Matanza de 1789

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Corrí cuando sonó la campana por todo el palacio hasta llegar a las escaleras, se suponía que debíamos trazar un plan y no correr por todos lados como locos, pero fue justamente lo que hice.

Divisé de pronto un movimiento debajo de las escaleras, salté desde mi lugar y rodé, al levantarme y apuntar con mi pistola vi que era Zail.

Tenía una estaca preparada apuntándome, al vernos pusimos los ojos en blanco. No podía matar a Zail, él era mi padre, mi confidente, habíamos pasado tantas cosas juntos...

Pero eso no tenía nada que ver con el juego.

Bajé el arma aun así y me di la vuelta, Zail se volvió a colocar en su escondite, la cara de miedo que había puesto me hizo estremecerme. Jamás lo había visto así.

Seguí corriendo por el palacio mientras los segundos seguían corriendo, el siguiente que me encontré fue Marshall, con una estaca, había sacado mi espada pero luego la metí. Marshall puso la misma cara que había puesto Zail cuando me vio.

Miedo.

Sonreí. Marshall se molestó al verme tan confiado. –Te perdonaré la vida porque sé que Ian disfrutará quitándotela. –le dije riéndome, incluso yo sentía el veneno recorrer por mi garganta.

-Ian jamás me lastimaría, somos amigos. No como los tuyos, hechos de sheizen. –espetó con rabia sin soltar la estaca.

Me volteé dejándolo solo, pero en eso sentí como me atravesó el brazo con una bala, pasmado por la cantidad de sangre que salía lo toqué, me había dejado un hoyo. Volteé a verlo y me di cuenta de la clase de pistola que traía, sólo de un tiro...

Volví a reír, lo había desperdiciado. Saqué mi pistola y apunté.

-No debiste hacer eso. –y disparé 4 veces a su corazón.



El marcador emitió un sonido y se sumó uno a nuestro favor:

Nobles – 1 Pueblo – 0



Volteé el cuerpo ensangrentado de Marshall y verifiqué que su pulso fuera nulo, cuando supe que sí estaba muerto me reí a carcajadas, en mi cabeza sonó una canción que Irving tenía en su repertorio de música y empecé a cantarla.

Volví a correr por los pasillos sin fijarme en mi camino, subiendo y bajando pisos, llevada por la única luz de las velas que colgaban en el palacio.

Nunca me imaginé que fuera tan espléndida la noche, la oscuridad, la maldad de mis pensamientos que me consumían.

Sonaron cañones y en eso, saltaron sobre mí. Era Vlad quien tenía un cuchillo en la mano y me tenía contra el suelo.

-¡Soy de tu equipo, imbécile! –grité.

-¡Pues deja de correr como pendejo! ¡Faccia di caca! – dijo quitando el cuchillo y poniéndose de pie.

-¡Dile eso a tu tía! –le empujé.

-¡Yo y mi tía te vamos a cortar el...!

Sonó un cañonazo tremendo por toda la estancia, una bomba. Nosotros los nobles no teníamos bombas, el marcador sonó otra vez y se les sumó un punto a los del Pueblo.



Nobles – 1 Pueblo – 1



Sólo esperaba a que Hans estuviera bien, lo había dejado solo y si moría me sentiría culpable, ya que él nunca fue un as en los videojuegos, no tanto como yo y por eso sentía mi obligación de mantenerlo a salvo y más ahora.

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