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Denisse, una niña introvertida desde su infancia, carga con el peso de burlas y desprecio de sus compañeros debido a su comportamiento y aspecto peculiar.
Un día, huyendo de la crueldad escolar, cae accidentalmente en un alcantarillado, desenc...
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—...y ese sería la tercera—. Anunció Leo, moviendo una pieza de ajedrez en el tablero. Luego, levantó su vista para ver a su hermano gemelo que mantenía un ceño fruncido todo el rato—. ¿Hey, te sientes bien? Por lo normal nunca me dejas ganar una tercera pieza. Creo que ni siquiera una.
Al escucharlo, Donnie se sobresaltó y lo miró. Eso era cierto. Él era muy hábil en ajedrez como para perder fichas a lo loco con alguien. Más con Leo que no tenía mucha experiencia en el juego.
—Si, estoy bien—. Respondió moviendo el alfil a la casilla A3—. Solo...es Denisse. Me preocupa.
Leonardo sonrío pícaro y le arrebató la pieza con su torre. Donnie lo miró sorprendido. No había notado la torre blanca con camino libre.
¿Que le estaba pasando...?
—Por como te veo jugar, diría que estás bastante en tu papel de noviecito enamorado, hermano mio—. Comentó Leo, mostrándole la pieza que ganó a su contrincante. Esto solo causó un enfado más para el morado—. Denisse te tiene de rodillas.
—¡No, no es eso!—. Negó, luego sacudió la cabeza—. O sea si, me gusta y todo eso pero...no lo sé, siento que está algo distante desde ayer a la noche que llegó a la guarida. Siempre avisa con anticipación y... simplemente llegó como si nada.
Leo observó a su hermano con atención, sintiendo la inquietud que emanaba de él como una corriente subterránea. Había algo en sus palabras, un matiz de preocupación que no podía ignorar.
—¿Distante, dices? —inquirió, moviendo una ficha con cuidado, como si cada movimiento fuera un intento de descifrar los enigmas del universo—. ¿Y has intentado hablar con ella?
Donnie asintió, pero su gesto carecía de convicción. Hablar con Denisse era como adentrarse en un laberinto sin salida, donde las palabras parecían perderse entre las sombras de su propia incertidumbre.
—Lo he intentado, pero... —suspiró, resignado—. Parece como si estuviera en otra galaxia, ¿sabes? Como si no estuviera realmente aquí.
Leo frunció el ceño, ponderando las palabras de su hermano. Denisse siempre había sido un misterio envuelto en enigmas, una fuerza de la naturaleza que desafiaba toda lógica. Pero ver a su hermano así, preocupado y desorientado, despertó en él un instinto protector.
—Bueno, entonces tendremos que descubrir qué está pasando —declaró con determinación, trazando un plan en su mente—. Si ella no está dispuesta a abrirse, lo haremos nosotros.
En ese momento, la figura de Denisse pasó. Él amablemente la saludo, pero ella simplemente pasó de largo, ignorando por completo su saludo. Donnie frunció el ceño, su orgullo herido por el desdén de Denisse hacia él.
¿Cómo se atrevía a ignorarlo de esa manera?
—¿Denisse? —llamó, su voz cargada de confusión y un toque de irritación—. ¿Acaso no me escuchaste?
