Capítulo 4

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Cada mañana traía consigo el mismo ritual para los jóvenes jugadores: una interacción ineludible con la CM del club. Era un paso previo antes de dirigirse obligatoriamente a la oficina del entrenador.

Sonny, a regañadientes se veía forzado a participar en este intercambio diario, mientras Cristian, con la astucia que caracterizaba a muchos argentinos, aprovechaba el momento en que la CM se distraía con sus compañeros para deslizarse  con tal rapidez que apenas era captado por las cámaras.

Durante el tiempo que permanecían confinados entre esas cuatros paredes, se les exigía mantener una cordialidad impecable, entablar conversaciones fluidas y aprender a tolerarse mutuamente.

Estas reglas, impuestas por Ange y que en principio podían parecer absurdas, terminaron dando sus frutos al influir positivamente en la opinión pública.

Sin embargo, la realidad distaba mucho de la versión caricaturesca que circulaba en las redes sociales.

Cada uno se acomodaba al sitio que se asignaron tácitamente y pasaban el resto del tiempo jugando con el celular.

Una vez fuera de aquel espacio, no volvían a cruzar miradas.

Cristian siempre se encontraba en compañía de sus amigos latinos y de James, el recién llegado. Este último, considerado la nueva promesa de los Spurs, estaba destinado a ocupar la camiseta número 10 tras la partida de Harry.

Otra perdida que seguía afectando profundamente al coreano, una ausencia que aún se sentía fresca.

Por su parte Sonny se había vuelto inseparable de Davies, dondequiera que estuviera uno, el otro no estaba lejos.

-¿Cuándo le toca visitar el centro médico?- consultó el entrenador, sin darle tiempo a quitarse el abrigo, lanzando de inmediato preguntas incómodas -.

-Si es por el viaje, dijo que no hay inconveniente – respondió, evitando el contacto visual y desviando la mirada hacia el anillo en su mano. Últimamente, se encontraba recurriendo frecuentemente a ese pequeño dispositivo, especialmente cuando la ansiedad lo invadía- mi salud a mejorado, solo necesitaba descansar.

-¡Que buena noticia! – exclamó Ange, creyendo sinceramente en las palabras del coreano-.

Cristian atento a la conversación, notó la falta de sinceridad del delantero. Conocía demasiado bien su incapacidad para mentir, nunca había sido su fuerte. Cada vez que lo intentaba, la ansiedad lo traicionaba y buscaba cualquier distracción a su alcance.

Algo estaba ocultando, pensó el defensor.

A menudo lo encontraba perdido en sus pensamientos mirando al cielo como si quiera desvanecerse y fusionarse con las nubes, lejos del mundo terrenal.

Lo que realmente capturaba la atención de Cristian, además de ese desagradable artilugio, era la preocupación desmedida de Davies cada vez que Sonny se esfumaba de su vista. Aunque su amistad se remontaba a años atrás, la intensidad de su inquietud parecía ir más allá de lo normal, casi rozando lo obsesivo

- Ahora es momento de dejarlos solos – les recordó el mayor seriamente- nada de peleas, gritos o cualquier cosa que tenga que ver con la violencia. A la primera señal de tonterías, pasaran el resto de sus carreras en algún equipo de las divisiones inferiores.

Y con esa "amabilidad" que tanto lo caracterizaba, abandonó la habitación como si no acabara de amenazarlos con arruinar sus vidas profesionales.

De hecho, parecía satisfecho de ver la perplejidad pintada en los rostros de los "alfas".

¿Acaso era capaz de hacerlo? Probablemente si.

-No tengo nada que comentar

-Pienso lo mismo – afirmó Cristian, estando de acuerdo por primera vez – pero tratemos de llevar la fiesta en paz.

Quédate ConmigoWhere stories live. Discover now