se lanzaba sobre su espalda, enredando las piernas en su torso y los brazos en su cuello.

La princesa se tambaleó por la sorpresa del peso impuesto, y aunque intentó sobreponerse no fue capaz y ambas acabaron chocando contra el polvoroso suelo.

Entre toses, ambas se sacudieron la tierra tanto como les fue posible, pero ninguna parecía realmente disgustada, no estando una contra la otra, con la vista en un techo que las protegía solo a ellas.

Se miraron mutuamente, verde y café colisionando una vez más. Les dolía no poder tocarse, eso no hacía falta que ninguna lo confesara. Les dolía cada latido del corazón de la otra, pero era menos nocivo que dejar de sentirlos por toda una noche.

Isamar extendió su mano al cabello de Shaula, enredando sus dedos en un mechón largo y reluciente, queriendo perderse eternamente en esa acción.

—¿Y bien? —preguntó a su princesa—. ¿Qué fue eso tan terrible que hice que nos trajo a esta prisión? ¿Cuál es el castigo que tienes en mente para mí?

Shaula sentía la pierna de Isamar ligeramente sobre su cadera, así que llevó su mano hasta allí. La tomó, sin importar que la falda había dejado de cubrirla, y la arrastró por su cuerpo hasta tenerla completamente encima.

Isamar había dejado de respirar.

Cientos de recuerdos, miles de anhelos, atravesaron la mente de la princesa Scorp. Había tenido a Isamar muchas veces encima, pero ninguna como realmente quería tenerla.

Monarca [Completa] [Saga Sinergia]Where stories live. Discover now