Quédate Conmigo

Capítulo especial: El pedido del cumpleañero

El equipo se retiró al vestuario con la satisfacción de un trabajo bien hecho. Lloris, el guardián del arco, había mantenido su portería intacta, una hazaña que reflejaba su destreza y la solidez defensiva del equipo. Harry Kane, la gran estrella del partido, había aprovechado dos asistencias magistrales del número siete para convertir y darle al Tottenham una ventaja crucial.

Mientras los demás se alentaban mutuamente y se preparaban para la segunda mitad, Heung-min permanecía callado en un costado. Era consciente que la expectativa de cumplir su palabra lo distraía, afectando su rendimiento en el campo.

— ¿Qué te pasa? — Harry le preguntó en voz baja— estamos jugando bien, no te desanimes.

— No es nada.

— Tus "nadas", siempre esconden algo preocupante.

— Sonny

El llamado del argentino hizo que se levantara de golpe del banquillo. Kane, por su parte, se quedó en su lugar, fingiendo desinterés para poder escuchar la razón detrás del semblante preocupado de su compañero.

— Cris, no voy a poder hacerlo — susurró derrotado — no es intencional, ¡te lo juró!

—¡Hey! —Romero en un gesto cariñoso, le pellizco la mejilla a su amigo— Estamos ganando, Sonny después de acá, nos vamos a mi casa a mirar esas series que tanto te gusta.

—Ese portero detiene cada disparo que hago —Heung-Min, perdido en sus pensamientos, apenas lo escuchaba. La figura del arquero lo perseguía como una pesadilla—. Debe haberme estudiado a fondo.

— ¿Estuvo así todo el tiempo? — Cristian consultó, dirigiéndose al inglés, quién al ser descubierto escuchando, sonrió sonrojado.

—Dicen que un beso puede romper cualquier hechizo —comentó Harry, intentando aligerar el ambiente.

—¿Qué? —exclamaron ambos, sorprendidos por la sugerencia.

La tensión se disipó momentáneamente con la llegada del técnico, anunciando que el descanso había terminado y que debían regresar al campo de juego. Mientras que el cordobés reflexionaba sobre aquellas palabras, Heung-Min se aferraba a la posibilidad, sin importar cual remota fuera, de cumplir su promesa.

— Ruidosos, se sorprenden como si no quisieran — Comento Kane, caminando al lado de Lloris, que no comprendió de que hablaba el delantero y tampoco gasto energías por querer saberlo—.

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Cristian habría preferido ser sustituido antes de ver a los jugadores del Manchester celebrando un gol que habia surgido de su error.

Para un defensor, pocas cosas son peores que cometer una falta dentro del área, un lugar peligrosamente propenso a conceder penales al rival.

La impotencia y la rabia se impusieron sobre las ganas de llorar.

Ese error, ese penal concedido fue el causante de que la moral del equipo cayera precipitadamente y en cuestión de segundos, el partido se les escapó de las manos.

Los del Manchester, al igual que depredadores hambrientos buscaban explotar cada debilidad, cada hueco que un desmejorado Tottenham dejaba a la suerte.

Aunque nadie lo estuviera señalando directamente, la culpa lo carcomía por dentro, la presión de compensar su falta lo impulsaba a empujar sus límites, a correr más rápido y a ser más precisó en sus despejes.