Me preparo un almuerzo rápido y salgo hacia la parada del autobús a esperar uno para ir al pueblo. Luego de quince minutos esperando, este llega y me subo rumbo a mi destino. En el trayecto, recorremos toda la carretera en medio del bosque y, como de costumbre, me quedo mirando por la ventana toda la vegetación a mi alrededor, pues en unos minutos habrá desaparecido. Mirando fijamente y a la vez nada creo ver algo corriendo entre los árboles y me exalto soltando un pequeño grito.

-¿qué te sucede, niña? -el señor en el asiento de al lado me mira con intriga y un poco de molestia- a caso crees que estás en tu casa mirando películas de terror, compórtate. Pude haber muerto de un infarto por tu culpa.

Agacho la cabeza avergonzada y de mis labios solo se escapa un "lo siento". Vuelvo a mirar hacia la ventana y ya no veo nada. Podría haber jurado que era una bestia. Era de pelaje oscuro e iba muy rápido. ¿Qué habrá sido aquello?

Pensando en lo que podría haber sido, llegó a mi destino que es una boutique que vende distintos estilos de vestimenta y aquí elegiría que usar esta noche. Iría a un bar a celebrar mi cumpleaños con unos compañeros del trabajo, por suerte es viernes y como la agencia no abre los sábados, podríamos tomar unas copas e ir a casa tarde. Al final, elegí un vestido negro de lentejuelas el cual era largo. Era de cuello, el cual dejaba al descubierto los hombros y brazos. También tenía una abertura en la pierna izquierda y junto a este compré unos tacones de color dorado con un diseño que parecían alas y me llegaba hasta la tibia.

Al salir, eran las dos y media la tarde

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Al salir, eran las dos y media la tarde. Tomé un bus de regreso a casa y decidí descansar un rato. A las cinco, me dispuse a alistarme y ya a las seis, casi siete de la noche, me encontraba lista. Pedí un taxi y me llevó directamente al bar que estaba en la entrada más cercana al pueblo desde mi casa. Al llegar, ya se encontraban algunos de mis compañeros que me saludaron alegres y me dieron algunos obsequios que por más que rechacé, tuve que aceptar a regañadientes. Cuando llegaron todos me cantaron cumpleaños y, luego de un aperitivo rápido, nos pusimos a beber algunos tragos. Ya iba por mi cuarta copa y empezaba a sentir un leve mareo por lo que decidí detener la ingesta de alcohol. Me paré a bailar un poco con dos chicas. Amanda y Carol. Ambas muy amables y de buenas vibras.

-¿¡cómo la estás pasando Aria!? -pregunta Carol en voz alta, pues la música estaba muy fuerte.

-¡Muy bien! -le grité de vuelta y esta asintió. Seguimos bailando y después de un rato me excusé diciendo que iba al baño. Al entrar, me miré en el espejo y todo estaba en orden. Sin embargo escuché una voz susurrando cosas que no entendía a lo lejos. 

-¿hay alguien ahí? -miré en dirección a los cubículos del baño y ninguno estaba ocupado. Me asusté un poco, pero lo atribuí a que seguro fue mi imaginación.

Regresé a la mesa en donde estábamos y todos parecían estarla pasando bien. De repente volví a escuchar susurros y miré a mi alrededor.

-Aria... -dijo Amanda a mi lado. ¡Que susto! Solo era Amanda llamándome.

Estaba que se caía de ebria. Se acostó sobre mi hombro mientras balbuceaba y su novio, que trabaja con nosotras, la tomó en brazos y se despidieron de nosotros. Las veces que había salido con Amanda, siempre se embriagaba de primero y su novio tenía que llevársela porque si no, estaba armaba un alboroto. Luego de unas horas de risas y alcohol, todos nos despedimos. Pedí un taxi de vuelta y tuve que esperar sentada en un banquillo.

Sentía la brisa de la calle, pero aún así empecé a sudar un poco. Cuando llegó el taxi, me monté en la parte de atrás y le pedí al conductor que pusiera la temperatura lo más fría que pudiera. No obstante, el calor que sentía no pudo ser disipado por el frío del vehículo. Al llegar a casa, subí rápidamente a mi habitación y encendí el ventilador.

-Joder, que calor. -dije en voz alta. Traté de echarme aire con un trozo de cartón que encontré y ni así se iba el calor. 

"Quizá es el alcohol" pensé.

Luego de un rato empecé a sentir dolor en mi cuerpo, un dolor que se extendía por todo el mismo. Sentía punzadas y solté un gemido. Tomé mi celular y empecé a marcar el número de emergencias, pero para mi mala suerte este se apagó. Me levanté de la cama dispuesta a conectar el mismo a la corriente para poder llamar una ambulancia. Sin embargo, a penas me paré sobre mis dos pies, el dolor se intensificó y un mareo repentino me hizo caer de rodillas en el suelo.

Agarré mi cabeza con ambas manos y el dolor se seguía esparciendo por mi cuerpo. Iba a morir, era seguro. Intenté que ni el dolor ni el miedo me venciera y traté de gatear hacia la puerta.

-¡Ahhh! -grité fuertemente- ¡Ayuda!

Rogándole al cielo que algún vecino escuchara mis gritos, seguí gritando fuerte cada vez que tenía algo de fuerza. Luego de arrastrarme unos minutos, logré llegar a la salida. Me senté de espaldas a un lado de la puerta y con gemidos de dolor abrí la misma sintiendo el frío entrar por esta; sin embargo, mi cuerpo se sentía caliente. Sentía que hervía y me cocinaba por dentro. A rastras, salí de la casa. A duras penas la luz pestañeante de un faro alumbraba el camino. Grité más fuerte, sentía mis huesos moverse dentro de mí. ¿Qué clase de dolor infernal es este? ¿Qué enfermedad acabaría con mi vida? Cansada y retorciéndome sobre la tierra frente a mi casa, me seguí arrastrando, pero solo había bosque a mi alrededor.

De repente, la luz del faro dejó de alumbrar. La luz de la luna era lo único que me acompañaba. La miré un momento y quedé hipnotizada. Por un momento, el dolor desapareció. Me puse de rodillas, pero de repente escuché el crujir de una rama y giré mi cabeza hacia el bosque. Entonces sentí un deseo inmenso de ir hacia allá. Algo me llamaba, me gritaba que lo acompañara en la profundidad del mismo. Giré mi cabeza hacia la izquierda y con la vista al frente empecé a caminar hacia la profundidad del bosque. Caminata que se convirtió rápidamente en una carrera contra el viento.

Luego de unos minutos, caí de rodillas y el dolor regresó a mí. Esta vez con mucha más fuerza. Sentí que algo quería salir de mi interior. Una fuerza descomunal quería escaparse de mí y entre el dolor insoportable, sudor, lágrimas y gritos de dolor, sentí un alivio repentino. De repente vinieron a mí distintos sonidos, aromas y cuando me sentí en paz, abrí mis ojos. Al jadear, de mi garganta salió una especie de maullido y me espanté.

"Hola, al fin nos conocemos" escuché una voz femenina. Luego, solo sentí como me quedaba inconsciente.













Primer capítulo de lo que espero sea una emocionante historia.

Esto se me acaba de ocurrir a las 2 de la mañana. Si hay alguna falta ortográfica, agradecería que me lo dijeran y también quisiera saber si les gustó.

Sangre de lunaWhere stories live. Discover now