Capitulo 10

30 3 0
                                    

Gulf

Cuando abrí los ojos aquella mañana me sentía realmente mal. Por primera vez en mi vida me molestaba la luz centelleante que entraba por el inmenso ventanal de mi habitación y reclamaba cierta oscuridad; no total pero si cierta.

Me dolía la cabeza una barbaridad y me sentía muy extraña. Era raro de explicar pero era consciente de cada movimiento, de cada sensación que estaba teniendo lugar dentro de mi organismo y era tan incómodo como molesto y perturbador. Sentía la garganta seca, como si no hubiera bebido ningún líquido en más de una semana.

Con dificultad me acerqué hacia mi baño y me observé en el espejo.

¡Dios mío, qué horror!

Solo había visto a una persona con aspecto un poco parecido al mío y había sido una de mis amigas de Toronto. Habíamos salido de fiesta y ella había bebido hasta más no poder. La pobre había terminado tirada en el lavabo de mi casa, vomitando para a la mañana siguiente tener una resaca del quince. Entonces lo recordé.

Sentí como todo mi cuerpo temblaba de pies a cabeza.

Me eché agua en la cabeza, sin importarme en absoluto que se me mojaran los cabellos de la frente, que por cierto no recordaba habérmelos atado en lo alto de la cabeza, me quité aquella ropa que no quise ni tocar por miedo a lo que podría haber llegado a pasar, me lavé los dientes para no sentir aquel regusto reseco en la boca que me daba ganas de vomitar y me puse unos pantalones cortos y una camiseta de pijama.

Ni siquiera me importo la hora que fuera.

Los recuerdos se instalaban en mi mente como fotografías
que se pasan demasiado rápido para poder analizarlas con detenimiento. Solo podía pensar en una cosa. La droga... me habían drogado, había ingerido drogas, había traicionado mi prioridad número uno, había roto con todos mis ideales... y todo por culpa de una sola persona. Salí de la habitación dando un portazo y cruce el pasillo hasta la habitación de Mew. Abrisin molestarme en llamar y me encontré con una cueva de osos, si es que se la podía comparar con eso.

Dentro de aquella habitación no había ni una gota de luz salvo la que entraba por la puerta que acaba de abrir.

Menos mal que el aire acondicionado estaba puesto por que seguramente se habría muerto asfixiado por falta de
aire a causa de la totalidad del encierre de aquel sitio.

Había una persona bajo la manta de aquella inmensa cama de color oscuro.

Me acerqué hasta ella y zarandeé al que dormía allí tan tranquilo como si nada hubiera pasado, como si no me hubiesen drogado por su culpa, como si no me sintiese como una mierda por todo lo que me había hecho pasar.
-Joder...-dijo él con voz pastosa sin abrir los ojos.

Observé su pelo revuelto que se camuflaba en las sabanas negras de raso y tiré con fuerza del edredón destapándolo por completo y sin importarme en absoluto.

Por lo menos no estaba desnudo pero llevaba unos bóxers blancos que me dejaron un poco descolocada por unos instantes.

Dormía boca abajo por lo que tuve una panorámica perfecta de su ancha espalda, sus largas piernas y todo hay que decirlo, de su esplendido trasero.

Me obligué a mi misma a centrarme en lo importante.

-¿Qué paso anoche?-casi le grité mientras le zarandeaba por el brazo para que se despertara. Él gruñó, molesto y me cogió la mano para que me detuviera, todo esto aún con los ojos cerrados.

De un movimiento me tiró sobre su cama.

Caí sentada junto a él e intenté soltarme, cosa que no me permitió.

Hermanatros (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora