Capítulo Cinco: ritual

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—Para poder contactar con un ser feérico lo primero que debes hacer es aclimatar la estancia donde realizarás el hechizo. —¿Será seguro hacerlo en la casa de ese señor? Quizá sea peligroso para él—. Para lograr el objetivo propuesto se debe tener la mente concentrada en la conexión y no romperla en ningún momento. Si por alguna razón aquello llega a pasar puede haber daños cerebrales para ambas partes e incluso en el peor de los casos; la muerte.

Parece que esto es una situación bastante seria, no debo tomarlo a la ligera. De lo contrario puede salir algo nefasto. Según el libro necesito mínimo cuatro velas de colores diferentes. Aquí recomiendan: rojo, azul, verde y amarillo. Aunque cualquiera puede servir mientras no sea negra. Esta última solo es recomendable si se desea contactar con un ente maligno.



—Gaia, menos mal que estás bien. —Aquel hombre me abraza envuelto por nervios y con algunas lágrimas con las que humedece mi cabello.

Me siento algo triste en estos instantes por no haberle avisado sobre mi ida. Es cierto que no le conozco, aún así, eso no resta el cariño que tiene hacia mí.

—Siento haberte preocupado. Tuve un sueño extraño y necesitaba comprobar si aquello era real o fruto de mi imaginación. —Un silencio se apodera de la estancia con olor a limón y al observar el temor en su rostro mi piel se eriza como respuesta. ¿He dicho algo malo?

Desde el momento en el cual desperté siento como si siempre pisase sobre un camino lleno de llamas. Cualquier paso me lleva a una senda llena de desilusión y todo lo que digo en vez de solucionarlo hace más complicado todo.

Sin embargo, no puedo fingir ser alguien que no soy... Si sigo así no estaré mintiendo a ese hombre, también me lo estaré haciendo a mí misma.

—Señor, quizá me parezco a aquella Gaia... debe ser su hija, pero no soy ella. Siento ser brusca pero me llamo Laura y me gustaría saber dónde nos encontramos porque no se parece en nada a Madrid.

El ambiente lo siento más tenso que antes... quizá debía haber pensado otro modo de decirlo más amable. Observo sus ojos azulados y una tristeza inmensa sale de ellos. Al sentirle tan mal me uno a sus llantos y ambos nos fundimos en un abrazo muy intenso.

—Gaia —gimotea el nombre de aquella chica mientras acaricia mi cabello.

Es extraño todo este comportamiento, no debería permitirlo cuando no le conozco. No entiendo nada. A pesar de no haber estado nunca con él hay un vínculo entre nosotros, es como si de verdad fuésemos familia.

—Debe ser duro, pero no soy ella.

—No digas tonterías, soy tu padre —exclama con ronquez y ternura en su voz.

—No puedo negar que siento algo, pero no sabría decir bien qué es.

—Cielo, desde pequeña has tenido problemas de memoria. Quizá por eso no me recuerdas —musita con la mirada perdida—... suele suceder esto cada dos meses. Siempre te digo que me llamo Lino y después de recuperarte, lo olvidas como si lo vivido fuese un mero sueño.

Si así están las cosas podría justificar mi nula capacidad de recordar. Eso explicaría muchas cosas, solo queda saber cómo llegué aquí.

—Intenta descansar un poco. —Besa mi frente e intento sonreírle para no hacer la situación más difícil de sostener.

Quizá cuando no se encuentre presente pueda buscar los objetos necesarios para el ritual.



Es sorprendente el diminuto espacio que hay en esta casa. Solo tiene dos habitaciones: una es donde me desperté y la otra parece ser el dormitorio de Lino. Si está con más muebles y algunos libros de una saga de libros fantasiosos. Me llamó la atención la cubierta de dos chicas junto al título: Calenda. No sé quién será gardenofaramvel. Quizá sea alguien importante, pero eso no me ayudaría con mi problema. Dejando de lado aquello, la habitación tenía sus paredes pintadas en un tono anaranjado, similar al del exterior. Un detalle curioso e inservible.

Dualidad temporalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora