Entré al baño y me miré al espejo, principalmente para comprobar que me había devuelto la mirada por guapa y no porque tuviese los pelos enmarañados o un trozo de comida entre los dientes. Y sí, me consideraba guapa. De hecho me consideraba un auténtico bombón, una pedazo de diosa que, aparte de haber tenido mucha suerte físicamente, había desarrollado con el paso de mis años una personalidad tan fuerte que algunos incluso se asustaban antes de conocerme. Si algo destacaba de mí era la fidelidad a mis propias convicciones que defendía día si día también con mis actuaciones. Pocas cosas había que me parasen, probablemente era todo parte de esa energía y voluntad de comerte el puto mundo que te brindaban los, a mi parecer, mejores años de la vida de una persona: la adolescencia. Después de unos cuantos malabares para poder orinar sin tocar la tapa del váter, cuestión que no podía parecerme más asquerosa, me abroché el cinturón y reacomodé el pelo dispuesta a salir con el ego bien subido.

Abrí la puerta con gran ímpetu y no pude creer lo que encontré nada más salir: el chico eléctrico con el que acababa de conectar estaba recostado sobre la pared más próxima, con una pierna cruzada sobre la otra y en la mano sosteniendo un pitillo al que acababa de dar una calada.
No se puede fumar aquí.- le increpé, con una mirada potente y sin ninguna intención de separarse de la suya.
¿Dice quién? - respondió con la voz ronca de quien está manteniendo el humo en sus pulmones.
Dice la Ley 42/2010.- señalé un cartel blanco y rojo en el que se expresaba gráficamente todo aquello que yo había dicho.
En respuesta observó el folio, pegado a la pared con cuatro trozos ya muy pochos de celofán y lo arrancó de un solo movimiento, sin dudar un segundo de ello.
Ya no hay ley. No sé a qué te refieres.- exhaló y una nube blanca enturbió mi visión por unos instantes, lo que aprovechó para aproximarse bastante más a mí, abandonando la postura recostada con la que me lo había encontrado al principio.
Solo hay infracción. Pero tranquilo, no te saldrá muy caro.
Gracias abogada, permítame invitarla a infringir las normas conmigo.- me ofreció un cigarro mostrándome la caja abierta y con uno un poco más salido que el resto.
No fumo.- aclaré mientras me disponía a coger exactamente el único que se encontraba dado la vuelta.
Me retiró la caja en el mismo instante en que rocé ese cigarro y pudo adivinar mis intenciones.
Ese no.-me ordenó tenso.- Es el de la suerte. Se fuma el último.- aclaró más amable.
Acabas de tener la suerte de tu vida encontrándote conmigo. ¿Qué más quieres?
Conforme decía todo eso en voz alta, se dibujaba una sonrisa con tintes de maldad y un fondo más bien cachondo en su rostro.
Abrió la boca para decir algo pero no llegó emitir sonido alguno, y supuse que no se atrevió a ello.  Nuestras miradas seguían conectadas, eléctricas, inseparables. Cuando ya pensaba que conversación no daba más de sí, y había que cortarla por algún lado, plantó la mano que no estaba usando para fumar en la pared que yo tenía más próxima, y de algún modo me incitó a apoyarme sobre ella.
¿Podría la suerte decirme su nombre?
Podría, pero es probable que no quiera hacerlo.
En ese caso no soy quien para obligarla, pero no voy a saber cómo llamarla.- quejicoso ladeó la cabeza, pero no perdió en ningún momento la actitud chulesca que tan enganchada me tenía.

Me sentía como dentro de un juego, en el que ganaba el que tuviese la última palabra y, por mero orgullo, no me podía permitir ser la perdedora.
Dame tu teléfono.- le exigí.- desbloqueado.
A sus órdenes, fortuna.- accedió tendiéndome el aparato tal y como se lo había pedido.

Bajé la mirada para anotar mi teléfono en un nuevo contacto, pero procuré taparme de manera que no viese el nombre con el que lo había hecho. Sabía que no tardaría demasiado en adivinar cual de todos sus contactos era yo, pero en mi cabeza sonaba espectacular y quiero pensar que lo fue. Una vez lo guardé cerré todas las pestañas y lo bloqueé, para devolvérselo a su dueño.
Ahora ya puedes llamarme.- devolví mis ojos al lugar donde pertenecían, frente a los suyos, y le susurré rozando el cuello con mis dedos, antes de irme.- y que sepas que el desconocimiento de la Ley no exime de su cumplimiento, Daniel.

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⏰ Last updated: Apr 18 ⏰

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Lo que pudimos ser y nunca fuimos.Where stories live. Discover now