Capítulo 3. Sueña conmigo

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Lo primero en lo que mi vista se enfoca, es en la lavanda que me entregó apenas entramos aquí.

Siempre me ha dicho que su aroma le recuerda a lo que siente cuando estamos juntos, pero es la primera vez que me obsequia una de ellas.

El resto de las flores, van apareciendo conforme reparo en su presencia, cada una separada por secciones y en macetas especiales, llenando de muchísimos colores el pequeño local que mi muñequito ruso acondicionó para se convirtiera en una florería.

Tulipanes de todos las tonalidades existentes, incluyéndose unos de doble pétalo que no había visto antes en ningún otro lado. Hortencias, lisianthus por lo que alcanzo a leer en el letrero, siendo la carmín la que más resalta por su mezcla borgoña que va en degradado.

Enfrente y ocupando más espacio, las lilis y beanthus, que están agrupadas por ramilletes, rosas, con pétalos redondeados y otros más que terminan en pico, conviviendo con las peonias, mientras las calalis se alzan cerca de los pilares.

El techo abovedado y la hilera de ventanales, te hacen sentir en un invernadero y hasta en otra época, haciéndote imaginar otro mundo o que haces un viaje a la era de los castillos, princesas, mágia y por supuesto, cuentos de hadas.

Aleix se mantiene a mi costado izquierdo, permitiendo que yo pueda apreciar sin interrupciones su lugar preferido en el mundo, incluyéndose uno de sus pasatiempos más amados y que a pesar de ser conocido, no es compartido por nadie más.

En la parte más alta de donde estamos, hay una fila de orquídeas y ranunculus, completando la imagen, unos tallos muy similares a la lavanda, pero que las hojas y flores, son más grandes y formadas.

En el centro, de unos ramos que podrían confundirse con arbustos, unas florecillas diminutas se destacan del verde al estas ser blancas, fiushas y un rosa con lila.

Es maravilloso el jardín que él mismo ha cultivado y el orgullo que me va invadiendo, no permite que la sonrisa o asombro abandonen mi expresión.

—Sabes, hay un truco para que las flores se vean así de bonitas.

Alejo mis dedos de las astromelia azulada, enderezándome para escuchar lo que tiene por decir, que por como empezó, deduzco que se trata de su secreto de cuidado. Atestiguando su satisfacción ante lo que él mismo ha cosechado, por la ternura con la que repasa uno de los tulipanes anaranjados.

—Además de regarlas y ponerles abono. Tienes que hablar con ellas. Debes contarles cosas felices.

Concluye absorto en su pequeño paraíso, despertando mi curiosidad al mirarle con mas detenimiento, en espera a que continúe.

—Siempre he creído que las flores, son almas en su más pura expresión, así que, mientras más dicha les des como alimento, más hermosas van a lucir.

No puedo dejar de observarlo, su cabello cae rebelde y despreocupado en su frente, sin dar señales de que a él le moleste, tiene los ojos brillantes y por uno de los lados del izquierdo, es posible ver el reflejo de la lavanda que usa para acariciar mi mejilla derecha, provocando que me ría.

Sus hombros están sueltos y su postura es de que se encuentra en paz y eso me encanta.

Así como nos encontramos, Aleix expresándose sin temor o vacilar, es el modo en que siempre nos hemos llevado y si pudiera lograr que nunca deje de sentirse así, dedicaría mi vida a ello, en jamás verle mal o que deje de ser él.

Por la sonrisita de lado que sus labios adoptan, me queda claro que me ha atrapado mirándole más tiempo del que podría ser normal, pero no se muestra incómodo y por el suspiro que emitimos al unísono, cualquier duda de si estamos recordando los días en que vivíamos en el mismo continente, queda disuelta al nuestras manos rozarse, casi entrelazándose entre si pero sin llegar a que eso pase.

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