Prólogo.

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Me resultaba complejo concentrarme en la música, la letra de aquella canción invadía mis oídos y aún así  no lograba comprenderla con la suficiente claridad, estaba atrapada en el mundo de las sensaciones y emociones físicas; sucedía de la misma manera en cada ocasión  que aquel hombre acariciaba mi cuerpo con su mirada cubierta de deseo, la cual producía en mi un escalofrío corporal y al sus perfectas manos siendo tan ágiles toquetear cada centímetro de mi piel. No podría imaginar como sería mi vida sin la presencia de Sebastián,  estaba segura de no poder encontrar a un semental con tanto  placer para ofrecerme.

- Eres preciosa, Samantha.- los ojos de Sebastian miraban fijamente a mis labios con tanta pasión que podía asegurar lo mucho que se deleitaba a la hora de hacerlo, lo veía en el reflejo de sus ojos color negro.

Me encontraba con las piernas entreabiertas, las bragas húmedas y algo aturdida. Desesperada busqué sus labios con los míos, al encontrarlos lo bese deseosa, estaba sedienta de él. No me saciaba de sus besos, y mucho menos de sus caricias. Me regaló un largo camino de besos que recorrían los hombros y mi cuello, jadeaba excitada mientras le atraía mas cerca con mis piernas enrrolladas en su culo, su ereccion chocaba contra mi haciéndome gemir suavemente. Un segundo más tarde las manos de Sebastián se pasearon inquietas por el resorte de mis bragas, sus dedos se posaban en mis caderas atrapandome con la fuerza necesaria para sentirme tan suya como en indefinidas ocasiones. Hizo presión con la palma de su mano, un par de veces justo ahí, sobre mi sexo.
-Voy a probarte, dime si lo deseas.-  Separó mis piernas y apoyándose sobre el escritorio se relamió los labios.
-Lo deseo, ahora mismo.-  llevé mis manos a la espalda para desabrochar el sostén y lo dejé caer al suelo. - También deseo tu lengua sobre mis pezones.
- Lo que me pidas te haré, Samantha. Encantado.- su voz se tornaba ronca y me resultaba sexy.
A continuación retiró la fina pieza de tela que se interponía entre nosotros y sin poder evitarlo suspiré. Tenía contracciones suaves y fuertes, era un placer infinito tener a este hombre entre mis piernas.

- Has sido mi único cliente en el mes.- dije en voz baja. Por suerte era yo quien podía escogerlos, esas eran las ventajas
sus dedos entraban y salían de mi interior produciéndome escalofríos por todo el cuerpo... un dedo, dos dedos... exquisito, este hombre si sabía como darle placer a una mujer.

Su barba rozaba mis pechos, mi abdomen y allí donde los roces de su miembro me hacían perder el control. - Oh, por Dios... - jadeé aferrándome con mis piernas a él, cerré los ojos y escuche un ronroneo ligero proveniente de su garganta.

- Hazme tuya. - dije. -Si me regalas un buen polvo, no tendrás que pagar por acariciar mi cuerpo y perderte entre mis piernas, Sebastian. - Mi mirada era inexpresiva, mis labios se curvaban hacia arriba y mi cuerpo temblaba de excitación.

-Dime, preciosa. ¿Por qué no me enseñas quien eres en realidad, retira tu antifaz y dejame apreciarte de verdad.

-No insistas, nunca te revelare mi identidad.- dije medio atrapada en una red de pasión y lujuria.

-Tu piel, tus labios, tus pechos. Son perfectos, toda tú eres perfecta, me encantas y ahora soy adicto a ti, Samantha.- Sus ojos brillaban.- Permíteme saber quien eres en realidad.

- Cállate y llévame a un lugar en el que solo se escuchen nuestras respiraciones.

Hidden Secrets.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora