Camila Dupont, una joven de Ravenclaw con un carácter fuerte, soportaba no solo el acoso de sus compañeros de clase, sino también el desprecio de sus propios padres. Pasó años odiándose a sí misma, hasta que Lorenzo Berkshire, un joven valiente, la...
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Camila estaba tranquila en su compartimento del expreso de Hogwarts, absorta en las páginas de su libro y disfrutando del viaje en solitario. No era conocida por su amabilidad, ya que su fuerte carácter solía alejar a la gente. Pero eso no le importaba; prefería la compañía de los personajes de ficción a la de sus compañeros de clase.
Sin embargo, su paz se vio interrumpida por unas voces que se acercaban. Con un suspiro de molestia, apartó su mirada del libro y observó cómo un grupo de Slytherin entraba en su compartimento. Un leve gruñido escapó de sus labios ante la interrupción no deseada.
—Lo que me faltaba —murmuró con los ojos entrecerrados mientras los chicos se acomodaban sin pedir permiso. Camila los conocía a todos, pero solo uno de ellos, Enzo, le caía bien. Los demás solo parecían buscar problemas.
La situación se tensó cuando Theodore, uno de los Slytherin, le pidió a Camila que apartara las piernas. Ignorándolo deliberadamente, ella mantuvo su postura desafiante, negándose a ceder ante las demandas de alguien que no le importaba.
—Te está hablando, sangre sucia —intervino Mattheo, el amigo de Theodore, con una sonrisa desagradable. Camila lo miró con una mezcla de desprecio y desafío.
—Yo he llegado primero —respondió con firmeza, enfrentando las miradas burlonas de los chicos.
Pero Theodore no estaba dispuesto a aceptar un no por respuesta. Sin más, agarró los zapatos de Camila y los apartó bruscamente, reclamando su lugar en el compartimento con arrogancia. La risa de los demás Slytherin resonó en la pequeña sala mientras Camila fruncía el ceño con molestia.
—¿Qué te pasa, idiota? —exclamó, su paciencia llegando a su límite. Pero la respuesta de Malfoy, el líder del grupo, fue solo un despectivo comentario.
Decidida a hacer valer su posición, Camila volvió a colocar sus pies donde estaban antes, pero esta vez, con un pequeño ajuste. Los apoyó sobre el pantalón de Theodore, causando confusión y risas en igual medida.
—¿Qué haces? —preguntó Theodore, desconcertado por la repentina acción de Camila.
—Oh, vamos. No finjas no entenderlo. Tú me quitaste el sitio, así que ahora te toca aguantarte —replicó con una sonrisa burlona, disfrutando del momento. Enzo estalló en risas a su lado, mientras los otros chicos observaban con incredulidad.
—Te ha dejado callado, Theodore —comentó Enzo entre risas, mientras Theodore, visiblemente molesto, optaba por ignorarla y mirar por la ventana, resignado a su derrota momentánea.
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Camila estaba sentada en la mesa de Hufflepuff, en compañía de su mejor amiga Rose. ¿Por qué estaba en Hufflepuff si pertenecía a Ravenclaw? La respuesta era sencilla: Camila no socializaba con nadie de su propia casa, excepto por Luna Lovegood. El resto de sus compañeros no eran de su agrado. Y aunque tampoco simpatizaba demasiado con los miembros de Hufflepuff, hacía una excepción con Rose, su amiga más cercana.
