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Llegar a casa costó un verdadero desafío, estaba tan oscuro que solo se veían luciérnagas y los focos de los viejos vehículos al cruzársele por el camino. Desde el Paseo del Prado junto a uno de los leones de bronce identificó el balcón de la casa de Yansa, aquella imponente mujer ébano que le abrió las puertas de su casa.

Introdujo la llave en la cerradura y giró, al abrir quedó sorprendido de la luminosidad que daba un toque fascinante en aquel salón. El apagón en toda la zona había hecho regresar a los métodos ancestrales pero efectivos. Nueve gruesas velas dispuestas alrededor de ella mientras se balanceaba con ímpetu.

-Buenas noches, que bueno que llegaste.

-Siento haberla preocupado.

-No deberías estar a estas horas por las calles y menos en apagón, aquí son capaces de quitarle hasta la ropa interior sin tocarle los pantalones.

-Lo tendré en cuenta, gracias. –Marchó a la habitación y comenzó a desvestirse.

No más de media hora transcurrida escuchó ruidos en el salón pero no les dio importancia hasta que minutos después se acrecentaron a estruendos. Salió para ver que ocurría y allí estaba Yansa con dos espadas o machetes, no podría darle nombre a aquellas armas que parecían artesanales. Era un auténtico huracán girando sobre sí con las armas levantadas, no mostraba piedad con los ladrones que habían entrado. Estos estaban muertos de miedo, acorralados entre los muebles, temblorosos y gritando con despavorido.

-¡Espere! Están tan asustados que no podrán llevarse ni un alfiler.

-¡Mi casa se respeta! ¿Creen que pueden venir y entrar sin más?

-Señora por favor, déjeme marchar o llame a la policía pero no me haga daño.

-No, les voy a dejar marchar y que sepan que mañana sabré quienes son. Cuiden de que no entre ningún otro socio de ustedes porque terminaré de hacer lo que deseo ahora.

Mientras todo volvía a la normalidad y aquella mujer calmaba la tormenta que era en sí. Él solo se repetía en su cabeza La negra Yansa se respeta. Menuda forma de demostrarlo y hacerlo saber al mundo.

Muy de mañana Leandro padecía un dolor de cabeza atroz. Puede que su cuerpo no aceptara del todo trasnochar de semejantes movidas o solo sean los sueños que se repetía una y otra vez, como a voluntad empeñaban en no dejarlo descansar.

En el hogar de Kari se amanecía ese sábado con alegría. Era lo usual cuando estaba ella en casa y gustaba de estar rodeada de su familia. La pequeña y traviesa Elissa era su cómplice en todas las chiquilladas que hacía sanamente para buscar las risas de todos.

-Kari, cuéntame cómo va ese nuevo proyecto que te traes entre mano. –Adriana se mostraba siempre más sería que su hermana menor, pero la quería mucho y siempre estaba intentando complacerla por ese carácter solícito que la desbordaba al verla combinarlo con la alegría que se le salían por los poros todo el tiempo.

-Muy bien, pero ya sabes cómo van las cosas aquí. Mis jicoteas van más rápido que el papeleo para abrir cualquier negocio. –Sonrío ante la adversidad.

-Pensé que con los cambios que se están sucediendo abrir un salón de belleza no era tan complicado.

-Pues sí mi hermana. Aunque ya tengo el local, me lo ha dejado un amigo que se va para Miami y para no cerrarlo que lo pudra el abandono me lo dejará. Está a la orilla de río San Juan. –Anunció con tal entusiasmo que estallaron en risa.

-Ah ya sé porque te da tanta felicidad, haber empezado por ahí. Tenías una elección ya hecha por la situación a orillas de tu río y has conseguido embaucar a algún podre infeliz para que te lo dejara y encima gratis... ¡Mi vida, es que ya veo tu éxito antes de empezar! –Las risas inundaron el patio por un compartido secreto a voces.

Leandro, portando mochila a la espalda, equipada con provisiones para un día, mapa de lugares interesantes a visitar en Pinar del Río se dirigió a la Terminal de Ómnibus. Una vez en marcha como veterano previsor y controlador, revisó por última vez su lista. Las plantaciones de tabaco más importantes del país, el majestuoso Valle de Viñales y la casa del guajiro natural. Le hacía mucha ilusión conocer todas y cada una de lo que le propusieron pero empezaría por ahí ya luego el destino marcaría el paso.

Y bien que lo marcó, le despertaron de su goce altas voces y maldiciones a todo tipo de dianas.

-¡Oigan caballeros, bajando que esto se fundió! –Hombre de mediana edad que iba parado en medio del pasillo dio el aviso.

-¿Qué ha ocurrido? -Leandro con cierta preocupación en el rostro.

-¡Nada mi hermano que esto es Cuba!

-Ya bueno, pero la compañía lo solucionará. –Dijo sin estar muy convencido de sus propias palabras. -¿Será cuestión de esperar un poco no?

-¡Cuestión de esperar dices! –Se río en su cara. –Mira Yuma, como no salgamos y busquemos como llegar, aquí acampamos.

-Pues a hacerlo... -Quedó pensativo y se giró sobre sus pies para mirarle a los ojos -¿Qué hay que hacer?

-Lo primero es hacer señas para que nos pare alguien y como tú eres yuma te pararán antes, así que yo te enseño y nos ponemos juntos.

-¡Venga ya! ¿Cómo va a saber qué soy extranjero quien venga?

-Fácil mi hermano, por tu percha. –Lo miró de arriba abajo con expresión de obviedad.

Leandro usaba bermudas beige y camisa de lino blanca remangada hasta el codo con tenis de deporte. Dio una ojeada y entendió la diferencia a la que se refería. La mayoría de los hombres usaban camisetas de mangas y pantalones de mezclillas. Estos distaban de tener la etiqueta de Levi Strauss pero sí el mismo principio de durabilidad y aprovechamiento.

-Por cierto, me llamo Leandro. –Acercando su mano derecha extendida.

-Toni. –Correspondió al saludo. -No entiendo como un tipo de dinero como tú se mete en estos berenjenales. –Leandro solo se encogió de hombros. –No sé mi hermano, sé que cuba es linda, solo hay que tener dinero para pagarse un carro y recórrela entera, no tienes que andar perdiendo tiempo tirado en la carretera.

Aproximadamente una hora pasó intentando que los pocos vehículos que pasaban por su vera les parasen, pero el que no iba a lleno de personas, iba de bultos. Un tractor agrícola con una enorme carreta vacía que precisamente iba a la recogida de pacas de tabaco les hizo el milagro y se ofreció a acercarlos.

Llegaron a Viñales con el cuerpo temblando por los zarandeos que sufrieron en aquel medio de transporte de personas improvisado para él, porque para los cubanos no era un detalle trascendental. No hacían remilgos y se mostraban agradecidos con el hermano que le brindaba solidaridad. Sabían por experiencias sufridas que muchas veces las oportunidades tardan una eternidad en repetirse.


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⏰ Last updated: Aug 05, 2016 ⏰

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LA HIJA DE OSHUNWhere stories live. Discover now