Leila Carthaigh, Anchorage, 2005

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Debía salir de aquel lugar tan rápido como pudiese, no podían atraparla una vez, de hacerlo estaba segura que acabaría muerta en aquel psiquiátrico o en la cárcel por la muerte de los dos celadores a los que había matado con el fin de escapar de ahí.

Aún recordaba la sangre caliente bajo la planta de sus pies, el cómo el nerviosismo se apoderaba de ella antes de quitarle las llaves a uno de ellos y huir de allí antes de que alguien se diese cuenta.

Sin abrigo, descalza, con hambre y consumida por la medicación Leila se internó en las calles de aquella ciudad. No sabía dónde se encontraba en aquellos momentos, pues siempre había vivido en Attu y cuando la trasladaron al psiquiátrico apenas fue consciente del trayecto. Los pocos transeúntes con los que se encontraban la miraban con extrañeza pero no era para menos, llevaba una bata de psiquiatría cubierta de gotas de sangre, su cabello negro estaba lacio y le llegaba hasta la cintura, su rostro estaba demacrado, le casteñeteaban los dientes y su mirada parecía ido.

Para frente a un cartel, abrazada a sí misma, en el que rezaba: "Bienvenidos a Anchorage". ¿Anchorage? ¿Dónde estaba eso? Mientras se preguntaba eso observó que más abajo ponía: "Alaska." Al menos no había salido del estado. Cierto alivio la invadió al saberse aún allí pero este sentimiento le dura poco al percatarse de que no sabía hacia dónde ir, no tenía familia, ni amigos y estaba sola en el mundo. No conocía aquella ciudad pues su mundo había girado entre el orfanato y el psiquiátrico. ¿Qué iba a hacer ahora? ¿Dónde podía ir? La nieve estaba a punto de llegar a la ciudad, lo podía notar en todo su cuerpo clavándose como puñales en su sangre.

Tiritando la alasqueña avanzó a ciegas por las calles de la ciudad sin tener un rumbo fijado. Sentía cómo su cuerpo iba a terminar desfalleciendo de un momento a otro. El frío la abrazaba con su manto, mientras caminaba tropezó y cayó sobre el musgo del parque que estaba recorriendo dejándose llevar por la suavidad de aquel.

Una suavidad inusitada la rodeaba de repente, era consciente del calor que la rodeaba pero aún no notaba nada con su cuerpo, no podía abrir los ojos para observar qué pasaba a su alrededor o averiguar donde estaba. El terror la inundó mientras ordenaba a su cuerpo que se moviera sin que este hiciera ninguna reacción. "¿Qué pasa? ¿Por qué no puedo moverme?" "¿No conoces esa sensación? Es la misma que en el psiquiátrico." La voz de Lilith respondió a su propia locura y ante la posibilidad de verse de nuevo encerrada en aquel lugar la joven rompió a llorar, notaba como las lágrimas caían por sus ojos cerrados pero no podía hacer ningún movimiento para secarse las lágrimas.


"Niña tonta. No estamos en el psiquiátrico. Al menos no lo percibo así." Mantuvo silencio mientras las lágrimas caían sin cesar por su rostro. El tiempo escapaba de sus manos o al menos así es como ella lo sentía, no sabía cuánto tiempo había estado en aquel lugar llorando sin poder abrir los ojos cuando por fin pudo notar el tacto suave de unas sábanas, muy distintas de las del psiquiátrico de donde había escapado. Poco a poco el adormecimiento de su cuerpo se iba despertando, al cabo de unos segundos que le parecieron abrió los ojos, el cuarto se encontraba en penumbras salvo por una pequeña lamparita en una mesita de noche a la izquierda de la cama.

La alasqueña comenzó a mover los dedos de las manos y de los pies poco a poco con el fin de desentumecer estos. Cuando ya pudo notar todo su cuerpo intentó incorporarse del lecho sin muchos resultados, solo había podido inclinarse levemente hacia delante. Agotada se deja caer sobre la cama mirando a su alrededor la habitación. No tenía ventanas pero sí una cómoda y un armario, al lado de estos había una puerta abierta que posiblemente sería el baño. Mueve la cabeza hacia atrás y se percata que a su derecha hay un pequeño descansillo que conduce hacia otra puerta, esta vez cerrada. "¿Estará echada con llave o simplemente cerrada?" Sale de dudas nada más formularse esa pregunta, alguien estaba bajando la manivela de la puerta para abrirla pero no había escuchado ningún cerrojo o llave anteriormente. Tras unos segundos, una mujer de mediana edad y enjuta se acerca a ella con una bandeja de comida que olía exquisitamente, su estómago rugió en respuesta al sabroso olor y la mujer se fijó en ella.

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⏰ Last updated: Apr 08 ⏰

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Capítulo 1Where stories live. Discover now