Marcos estaba de acuerdo con la idea, de hecho, fue él quien la propuso, así que me aferré a ella con todas mis fuerzas para llevarla a cabo.

De hecho siento que me lee la mente.

—Nunca te daré ninguna idea, Jude. Porque siempre las llevas a cabo —me murmura antes de tocar la puerta.

—Ya me has dado una... Paracaídas.

—Ni se te ocurra porque prometo que ahí no te seguiré la corriente. Aunque me parece peor la idea de afrontar todo el tema de mi padre.

—Te mueres por acabar con esta tortura de una vez, Marcos.

—No, Jude.

—Sí, Marcos.

—Okey, Brown.

Marcos respira profundamente antes de tocar el timbre. La puerta se abre lentamente y su madre aparece, con una sonrisa cálida que ilumina su rostro.

—¡Marcos, cariño! ¡Qué sorpresa! Pensé que no vendrías —exclama ella, abrazándolo con cariño.

—Hola, mamá. Por supuesto que vine, ¿cómo no iba a hacerlo? —responde Marcos con una sonrisa algo forzada.

Y pensar que vino porque le insistí...

Entramos en la casa, todo sigue igual que la primera vez que entre a esa casa, el olor sigue siendo el mismo y el aura nunca cambia. Me acomodo en un sofá, tratando de mantener una expresión tranquila y confiada, aunque por dentro mis nervios están a flor de piel. Aria la madre de Marcos me hace un par de preguntas y luego abandona la sala. Observo a Marcos interactuar con su padre, saludándose con cortesía pero también con una cierta distancia que no pasa desapercibida.

—Siempre que habéis venido, traéis novedades. ¿Esta vez hay algo nuevo o es lo mismo de siempre? —pregunta Erick.

—Nada novedoso—comente con disimulo.

—¿Nada, nada?

—Nada.

En realidad las cosas entre nosotros estaban siendo bastante estables, lo único novedoso es que Marcos se compro un coche nuevo y yo, me saque el carnet. Aunque conducir mucho, no lo hago. Miré de reojo a Marcos, quien aún estaba de pie, observando algunas de sus pertenencias de la banda. Su madre siempre había tenido un cariño especial por la banda y guardaba cualquier cosa relacionada con ellos en la sala de estar, así que él se quedó mirándolo. Si su padre odiaba la banda, su madre la amaba.

—¿Por qué mamá guarda la primera entrevista que hicimos?— cuestionó en voz alta, con un tono de sorpresa. —Fue terrible. Y además, imprimió la que Jude me hizo para su curso universitario. Qué cojones.

—Ni yo misma, guardó esa entrevista—comente.

—Mamá tiene un favorito y es Marcos —comentó Erik—Pero no siento celos, de hecho, me hace un favor porque me siento más libre si no soy su favorito.

—Eres el favorito de tu hermano —comenté.

—Porque soy su único hermano.

—Si tuviera más hermanos, seguro que no lo serías—bromea

—Gracias por confirmarlo.

—Idiota.

Me reí. Marcos pasó una mirada rápida sobre él, luego volvió sus ojos hacia mí y terminó dejando todo sobre una pequeña mesa. Su padre seguía escuchando la absurda conversación que estábamos teniendo Erik y yo, sobre el favoritismo en la familia y el hecho de ser hija única y la atención que recibo. En un momento dado, crucé la mirada con Marcos y no dejé de hacerle señas para que empezara a hablar y completar lo planeado. Habíamos ido allí para pasar el rato, pero también para solucionar lo último que quedaba pendiente.

Acordes menores Où les histoires vivent. Découvrez maintenant