Capítulo 2

5.8K 214 2
                                    

—Joder tía, te ha tocado la lotería—Dijo Sam mientras bajábamos en el ascensor del edificio—¿Has visto como está ese hombre?—Espetó—Está buenísimo.

—Es mi jefe Sam—Espeté—Claro que lo he visto, pero necesito este trabajo, joder. Me pagan mucho más que en el burger y si quiero ser alguien y labrarme un futuro estoy segura de que esta puede ser mi oportunidad.

—Claro que es tu oportunidad—Espetó—Pero me dirás que no has fantaseado con él cuando ha entrado por la puerta

Le pegué un puñetazo y seguimos hablando animadamente hasta llegar a una tienda de deporte. Nunca había jugado al golf y mucho menos tenía ropa apropiada para una reunión con unos clientes en un campo de golf. En alguna fiesta de hermandades había jugado al mini golf, pero no estoy segura de que eso cuente, ya que iba bastante pedo. Me compré un conjunto blanco, el cual estoy segura de que me ha desequilibrado por completo el mes. De vuelta a casa, llamé a mis padres para contarle lo del trabajo y cómo había ido el día. Se alegraron mucho, supongo que también egoístamente se alegraran de no tener que seguir manteniéndome por ahora.

Me fui a dormir temprano, no quería llegar tarde en mi primer día de curro y mucho menos con el jefe que tenía. Me puse una alarma a las cinco de la mañana, para tener el suficiente tiempo de arreglarme. Al levantarme, me di una larga ducha y preparé mi ropa para jugar al golf y el traje que iba a llevar hoy. Me arreglé el pelo y seguidamente hice mi comida para hoy y mi desayuno. Me lo comería de camino al trabajo, ya no tenía mucho tiempo. Cogí el metro una hora antes de entrar y llegué bastante bien de tiempo, incluso quince minutos antes, a pesar del caos de las mañanas. Al entrar al edificio, el ruido de la calle se silenció, quedando el silencio de la recepcionista y el mío. Era la misma de ayer.

—Buenos días—dije saludándola.

—¿Te han aceptado?—Espetó—Me alegro mucho—Dijo y sacó un café de una bolsa al lado de su mesa—Para ser sincera, sabía que te iban a coger, ten—dijo tendiéndome un café. Caramel machiato, mi favorito—Me llamo Lena, cualquier cosa me avisas, siempre estoy aquí.

—Jen—Le dije dándole la mano—Me encantaría hablar contigo, pero tengo que irme.

—Sí, será mejor, el jefe está ya arriba—dijo y asentí.

Me subí al ascensor y al llegar a la décima planta, el señor Everhart me esperaba delante de las puertas.

—La estaba esperando—Dijo mientras recorría todo mi atuendo. Él ya iba vestido para jugar a golf.—¿Tienes algo para cambiarte?—Me preguntó y asentí—El baño está a la izquierda, la espero en mi oficina.

Minutos más tarde, estaba yendo hacía la oficina vestida con una de esas faldas ridículas y con una gorra y una bolsa de deporte en la que llevaba mi ropa. Al tocar y entrar al despacho, el señor Everhart, me repasó con la mirada. Por un momento sentí el calor crecer en aquella estancia y seguramente mi cara se habría puesto tan roja como un tomate. Él siguió admirando todo mi cuerpo, deteniéndose en mis piernas que por culpa de esa estúpida falda quedaban al descubierto. Durante lo que parecieron minutos recorrió todo mi cuerpo con sus ojos azules, hasta que salió del trance y se dispuso a salir.

—No está mal—susurró pasando a mi lado y rozando ligeramente mi brazo. Toda mi piel se erizó al momento.

Lo seguí mientras se encaminaba al ascensor y al entrar en este, ambos nos quedamos callados. Presionó el -1, supuse que sería el garaje. Un momento después, llegamos a un garaje el cual no estaba muy lleno. Un coche negro con un conductor esperaba en la puerta del ascensor, Everhart abrió la puerta y esperó a que yo subiera. Al subirme, la falda se me elevó sutilmente y esperaba por todos los dioses que no hubiera visto nada. A pesar de ser falda pantalón, ese pantalón dejaba muy poco a la imaginación y no era esa la impresión que quería causarle a mi nuevo jefe. Él se subió detrás mío y al cerrar la puerta, el conductor arrancó.

—¿Vamos sólo usted y yo?—Pregunté, era una pregunta muy indiscreta, pero después del repaso que me había hecho, estoy segura de que no era nada.

—Para qué más—Espetó y volvió su mirada a la ventanilla. Algunos minutos después, se giró hacía mi—Estos dos clientes son muy importantes—empezó—Son gente mayor, muy conservadora y con ideales anticuados, probablemente te vean como un objeto, solo como una buena carta en la negociación. Son de la idea de que las mujeres sólo sirven para ser mujeres, no para el negocio. Cúmpleles todos los caprichos y estarán satisfechos.

—De acuerdo—Susurré—¿Por qué he venido yo si eso es así?—Pregunté—A lo mejor hubiera sido mejor un hombre o alguien con más experiencia.

—Créeme Redmond, los hombres cuando van a jugar al golf, buscan jovencitas a las que llamar la atención, nos beneficiará que estés ahí.

—¿Entonces sólo soy una buena carta en una partida de póker?—Dije con la voz entrecortada. Al momento entendí que no debería haber dicho aquello—Lo siento mucho, no era mi intención decir eso.

—Mejor ahórrate esos comentarios delante de los clientes—Espetó y volví a sentir la frialdad de su voz.

El resto del camino fue en silencio, sabia que mi comentario no había sido el más adecuado, pero Dios me había salido solo. No estoy acostumbrada a ser una exposición ni un objeto y literalmente en este momento me sentía así.

Tras un rato estábamos en el campo de golf, tres hombres jugaban, mientras yo observaba en el carrito. No tenía ni idea de jugar y tras el comentario de Everhart, me había quedado claro que tenía que ser sumisa si quería conservar este trabajo.

—Redmond—Espetó el señor Everhart—Trae un poco de limonada y ven a tirar unas bolas.

Me acerqué hacía los tres hombres con unos vasos con limonada, ellos agradecieron, mientras que admiraban mi cuerpo.

—Deberías probar a tirar una bola—Dijo uno de los señores. Tenían aproximadamente unos sesenta y cinco años y aquello era tan raro.

—¿Sabes?—Pregunto el señor Everhart y negué con la cabeza—Colócate enfrente de la bola con las piernas abiertas.

Me acercó un palo y me indicó como colocar los dedos. Me ayudó a colocarme y seguidamente se puso detrás mío, tan cerca que notaba su aliento en mi nuca. Junto a mis manos, colocó las suyas y me ayudó a tirar la bola.

—Muy bien—Dijo uno de los hombres—Seguro que practicando un poco serías buena—dijo sonriendo.—Toma—dijo devolviéndome el vaso, el otro hizo lo mismo. Everhart me miró asintiendo. Recogí los vasos y volví al carrito. Noté la mirada de los tres hombres mientras me agachaba a guardar la limonada en la nevera. Me sentía observada todo el tiempo, pero supongo que eso era lo que pretendían con mi presencia allí.

Me acerqué hacía los hombres que hablaban animadamente. Acababan de terminar el último hoyo. Habían ganado los clientes.

—No te preocupes hijo, vete seguro que estarás ocupado—Dijo uno de los señores.

—Más de lo que se imagina—Bromeó.

—Mañana tendrás el contrato en tu mesa—dijo el otro. Everhart asintió.

Ya eran las cinco de la tarde, apenas me había dado tiempo de repasar todo el papeleo que me había dejado Everhart. Hacía horas que él había salido a comer y yo ni si quiera había tenido tiempo de comer del tupper que me había traído. Caminé hacía el baño que estaba cerca de mi oficina. Al volver a mi oficina, la puerta del señor Everhart estaba entreabierta y sentí curiosidad de mirar por un segundo desde lo lejos. Cuando mi mirada se encontró con la de él, me guiñó un ojo y siguió con lo que estaba haciendo. Miré la escena durante unos segundos. Joder. Había una chica sobre su mesa. Él estaba con el torso desnudo, con uno de los pechos de la chica en su boca y mientras lo succionaba y con su otra mano apretaba el otro, me había mirado y me había guiñado el ojo. Joder. Salí corriendo a mi oficina. Noté mi respiración acelerada al cerrar la puerta, pero también noté el calor que iba creciendo en mi entrepierna. Eso había sido tan ¿sexy?

Me iban a despedir, en mi primer día.

Sometida a ti (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora