Capítulo 1

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Encuentros Ocultos

La mañana se desplegaba con un cielo de un azul intenso, un lienzo perfecto para el día que Althea había elegido para su regreso a la universidad.

La brisa fresca jugaba con su cabello mientras caminaba por las calles que conocía tan bien, calles que la habían visto crecer desde una estudiante de primer año llena de sueños hasta convertirse en la joven pastelera de 21 años que era ahora. Su semana de ausencia, aunque justificada por razones médicas, había creado un vacío en su rutina académica, un espacio que estaba ansiosa por llenar con nuevos conocimientos y experiencias. A pesar de su pasión por la repostería, que la mantenía ocupada entre hornos y glaseados, su amor por el arte y la historia era igual de fuerte, y la facultad de Artes era su segundo hogar. Mientras sus pasos la acercaban al campus, su mente bullía con preguntas sobre las clases perdidas, los debates que no había presenciado y las lecciones que tendría que recuperar.

Caminó por los senderos conocidos, notando los cambios sutiles: un nuevo mural de colores vibrantes en la pared de la cafetería, carteles de eventos próximos que no recordaba, y rostros desconocidos entre la multitud. La universidad estaba viva, palpitante con el ritmo constante de la vida estudiantil, y ella había vuelto a sumergirse en él.

Althea se detuvo frente al tablón de anuncios, su mirada se deslizó por los avisos hasta que uno en particular capturó su atención. "Bienvenido, Profesor Damián Zabini," decía, junto a una fotografía de un hombre con una sonrisa fácil y ojos que conocía demasiado bien. Su corazón dio un vuelco. Damián, su amigo de la infancia, ahora era profesor en su universidad. Sintió una mano en su hombro. Se giró para encontrarse con una figura familiar. Jessica, con su cabello rojo fuego, su compañera de estudios, cuya sonrisa siempre parecía iluminar los rincones más oscuros de cualquier día nublado.

"¡Althea!" exclamó Jessica, abrazándola con fuerza. "No sabes cuánto te hemos extrañado."

Althea asintió con una sonrisa tranquila. "Sí, es... es genial estar de vuelta," respondió, su mirada desviándose por un momento hacia el anuncio que aún capturaba su atención.

Fue entonces cuando Ángel, su otro compañero de estudio y mejor amigo, se unió a ellas. "¡Althea!, mi cielo," dijo, ajustándose las gafas con un gesto característico. "Espero que nos hayas extrañado..."

"Obviamente lo habrá hecho, Ángel," dijo Jessica, rodando los ojos. "¿Qué clase de pregunta es esa?" Suspiró, acomodándose el cabello. "Él ha estado insoportable, Al, no veía la hora para que regresaras y me ayudaras a soportarlo. Es un perro rabioso cuando no estás."

Ángel, con una cara de molestia, exclamó, "Cállate, Jessica, yo tengo que andar soportándote porque tu novio te dejó... otra vez."

"¡¿Volviste con él?!" dijo Althea con asombro. "¡Jessica!, solo me fui por una semana y volviste con Don Narcisista." Suspiró, molesta.

"Oye, oye," exclamó indignada Jessica. "Romeo está intentando cambiar," empezando a caminar por los pasillos. "Además, terminamos ayer..."

Ángel y Althea se miraron con molestia. Gabriel Vilta, mejor conocido como "Romeo", es un jugador de hockey sobre hielo, con aires de príncipe, cuyos movimientos elegantes y bruscos han conquistado los corazones de medio campus.

Gabriel ve el hockey no solo como un juego, sino como una extensión de su ser, un medio para explorar y expresar su identidad más allá de los títulos y las expectativas. Es un artista en patines, y el hielo, su gran obra inconclusa. "En esta universidad de Arte, donde cada quien busca su voz, yo busco la mía entre el eco de los aplausos y el silencio de la pista vacía," había expresado una vez.

"Es que no lo entienden, Althea," replicó Jessica, su voz un susurro entre las sombras del pasillo. "Gabriel puede tener sus defectos, pero hay algo en él... algo que me hace volver."

Althea sacudió la cabeza, su cabello oscilando con la fuerza de su desacuerdo. "Jessica, es un narcisista. No cambian, solo se adaptan mejor a lo que la gente quiere ver en ellos."

Ángel intervino, su tono era el de la razón. "Quizás deberíamos darle el beneficio de la duda. La gente puede cambiar, especialmente si realmente lo desean."

"Exacto," dijo Jessica, deteniéndose frente a una pintura de un jugador de hockey sobre hielo, la pasión y la determinación capturadas en cada pincelada. "Mira esta obra, es Gabriel en su esencia. El artista capturó no solo al atleta, sino al hombre detrás de la máscara. El que lucha con sus propios demonios y busca algo más que victorias efímeras."

Althea y Ángel siguieron su mirada, contemplando la imagen. Era cierto, había una vulnerabilidad en la postura del jugador, una humanidad que trascendía el hielo y el juego.

"Le llaman Romeo porque, como el personaje de Shakespeare, se entrega completamente a lo que ama," continuó Jessica. "Y sí, a veces eso significa que se pierde en su propio reflejo. Pero tal vez, solo tal vez, está listo para encontrar un amor que no sea su propio reflejo."

Los tres se quedaron en silencio, cada uno perdido en sus pensamientos mientras la figura de Gabriel en la pintura parecía cobrar vida, recordándoles que incluso los corazones más fríos pueden derretirse en el calor de la verdad.

El timbre resonó por los pasillos, un recordatorio ineludible de que la vida en la universidad no se detiene por los dramas del corazón. Ángel y Jessica intercambiaron una mirada final, una mezcla de resignación y esperanza, antes de dirigirse a sus respectivas clases.

Althea, con un suspiro, recogió sus libros y se dirigió a su clase de literatura. Al entrar al aula, sus ojos se encontraron con los de un hombre parado al frente, con una presencia que llenaba la sala. Damián, con su cabello rubio y ojos que recordaban las profundidades del Mediterráneo, sonrió al verla.

"Buongiorno, Althea," dijo con su acento italiano, su voz suave pero firme. "Es un placer verte después de tanto tiempo."

Había visto el nombre de Damián en las boletas de anuncio de la universidad, su rostro familiar entre los nuevos profesores que se unían al campus. Sin embargo, no había hecho la conexión de que él sería su profesor de literatura hasta ese momento en el aula, donde el pasado y el presente colisionaron con la suave cadencia de su "Buongiorno".

Ella se quedó paralizada por un momento, la sorpresa evidente en su rostro. "Damián... no sabía que eras tú el profesor," respondió, recuperando su compostura.

Él asintió, una chispa de alegría en su mirada. "Sí, he vuelto después de mis estudios en Roma. Y ahora, tengo el honor de compartir mi amor por la literatura con ustedes."

El resto de la clase pasó en un borrón. Mientras Damián hablaba de los grandes escritores italianos y su pasión por las historias que trascienden el tiempo, pero Althea estaba atrapada en la red de su pasado, tejida con hilos de recuerdos y la presencia imponente de Damián.

Cuando la clase terminó, Damián la llamó a su oficina. El espacio era grande, con libros apilados en cada superficie disponible y una ventana que daba a los jardines de la universidad. Se sentaron uno frente al otro, la tensión entre ellos era palpable.

"Ha pasado mucho tiempo, Althea," comenzó Damián, su mirada intensa. "Demasiado tiempo."

Dulces CaprichosOù les histoires vivent. Découvrez maintenant