El repiqueteo del tono de mi teléfono se desliza en mi sistema auditivo tras dar un par de pasos, es este ruido el que me arrastra a la realidad. De un tirón me detengo en medio de la acera y saco el celular.

«El Gris de Darek»

Ese es el contacto que aparece en la pantalla. De repente soy una niña pequeña que no puede soportar la magnitud del mundo, es una sensación tan demoledora que no tengo las fuerzas para deslizar el dedo por la pantalla y contestar, por eso, tras unos segundos, el sonido se detiene y la llamada culmina.

«¿A dónde pertenezco?», me pregunto una y otra vez «Siempre he sentido que no encajo, pero ¿esto que mierda es?

No espero que Darek vuelva a llamar, no tendría porque hacerlo. Estoy por guardar el móvil cuando la pantalla se enciende una vez más. Darek está llamado por segunda vez.

El timbre del teléfono suena, insistente. Trago saliva, tengo la garganta seca por la conmoción de las emociones que brotan sin control.

Contemplo la pantalla, deseando con cada rincón de mi ser poder rechazar la llamada, porque no es justo para Darek siempre verme desmoronarme. No obstante, la soledad que se cierne sobre mí es una perspectiva mucho más aterradora.

El pulgar me tiembla un poco al presionar "contestar". Me llevo el móvil al oído sin pronunciar palabra alguna.

—¿Meredith? —la voz le suena sorpresivamente preocupada. Cierro los ojos, permitiendo que sea su voz la que me envuelva en un manto de protección. —Meredith, ¿estás bien?

Por un instante, pienso mentirle, soltar una risa y decir que todo está bien y que nada me pasa, y aunque tengo la intención de hacerlo, la voz se niega a salir. Hago un esfuerzo y lo que me brota de los labios es apenas audible:

—Sí, estoy...

La mentira se disipa antes de completarse, la realidad del dolor y confusión se abre paso en mi interior. Pese a tener los ojos cerrados, las lágrimas a duras penas se me desbordan de los ojos, mientras siento que el pecho se me desgarra.

Darek nota mi quiebre enseguida.

—Voy camino a tu casa, espérame.

—Darek no... —sollozo —no es necesa...

—Espérame —repite sin dejarme terminar.

Voy a replicar, sin embargo, solo me da tiempo de separar los labios antes de escuchar el pitido de la llamada finalizando. Bajo el celular y, a través de las lágrimas, me quedo mirando la pantalla sin saber qué le diré cuando lo vea.

¿Cómo le voy a explicar la tormenta que ahora me estruja el pecho, o el miedo que me da no ser quien siempre he pensado que soy?

El breve camino que sigo para llegar a las escaleras de la entrada de mi casa se me hace eterno, en cada paso voy limpiando las gotas que me corren de los ojos. Finalmente, me dejo caer sobre el último y frío escalón de la escalera de la entrada, tanto el cuaderno que sigo sosteniendo, como la mochila en mi hombro, terminan contra la madera del peldaño.

Entierro la mirada enfrente, en un punto invisible y sin saber por cuánto tiempo, me hundo en el mar de mis propios pensamientos.

Quisiera tanto poder hablar con mamá, preguntarle las tantas dudas inyectadas en mi interior y poder oír de su propia boca que nada de lo que dijo esa señora es cierto, hay algo que me detiene a hacerlo: su bienestar. Porque sé que si le expongo mis dudas será un golpe duro para ella, soy lo único que tiene en este momento, así que no puedo permitir que, de alguna manera, sienta que la abandonaré.

No acercarse a DarekWhere stories live. Discover now