CAPITULO 1

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— ¡Rosco!

Se escuchó el fuerte llamado mientras caminaba por el bosque áspero. Se trataba de Carolina. Una mujer que vive en la naturaleza muy alejada de la sociedad, está está acompañada de su fiel amigo canino, Rosco, un pitbull de pelaje café oscuro, juguetón pero si percibe amenaza se vuelve feroz.

Carolina y Rosco suelen salir de casa buscando algún jabalí, o un venado, lo primero que se encontrara. -y que no esté en peligro de extinción- Pero está vez el canino capturó un aroma y sonidos no comunes o nuevos, no se parecía al de algún animal como antes cazo.

El cazador fue rápido al ataque, listo para capturar al desconocido. Carolina por su parte al ver que su amigo se desvía va rápido tras él sin antes haberle llamado un par de veces.

— ¡Rosco!  —se volvió a escuchar

Va donde se dirige su perro teniendo cuidado por dónde pasaba de no pisar una roca con musgo o algo parecido.

Una vez alcanzó a Rosco observa la escena donde el animal estaba mordiendo la mochila de un hombre, casi arrastrándolo y ensuciando lo. Parecía que se balanceaba hacia él desde las espaldas acarreando encima del hombro posicionando lo boca abajo.

— ¡Rosco!

Una vez más lo llamó con firmeza llamando su atención pero sin dejar de morder la mochila. Chasqueó la lengua dos veces y señaló que se posicionará a un lado de ella.

El nombrado deja la mochila y se baja del hombre para ir con ella y sentarse pero un alerta. Carolina se da cuenta que no se trataba de un solo hombre, que era el que estaba tirado y apenas se levantaba. Si no que también había otros cuatro alrededor que estaban con armas. La mujer algo desconfiada aún mantenía un agarre firme en su escopeta.

— ¿Quienes son y qué hacen aquí? —pregunta sin rodeos

Observa mejor los hombres y todos eran diferentes a los demás, uno con un antifaz de calavera y un pasamontañas. El que se levantaba tenía un peinado donde de los lados está más corto que el del centro.

— Somos de fuerzas especiales. ¿Usted quién es?

Hablo un hombre que tenía un bigote que se le conectaba a las pastillas y un sombrero singular.

— Les contestare si me dicen que buscan...

Carolina habló firme mostrando que no sería fácil que diga su nombre.

— Estamos en una misión. —hablo secamente el del antifaz

— Buena suerte entonces... Vámonos Rosco.

Le hablo a su amigo indicando que se irían. Pero en eso el quinto soldado con un gorro y la tez morena le habla, deteniendo la.

— ¿Usted qué hace aquí?

La mujer se para un los voltea a ver, mira a su alrededor debatiendo se que decir y que tanto decirle a estos extraños.

— Vivo aquí... —no les dice más

— ¿Entonces ahí civiles aquí?

— No. Un pueblo o algo si no... Lo más cercano a civiles son campistas...

Carolina no quería decir más, gira dando un solo paso hasta que la vuelven a detener preguntándole.

— ¿Entonces tú vives sola aquí? —pregunta el del bigote.

— Si, se puede decir que si...

Les contesta con rapidez para que la dejaran ir aunque lo más probable es que tengan más dudas. Los hombres se ven hablando se con la mirada. El del bigote con gorro se acerca a la mujer un tanto amigable y más relajado.

— Señorita, usted que parece conocer gran parte del terreno ¿Nos puede ayudar a encontrar un refugio o lugar para acampar o pasar desapercibidos?

— Ay... Mire, están en un lugar desolado... No hay un refugio... O edificios donde puedan acampar con comodidad y sin dificultades naturales...

Carolina suena sincera. Aunque su tono suena desesperado ante la situación ya que se quería ir, no solo porque no siente confianza absoluta con ellos si no que tenía que cazar algo antes de que empeorará el clima.

— Les diría un par de lugares donde pueden acampar, pero no sé los sugiero por los cambios drásticos del clima...

La mujer se aleja tomando su arma con fuerza, se da media vuelta dio unos pasos y el señor la vuelve a detener. Carolina suspira profundamente relaja sus hombros para luego voltear a verlo, de nuevo.

— Señorita... ¿Seguro que no hay un edificio?

[...]

— Ay ¿qué estoy haciendo?...

Se escucha el murmuró salir entre los dientes de Carolina. Price, el capitán del equipo de fuerzas especiales de alguna forma convenció a la mujer de que se quedarán en su choza. Esto al principio no le gustó a la femenina, pero tuvo que acceder… — Por una buena causa. Dijo el mayor.

Caminaron alrededor de media hora hasta que llegaron a un lugar más despejado de árboles, dónde había una cabaña rústica, está hecha de madera, dos pisos, tres habitaciones y un baño; claro también hay una cocina. Todo para sobrevivir.

Carolina que se encontraba al frente, guiando a los soldados, saca la llave que estaba colgada en un hilo, como un collar que se encontraba escondido debajo de su blusa deportiva negra. Abrió la puerta y se hizo a un lado para que pasaran primero los hombres, cosa que hicieron.

Al entrar podían ver el lugar tan acogedor y cómodo. Un comedor y al frente una televisión no muy moderna pero que servía. A un lado la cocina con estufa, refrigerador, lo necesario. Más al fondo estaba la sala con un cómodo sillón, un librero a un lado, y al frente una chimenea. Y a un lado las escaleras que llevan al segundo piso donde están los cuartos y un baño.

Los hombres miraban el alrededor, uno que otro con algo de asombro ya desde afuera no se veía muy grande como se ve adentro. Carolina deja entrar también a Rosco antes de que cerrará la puerta, echándose en el sillón, deja su escopeta en la mesa y cuelga su chaqueta de cuadros en un perchero que tenía otras chaquetas y mochilas.

— Hay tres habitaciones, una es mía, ustedes deciden cómo acomodar las otras dos.

Fue al grano sin decir más mientras iba a la cocina comprobando la cantidad de comida. Los hombres por su lado miraron el alrededor mientras dejaban sus mochilas a un lado.

— Ejem. Señorita, se me pasó decirle algo… —hablo

— ¿Aja? ¿Qué ocurre?

Estaba sirviendo agua donde volvió. Al chasquear la lengua, su amigo canino fue donde ella ya le tenía preparado un tazón con agua.

— Lo que pasa es que en esta misión aún faltan unos integrantes.

Al escuchar esto Carolina lo mira con una mirada neutral pero que transmitía decepción y enojo. Fue donde Prince levanta un dedo antes  que la mujer  protestará.

— Tranquila. Solo son dos compañeros más.

Carolina lo miró fijamente mientras suspiro y se recargaba en la barra del lavabo, frunciendo los labios para empezarlos a morder y maltratar.

— Está bien. Pero no les den mis coordenadas exactas. Que se vayan primero al monte y de ahí bajan, luego siguen el arroyo y no tardaron en ver la casa. —le indico mientras desde una ventana miraba el monte

Prince solo se limitó a asentir mientras miraba a su compañeros donde uno de ellos transmitió las indicaciones en una radio.

— Bien. Muchas gracias en serio señorita… Eh…

— Carolina Moreno.

Misión entre los bosquesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora