veintisiete

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24/05/2023

FEDERICO


Dios mío, no puede ser lo enamorado que estoy de esta mina. No se si podría decir que es perfecta, porque lo perfecto es relativo y ambiguo, pero definitivamente puedo declararla la mujer más cercana a mi concepción de ideal. Juro que me encanta todo de ella, desde la forma en la que se le entrecierran los ojos cuando se está riéndo, hasta su lunar en donde su cuello se une a su espalda y su hombro. Amo cuando se pone a hacer mil cosas a la mañana, y también amo cuando se queda dormida en mi sillón.

Esa mañana amaba como rodeaba mi torso con todas sus extremidades y su corazón estaba pegado encima del mío. Además, amaba como parecía que cada vez que dormíamos juntos a ella se le apagaba cierto estado de alerta y cualquier célula de morning person escapaba de su anatomía. Como esa mañana, que eran las diez de la mañana y ella seguía en sus dulces sueños.

Lo que no amé tanto fue cuando me di cuenta que había pasado la noche en el hotel de Lo, y que ya tenía que correr al hotel para que ningún dirigente que no fuera Masche se de cuenta de que no estaba. Obvio que no me había ido sin avisarle al técnico, ni en pedo me arriesgo a quedar desafectado del mundial. Costó convencerlo de que me deje venir, pero tener a todos los involucrados en la lista haciendo presión para que me deje fue indudablemente esencial en el desarrollo de los hechos.

Igual, todavía ninguno sabe que me salté algunos pasos y que con Lo ya estamos en la misma página. Ya se van a enterar, supongo. Con Lor anoche dijimos que no íbamos a hacer un big announcement, sino que íbamos a dejar que los otros se den cuenta solos. Después de todo, lo único que cambió de nuestra relación es que ahora no sobrepensamos nuestras muestras de afecto, y que nos besamos sobrios. Ay, que formal sonó eso.

Lastimosamente, me tocaba la indeseable tarea de irme, pero no sin antes dejárselo saber a Lo para que no piense que la abandoné o algo así. Tengo el presentimiento de que si le dejo una carta me va a cortar los huevos, así que creo que voy a optar por la riesgosa hazaña de despertarla.

—Feliz cumple, Lo—traté de llamarla despacito mientras la sacudía suavemente, aunque mis acciones carecían de resultados—. Dale, amor, despertate.

Obvio que tenía que ser cuando le dije amor que se levante al toque.

—¿Cóme me dijiste?—preguntó como si no hubiera estado dormida hace medio minuto. La sonrisa más hermosa adornaba su rostro.

—Amor te dije, Lo—le devolví la sonrisa—. Dale, dejame salir que me tengo que ir.

—No—me respondió juguetona—. ¿Porqué me decís amor si todavía no somos nada? ¿No te acordás lo que dijo Beyoncé? If you like it then you should put a ring on it—canturreó mientras yo me puse serio—. No te pido un anillo, pero después de tantos años así, no me parece mal ya poner un nombre a nuestra situación.

—¿Soy yo o me estás pidiendo que te pida de ser mi novia?—pregunté aún sin estar seguro de como sentirme al respecto.

—Solo digo que no va que ahora me digas amor y cuando volvamos a Buenos Aires te chapes a la primer rubia naranja que se te cruce en el boliche—se hizo medio la boluda, aunque yo estaba de acuerdo con que si la volvía a ver con un tincho cabeza de esponja de baño me pegaba tres tiros en la frente.

—¿No extrañarías a tus tinchitos de turno?—insistí un poco más para romperle las pelotas.

—En lo absoluto, ya tendría al mejor redondito de todos—ahora era su turno de molestarme, al mismo tiempo que acercaba su rostro al mío con una sonrisa—. ¿Para qué querer un boludo como ellos si puedo tener a un boludo como vos?

—¿Y yo para que querría yo a cualquier otra mina si solo te quiero a vos?—le respondí antes de robarle un beso—. Igual no te lo voy a pedir hoy, ya vas a ver porqué.

Se ve que ignoró eso último que dije, porque lo próximo en salir de su boca fue:

—¿Me devolves el beso que me acabas de robar, Fe?

Esa. Maldita. Sonrisa.

—Dejame pensar . . . no—reí antes de dejarle un beso en la punta de la nariz y levantarme de la cama para empezar a vestirme—. Es más, creo que te voy a robar algunos más en un cachito, me volves un poco cleptómano la verdad.

Mientras buscaba por todos lados la muda de ropa que me había traído ayer (ya sabía que anoche no iba a volver a la concentración, y si caía con el mismo conjunto de ayer iba a ser la burla del plantel), me di cuenta que me faltaba una de las cosas más importantes, la remera de entrenamiento no usada. La busqué por todos lados: abajo de la cama, en el placard, en el baño; poco más y le daba vuelta la habitación a la pobre Lo.

—¿Qué buscas que estás así de desesperado?—preguntó ella aún tapada por las sábanas.

—Mi camiseta para entrenar, puedo jurar que la traje pero ni de onda la estaría encontrando—expliqué aún revolviendo la habitación.

—Upsi—rió ella para después destaparse y mostrar donde estaba la bendita remera: sobre su cuerpo—. La agarré a la noche porque me desperté del frío, perdón.

Ah noo ¿así va a ser mi vida ahora? ¿Porqué nadie me dijo antes? Capaz hubiese sido un empujoncito para meter quinta y confesarme antes . . .

—Al final la chorra sos vos, mirá que tul lo tuyo—la burlé un poquito más para luego abalanzarme sobre ella en la cama y llenarla de besos y cosquillas, procurando no aplastarla con mi peso—. Te dejo la campera si queres, pero necesito esa remera para entrenar.

Ante eso último recibí un puchero de lo más tierno. Soy un hombre débil, Lo. Me vas a terminar derritiendo del amor.

Mmm, bueno está bien—rezongó un poco en chiste—. Date vuelta que me cambio, dale.

No pude evitar mirarla extrañado ante su comentario. No sería la primera vez que . . .

—Anoche era de noche, Federico—me asesinó con los ojos—. Dale, pajero, date vuelta que me da cosita.

—Ufa, pensé que ya me había ganado el privilegio—finalmente cedí, aunque no bancaba nada su pedido

Ni se dignó a responderme verbalmente, pero su sonrisa reprimida por una mordida de labio me fue suficiente para saber su reacción. Algo que amaba de conocerla hace tanto era como podía leer su lenguaje corporal sin requerir mucho esfuerzo. Aunque se ve que mi lectura me estuvo fallando hasta hace un tiempo, porque no puede ser que haya sido tan ciego como para haber estado perdiéndome del sentimiento de estar con Lorna por tantos años.

—Ya te podes dar vuelta—me avisó después de lo que pareció una eternidad, pero seguro fueron tres minutos con toda la furia—. ¿Desayunás rápido? ¿O tenés que volar para el hotel?

—Supongo que puedo picar algo—¿quien soy yo para negarle algo para picar a Lorna Valenzuela en su cumpleaños?

Ya saco las cosas para las tostadas y la cindor—no sé si ella es consciente de lo linda que es cuando sonríe o de que me tiene en la palma de su mano, pero mierda que parece que vive atacándome con su lindura—. Vos terminá de prepararte o algo, no sé.

Yo ya estoy listo, así que ¿por qué no mimarla un poquito más en su cumple? Sin hacer mucho ruido me dirigí a su computadora, que gracias a dios es bastante vieja como para tener un reproductor de CDs, y empecé a reproducir el álbum que le regalé ayer. Starting Line empezó a sonar por los parlantes, y honestamente es la única canción del álbum que me gustó lo suficiente como para aprenderme el nombre, aunque es un secreto que nunca le voy a contar a Lo.

Para para parapam tum tum, para para parapam tum tum—incluso sin verle la cara podía saber que una sonrisa adornaba su rostro mientras tarareaba la instrumental introductoria de la canción—. Que buena forma de empezar el día Fe, gracias—agregó una vez que ya había agarrado lo que íbamos a desayunar.6

Yo sabía que no se refería solo a la canción, y algo en su cara me decía que sentía un alivio, como si un peso se le hubiera ido de encima.

pep-talk; FEDERICO REDONDOWhere stories live. Discover now