🕸Capítulo 2🕸

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Abro los ojos con pesadez para dar con un fuerte dolor de cabeza atacando mis sienes de manera insensante. Reuno fuerzas para sentarme e inspeccionar el lugar donde estoy con la mirada, que, por suerte, es mi habitación.

― Buenos días, dormilona. ― El cuerpo me tiembla al instante ― ¿Qué  tal el sueño después de dispararme?

¿Qué?...

― ¿Qué estás diciendo?

― Oh. ¿No lo recuerdas? ― anoche me disparaste.

― Mientes... ¡Ahg! ― me quejo al sentir más fuerte el dolor en mi cabeza.

El hombre pelirrojo está sentado en el borde de la cama contrario de donde estoy yo, y no muestra el más mínimo síntoma de dolor por lo que veo. Igual, si lo hubiese hecho―lo cual dudo―habría sido en defensa propia.

― Daphne ― lo miro asustada ― ¿Sabes quién soy?

― ¿Cómo sabes mi nombre?

― Es necesario. Tendré que ir a verte a la cárcel una vez salga de nuestra casa.

¿Nuestra?

― Sigo sin entender.

― ¿Eres tan lenta?

Lo observo confundida mientras me levanto lentamente, en un simple intento de huida. Si lo entretengo podría salir de la habitación sin problema. Se le ve que es muy hablador y poco atento, a pesar de su supuesta inteligencia para escapar.

»― Mira ― Señala mostrando su pie efectivamente herido. La herida se ve preocupante y dolorosa, más que los raspones en los codos que me daba de pequeña ― Puedo cambiar mi apariencia e ir a denunciarte.

Capto lo que quiere decir, entiendo que puede hacerlo con lo avanzado que están las cosas. Admito que puede pasar a ser un hombre inocente con un poco de maquillaje, tinte y lentes de contacto porque yo en carne viva he visto las transformaciones de excompañeras de la preparatoria. Lo veo alarmada.

― Yo nunca me atrevería a dispararle a alguien. Convénceme de que lo hice.

― Un placer ― sonríe y se acomoda en mi cama ― Anoche, mientras temblabas al amenazarme con un arma, intenté llegar a un acuerdo contigo respecto a él apartamento y yo. Pero cuando me acerqué disparaste y te golpeaste fuertemente la cabeza contra la pared. Aún me sorprende que hayas despertado tan temprano.

― No llames a la policía ― casi ruego al reconocer su audacia.

― ¿Porqué no lo haría? Estaba hablando tranquilamente cuando me disparaste.

― ¡No puedes hacerlo! Tu.. ¡Tu entraste a mi departamento sin consentimiento!

― En este momento yo soy la víctima aquí.

― ¡Ahg! ¿¡Qué quieres!? ― sostengo mi cabeza por el insoportable dolor a la vez en que aguanto mis lágrimas.

― No pido mucho. Solo quiero que me dejes estar aquí y que mantengas silencio sobre mi ubicación. Ya, eso es todo. No es tan difícil.

― Porque no eres tú quién pagará el alquiler.

― Puedo ayudarte en eso, tampoco es como si fuera algún vago.

― Ni lo sueñes. No quiero siquiera imaginar cómo ganarás el dinero.

― Sé trabajar.

― No se nota.

Observo la herida del hombre por el rabillo del ojo, llenandome de una extraña culpa al darme cuenta de lo que hice, pero lo peor no es eso, sino el que no recuerdo ni en lo más mínimo haberlo hecho. Ahora el dichoso hombre lleva un vestuario casual formado por una camiseta blanca y una bermuda, aparentemente cómoda tanto para él como para su herida. Se levanta de su lugar y apenas se acerca.

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