2. Las cicatrices de un corazón roto

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¡Hola! Antes de leer, quiero darte las gracias por haberle dado una oportunidad a esta historia. Espero que te guste tanto como a mí me ha pasado al escribirla. A partir de ahora, comenzaré a subir uno o dos capítulos semanales (Es probables que estas primeras semanas sea solo uno) entre los viernes y los sábados. Pueden seguirme en redes sociales (Todas son: genesisperche09) y en mi perfil de Wattpad Genangel9Gp para no perderse de ningún detalle <3 

¡Gracias por leer! 

Si comentas tu película de verano favorita te dedico un capítulo <3 

...

Querer a alguien era doloroso, casi tan doloroso como sentir esa sensación abrumadora en el pecho que aparece cuando estamos tristes. Esa era la epifanía y el engaño de los amores imposibles. Parecían ser cortos a simple vista, pero al final del día dolían tanto que por un momento sentía que me descontrolaba el universo entero.

Sabía que lo había arruinado.

Sabía que lo habíamos arruinado.

¿Por qué tenía que seguir doliendo tanto? ¿Por qué no podía olvidarlo? ¿Por qué debía seguir lamentándome por ello cuando sabía que él no lo haría?

—Con esa cara no digo espantas a las personas, hermanita.

Parpadeé y miré a Valentine con un ojo todavía cerrado. Acaba de levantarme, lo menos que quería hacer ahora mismo era escuchar uno de esos chistes pesados que había heredado de la familia de mi madre. Apoyé la barbilla sobre mi puño cerrado y la vi agarrar un vaso de vidrio de la encimera.

—Buenos días, Aurelie. ¿Cómo estás? ¿dormiste bien? Se supone que eso es lo que debería decir una hermana cuando ve a la otra por primera vez en una semana.

Valentine elevó un hombro.

—Tú eres la mayor, se supone que ese es tu trabajo.

Me restregué un ojo con el dorso de la mano, pero que mal había dormido.

—¿Y el campamento?

Valentine se sentó en la silla al otro lado de la pequeña isla de la cocina con indiferencia.

—Bien, creo. Quizá no, no lo sé.

—¿Qué clase de respuesta es esa, Valentine? Estabas emocionada por ir.

Tomó un sorbo del jugo que acaba de servirse y me miró por encima de sus gafas. Mi hermana tenía cierto complejo de adolescente rebelde y sus gustos cambiaban cada semana, un día por ir vestida con una falta de flores rosas y al siguiente con una camiseta de alguna banda de rock y los labios pintados de negro.

—A veces nos emocionan cosas y al final del día, terminan siendo buenas para nada.

Vaya, quién diría que mi hermana de dieciséis años pensaría lo mismo que yo pensaba a su edad, la diferencia era que yo sabía bien lo que quería y luchaba por ello hasta obtenerlo, ella podía aburrirse en el camino e ir hacia otro.

—¿Dónde está mamá? —preguntó, después de un rato.

—Afuera, en el invernadero, dijo que bajaras a verla en cuanto llegaras.

Mi hermana asintió y se puso de pie. Tomé un sorbo del té verde que tenía frente a mí y entrecerré un ojo. Tenía demasiado sueño, aun así, estaba emocionada por ir al refugio. Llamé en cuanto me desperté para preguntar por el gatito, me dijeron que había pasado la noche estable y que por fin comió un poco.

—Por cierto, esta noche vienen unas personas a cenar. Te lo digo para que no te estés quejando luego.

—¿Quiénes? —preguntó Valentine con la mano en la perilla de la puerta de la cocina.

Ecos de un verano fríoWhere stories live. Discover now