Deberíamos hacer drogas (no)

Magsimula sa umpisa
                                    

—Hahaha, no hablemos de mi, no es... no soy un ejemplo de nada y es por eso que quiero hacer que tu vida sea mejor que la mía —él se lo dijo en un tono más serio, porque en verdad no quería que Loona sufriera aún más de lo que ya había sufrido en su vida —. No quiero que cometas todos los errores que cometí. Por eso, quiero cuidarte.

Luego de pensarlo por algunos segundos, Loona lo observó y bajó sus defensas. Honestamente, nadie se preocupó por ella de esa manera. Venía de un agujero triste, nació del trauma y pensó que moriría en ese internado y en esa jaula de adopción. Si tenía que pensarlo con racionalidad, estar ahí era mejor que no estar en ninguna parte.

—¿Cómo te llamabas?

—¡Blitz!

El imp respondió muy entusiasmado, ya que aunque se lo mencionó como mil veces, era la primera vez que Loona mostraba interés por saber su nombre o quién era. Reaccionaba de una forma muy alegre ante cada mínima interacción, Loona supo que era porque la idea de ser padre lo hacía eternamente feliz. Tal vez el tipo también cargaba con una historia lamentable, como la suya propia. No podía juzgarlo, ni arreglarlo, solo adaptarse e intentar ser parte de su nuevo presente.

—Está bien, supongo —Loona aceptó el trato y todo lo demás—. Gracias por sacarme de ese basurero, Blitz.

El imp gritó como adolescente de quince años. Y todo porque lo llamó por su nombre por primera vez. Loona seguía sin comprender la sobre reacción, sin embargo, Blitz la abrazó con fuerza y mucha alegría. Ella rodó los ojos y lo observó desde abajo con una expresión aburrida.

—¡Eres tan tierna! ¡Mi bebé, tan linda!

—Mierda, no soy un bebé.

La mudanza se realizó en tiempo y forma a su nuevo departamento. Blitz al fin tenía un hogar normal, amplio y limpio para poder establecerse como hombre de familia.

Ciertamente, aunque Loona fuera asocial, le gritara todo el tiempo, fuera grosera e irracional y se llevara pésimo con sus empleados, solo pudo sentir ternura hacia la pequeña. Ella se incorporó en su negocio, Moxxie siempre le decía que era la peor recepcionista de todo el infierno, pero Blitz simplemente no podía entender como decía cosas tan terribles de su pequeña hija.

Adoptarla fue la mejor decisión, sin duda alguna. Rectificó la mayoría de su camino y ya tenía una familia con él. Le hizo entrar en una rutina de padre de hogar. Le preparaba todas las comidas del dia aunque cocinara de una forma espantosa y limpiaba el departamento regularmente para que Loona se sintiera cómoda y a gusto. Lo más importante, la hacía trabajar de algo tranquilo para que se adaptara a su nuevo estilo de vida.

Y una vez, Loona le dijo papá.

Blitz estaba realizado como hombre. Se anestesió de felicidad como por un siglo luego de que le dijera papá. Dejó de pensar en todo, se dejó inundar por la felicidad. No recordaba haber sido feliz alguna vez después de perder a Fizzarolli, a su hermana y a su mamá. No merecía ser feliz, pero quería probarlo un poco aunque sea un poco. Descansar de la auto flagelación de odiarse y probar una cucharada de alegría momentánea, porque sabía que su dolor volvería en algún momento y que nada de esa buena vida duraría para siempre.

Así fue, de hecho. Cuando casi atrapan a la pareja a su cuidado en su último asesinato en Ira, volvió a la realidad. Ellos eran asesinos profesionales en el infierno, su trabajo regía en la clandestinidad. Y podrían ser penados si no eran cuidadosos. Blitz ya no podía jugar con su suerte, no podía poner en peligro a su familia, a sus amigos y a todo lo que conllevaba mantener su nueva vida.

Aún debían ir al mundo de los vivos para concretar su plan. Y aunque también sería cometer un gran riesgo, no serían el centro de las miradas por asesinar demonios en el infierno.

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